Martillazos

Prefiero caminar el mundo con lágrimas inexplicables y semi ridículas en los ojos que ir por los días y por las noches y por las tardes y por las madrugadas sintiendo que un cristal blindado, polarizado, horrible y espeso me separa de mi propio llanto.

Siendo impotente testigo de cómo mi mente, ¡enorme!, somete con su pie en el cuello a mi disminuido corazón. Creyendo genuinamente que hay algo mal en mí, conmigo.

Mucho más que un cotidiano malfuncionamiento lacrimógeno: una incapacidad fundamental crónica de empaparme: de vida y de lágrimas.

Cuando has no-llorado tanto, tanto, tanto las lágrimas son liberadores martillazos contra aquél cristal que antes parecía tan imponente, tan invencible, tan… ajeno.

Llorar es hacerlo pedazos en una sacudida de coraje, orgullo y alegría.
Es destrozarlo convirtiéndolo en los residuos de otra batalla ganada.
Es doblegarme contra mí en un abrazo de protección, de consuelo.

Es tierno, sorprendente, divertido, hermoso, incómodo.

Es bueno llorar.
Sigo viva.

Diciembre 18, 2009

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