Ocio. Descanso.

Desnudez. Mañana. Sábanas. Baño. Cepillo. Pasta. Dientes. Frío. Ropa. Televisión. Cobija. Idea. Desayuno. Rico. Café. Leche. Azúcar. Flojera. Regadera. Agua. Caliente. Jabón. Espuma. Toalla. Jeans. Playera. Sandalias. Diadema. Lentes. Audífonos. Bolsa. Llaves. Puerta. Parque. Pasos. Banqueta. Arcos. Bicicletas. Patines. Patineta. Niños. Adultos. Extranjera. Señor. Pareja. Canción. Nostalgia. Sol. Alto. Siga. Silbido. Minutos. Miradas. Caminata. Tabaco. Libros. Más libros. Cuatro. Películas. Caja. Plástico. Guardia. Avanzar. Un pie. Otro pie. Calle. Raíces. Sirenas. Adoquín. Sonido. Semáforo. Caminar. Sed. Agua mineral. Manos. Amenaza. Gotas. Dos horas. Guitarra. Batería. Voz. Pintura. Dolor. Ampolla. Banca. Suciedad. Abrir. Cerrar. Hojas. Risa. Hambre. Lentejas. Zanahoria. Cebolla. Cilantro. Tomate. Chile. Fuego. Sopa. Cuchara. Postre. Saciedad. Humo. Agua de fresa. Lluvia. Carro. Gasolina. Cine. Fila. Taquilla. Dinero. Boleto. Gente. Ruido. Plaza. Compras. Sala. Olores. Butaca. Principio. Error. Inicio. Actor. Actriz. Historia. Erotismo. Soledad. Cicatriz. Final. Estacionamiento. Confusión. Alarma. Vecinos. Tarde. Sandwich. Mostaza. Papas. Mensaje. Amigo. Viento. Teléfono. Mamá. Broma. Sillón. Agujero. Correo. Papel. Página 54. Japón. Vaso. Hielo. Derrame. Tapete. Mancha. Música. Fotografías. Manzana. Caramelo. Página 98. Media noche. Silencio. Calcetines. Palabras. Escribir. Ventana. Luna. Nubes. Almohadas. Sueño. Lámpara. Oscuridad. Desnudez.

puntos suspensivos (...)

4 años, 2 meses y 5 días...

Esos son los puntos suspensivos
que se multiplican y me persiguen.
Dentro de mí son muchos más que tres.
Me desesperan y me aprisionan,
se burlan de mí y me piden paciencia.
Hacen que me talle la cara
y que me muerda los labios.

He logrado que ya no me borren la sonrisa,
ni la fuerza ni la confianza
y con eso ya gano.

Ya no quiero que sean tres.
Eso está clarísimo:
quiero que sea uno, el final.
Ya no tengo historias que contar,
ni lugares qué explorar
ni ideas qué encontrar,
ni talento qué descubrir aquí.
Pero sí debo tener algo que aprender todavía
porque aquí seguimos los cinco:
la cuenta, ellos tres (...) y yo.

Ya quiero que seamos sólo tres.
Me sobran dos puntos.
Estoy segura que no falta casi nada.
Estoy segura que no tarda el día.
Y ese día, será uno muy bueno.
Algo muy bueno hoy, por mientras,
es que será pronto, muy pronto.

(To be continued... ¡ja!)

7%

Odiar los lunes es odiar el 14% de la vida.
Es demasiado, me abruma el dato.
En realidad, es sólo en las mañanas de los lunes
donde se concentra mi desprecio.
14 partido a la mitad es 7.
Y 7%... no es tanto, ¿o sí?

Odiar las mañanas de lunes es odiar el 7% de la vida.
Amar el 93% es bastante bueno, ¿no?

(¿Qué se sentirá ser lunes y que todos te odien?)

wow

A la maniana, te tomas unos mates con tu viejo en su pileta.
Después, te fumas un troncho y sales a caminar.
Y te parece re loco caminar tanto en Buenos Aires.
Comes ensalada rusa con matambre.
Fiaca todo el finde. Una Quilmes.
Es enero y tienes calor. Para ti, es verano.
Te quitas la "reme", boludo.

wow...
y sonrisa.

(Escrito en México por una mexicana que recordaba una plática con un argentino en Argentina. Ni hablar.)

Mundos en común

Pienso que las palabras son de otro lugar. No pueden ser nuestras estas cosas tan mágicas, tan increíbles. Me rehúso a creer que son humanas, eso no puede ser, nos rebasan, nos superan. Alguien nos las dio. De algún otro lugar nos vienen, de aquí no.

Los sonidos que somos capaces de emitir significan cosas. Códigos estructurados, complejos y hermosos. ¿No es delicioso? Memorizamos los sonidos de cada letra y luego los cargamos con nuestros significados. Aprendiendo a través de ellas, peleando y tratando de negociar con ellas, razonando por ellas, compartiéndonos empapados en ellas. Es tan cotidiano y tan mecánico; tan dado que es absurdo.

¿Cuántas palabras sabes, cuántas habrás escuchado en tu vida? Elige una para decir algo, la que sea. Escoge cuidadosamente otra que describa lo que sientes en este momento. Dime en una palabra qué hiciste ayer y en otra qué vas a hacer mañana. Escribe todo, como si al hacerlo, pudieras liberarte. Llénate la boca y vacíate el alma. Y ahora encarcélate en lo que dijiste, cierra con llave. Respeta profundamente lo que no dijiste: hiciste un pequeño homenaje a eso que llamamos soledad. Acomódalas bien y trasciende. Intenta comunicarme qué recuerdas sin usar palabras.

Lo que crees de ti son palabras. Lo que todos creen de mi son palabras. Tus sueños son palabras. Lo que más amas son palabras. Tu nombre es una palabra. ¿Cómo te llamas? Eres palabras. Estás lleno, ¿ves? Sin palabras no somos... nada.

Las tenemos, las recordamos, las inventamos. Las prostituímos, las odiamos, las creemos. Las interpretamos, las entendemos, las malentendemos. Las minimizamos y las maximizamos. Las abarcamos, las traducimos, las sustituímos, las tragamos, las abrazamos, las ensuciamos, las idolatramos, las veneramos, las recortamos, las pegamos, las negamos, las evitamos. Y sólo son palabras.

Enamorada de ellas. Escritas, leídas, habladas, guardadas, como sea. Enamorada de todas. ¿Cómo no amarlas? ¿cómo no vivir por ellas y para ellas? ¿cómo no querer saber más? Si son fantásticas y son reales... y no son opuestos. Las palabras no pueden ser de aquí, no pueden.

("Las palabras son mundos en común" es algo que un día escuché y que no creo ser capaz de olvidar nunca. Pocas cosas tan geniales retengo en mi memoria pero retengo esas palabras.)

Fobia específica situacional

Los síntomas del miedo a las alturas son taquicardia, sudoración, hiperventilación y náuseas. Ataques de ansiedad. (¡Investigué!).

Yo no tengo miedo a las alturas: le tengo miedo a las bajuras. Miedo al piso, a lo seguro, a lo estable. A ese lugar que de tanto pisarlo, pueda volverse mío (o yo de él). A caminar el mismo camino una y otra vez. Ida y vuelta, ida y vuelta, ida y vuelta. A esa rutina en la que puedo anestesiarme, automatizarme. A ese suelo en el que pueda estar tan cómoda, tan arraigada. A la quietud, a la inmovilidad... a la parálisis. A que se me olvide jugar, arriesgar. A eso sí le tengo miedo porque a lo conocido me acostumbro. Es ahí cuando comienzan a sudarme las manos y quiero vomitar.

Prefiero subir sin voltear hacia abajo. Brincar, escalar, trepar cada vez más alto. Sin red de salvación como en los circos. Dando vueltas en el aire como en los circos. Protagonizando el acto como en los circos. No ver el fondo. Voltear hacia abajo, hacia arriba, hacia enfrente, a un lado: a donde sea pero seguir volteando. Sentir la cuerda tan floja que las piernas no respondan. Marearme por estar tan alto y tan lejos y saber perfectamente cómo llegué ahí. Prefiero eso, un millón de veces sí.

Qué bueno que no tengo vértigo ni miedo a las alturas: pero creo que los síntomas me dan a cero metros sobre el nivel del mar.

Aunque no debería

No apago mi celular en los aviones. Como cantidades industriales de queso y demasiado picante. Llego tarde a trabajar todos y cada uno de los días. No separo la basura orgánica de la inorgánica, todo va en el mismo lugar. No renuevo mis pólizas de seguro inmediatamente después de vencidas, dejo pasar unos días de "suspenso" y no por olvido. Digo muchas groserías. Escucho música con audífonos a volúmenes muy altos. Fumo como un preso que cumple una cadena perpetua. Sostengo la mirada a los extraños. Hago y me hago muchas preguntas. No he querido tener una tarjeta de crédito y no la tengo. Si en el cine no hay nadie sentado en la butaca frente a mí, subo los pies al respaldo. De noche, leo con la poca luz de una lámpara y sin mis lentes. Tomo agua fría en invierno. Olvido darle de comer a mi pez... yo misma, paso demasiadas horas sin comer. Hablo sola. Jamás leo el periódico. No tengo un fondo de ahorro para el retiro. Es más, cuando mis ahorros alcanzan una cifra importante, encuentro un motivo igual de importante y adiós. No desayuno. Me estaciono en lugares prohibidos y manejo mi camioneta a 100 kilómetros por hora en avenidas con límite de 60. Cuando la ansiedad me gana, mis uñas la pagan. Cada vez que voy a la playa, me tiro como lagartija en la arena durante las horas más fuertes del sol. Me hago colas de caballo con el cabello mojado algunas mañanas. Me pongo acondicionador en todo el cabello y no solamente en las puntas. Como el arroz con cuchara, nunca con tenedor. Hago 3 minutos a mi trabajo y nunca me voy a pie. Tomo café en ayunas... mucho. Reto a mi jefe. No me hago esos análisis de sangre una vez al año. Llevo tenis y jeans rotos a las juntas importantes de trabajo y me visto bien cuando no hay nada que hacer. Digo exactamente lo que pienso, sin disfraces. Duermo muy poco. Quito cínicamente el polvo de ese aparato llamado "elíptica" en el que corría tanto cuando dejé de fumar. Me enamoro de imposibles. Conservo algunos objetos que no quiero ni necesito. Viajo al pasado y al futuro todo el tiempo. Me carcajeo todos los días y creo que un mundo mejor es posible. Confío de entrada en todas las personas hasta que me demuestran lo contrario y no al revés. No le hablo por teléfono a mi abuela los domingos. Escribo estupideces y las publico en internet.

Y aunque no debería hacer nada de esto, lo hago, lo hago todo.
Porque sí, porque ésa soy yo, porque quiero y porque es delicioso.

Esta tarde de domingo

Este no es un momento de esos que marcan la vida. No acabo de recibir una gran noticia que cambiará mi camino. No es el día en el que intuí mi destino. No abrí un gran recuerdo. Nadie me llamó por teléfono para decirme para qué diablos estoy aquí. No encontré al "amor-de-mi-vida" hoy ni me enamoré perdidamente en su mirada. Nadie se casa, nadie nació, nadie murió... nadie mío al menos. Ninguna epifanía, ninguna revelación del gran sentido y misión, si los hay; ningún nuevo sueño, sólo los mismos de siempre: los míos.

Estoy en calcetines sentada en el piso de mi departamento, sola. Llevando nada más que una piyama que ya ni siquiera me pide que la lave. Una hermosa tarde de domingo en la que un tibio sol entra por la ventana y no encuentra la barrera de las cortinas porque no hay tales. Entra desde allá y aterriza en mi rostro acariciándolo con esa ternura que sólo él puede regalar. Me pregunto cómo puede viajar tan rápido y encontrarme sin lastimarme. Me encandila un poco pero no me voy a mover. Mis manos están frías y tiemblan un poco por ayer. Después de tres tazas de café y un memorable desayuno, no tengo absolutamente nada que hacer. Juego con mi cabello y subo los pies. La televisión está apagada y las pantuflas fueron desdeñadas por ahí. Ni siquiera estoy escuchando música, cosa rara. Pero tampoco hay silencio porque las palabras que me están brotando me inundan, vienen todas de visita y hacen una fiesta aquí. Me encantan. Y celebramos juntas: ellas y yo. Con el lugar lleno de humo de tabaco, el tapete lleno de ceniza y de ayer. El pecho lleno de vida y una pequeña sonrisa, de esas cómplices: casi imperceptible, genuina, profunda. Es apenas la comisura izquierda de mis labios la que insiste en sonreír, yo no me resisto y no hay nadie aquí para constatarlo.

Esta tarde de domingo se presta para la paz. Esta tarde de domingo se presta para, una vez más, hacer lo que me de mi gana. Esta tarde de domingo se presta para sentirme -¿cuál será la palabra exacta?- profundamente, estúpidamente, absurdamente, deliciosamente, desesperadamente, insoportablemente, intensamente viva. V-i-v-a. Si la felicidad existe y podemos alcanzarla, creo que se parece bastante a esto. A estas pequeñas tonterías no anunciadas que de pronto nos golpean y nos avisan que sí... que tal vez sí ¿y por qué demonios no? somos felices... aunque sea por un ratito.

Pensándolo bien, quizá éste sí sea un momento de esos que marcan la vida. Después de todo, sólo pocas veces sabemos qué es lo que nos va marcando y aún menos veces, nosotros lo escogemos. Ahora yo escojo este momento para que me marque. Porque es un gran momento.

De pronto, me dieron unas ganas terribles de bañarme y salir a caminar. Vuelvo.

Las diosas

Soy casi toda Artemisa, indudablemente.
Con bastantes rasgos de Atenea.
Muy Hestia en muchas cosas.
Hera se prende y se apaga pero no deja de hablar.
A Deméter la tengo casi guardada pero se sabe escapar.
Perséfone me da flojera pero es real, existe.
Afrodita aparece siempre y lo revuelve todo.

Más virgen que vulnerable... todavía.
Muy alquímica.
Sigo queriendo las manzanas de oro
y sigo sin saber quién las va a obtener.
Apostándole a la heroína, no a la víctima; eso sí.

Que lo entienda quien lo pueda entender.
Yo tengo insomnio y no quiero explicar:
El libro se llama Las diosas de cada mujer
y lo acabo de terminar.

¿Nada más?

Es 19 de enero por la tarde y en lo que va del mes (y del año) he leído dos libros que no hubiera leído, me puesto cuatro borracheras, de las cuales tres no me hubiera puesto y tuve que sufrir una consencuente cruda horrible que no hubiera sufrido. Tuve que inventar un pretexto que ni yo me creí. Me imaginé de verdad viviendo en otro país y me decidí por uno de los tres caminos que tenía. Cené en cuatro restaurantes que no conocía y volví a dos que no recordaba, descubrí un bar. Vi un par de excelentes películas y cuando quise llorar, lloré; sin importar qué opinara quien ahí estuviera. Fui a tomar un café con alguien con quien nunca había tomado café y whisky con alguien con quien nunca había tomado whisky. Perdoné al tequila blanco y probé un vodka que me sorprendió. Cené delicioso en lugar de quedarme leyendo. Contesté las llamadas, contesté los mensajes, contesté los correos; todos. Abrí la puerta y la ventana. Ya vi un amanecer sin haber dormido. Dije: "sí, yo te ayudo" aunque no estuviera en mis planes y no supiera cómo. Tuve una buena plática después de año y medio con una buena ¿"amiga" debo decir?, no sé, bueno, como sea, con ella. Y un día antes, dije: "te veo ahí en veinte minutos". Conocí a alguien que me preguntó si me gusta Cerati y alguien más en aprietos que me preguntó si le prestaba los cables eléctricos del carro. Dije cosas que antes, bajo el cómodo resguardo de la prudencia y del respeto, no me había atrevido a decir. Y no me importó decirlas, de hecho, fueron bastante bien recibidas. Fui a una comida que no hubiera ido. Por teléfono, hablo con esos extraños como si fueran mis amigos. He cantado, bailado y jugado. Platiqué con un bartender, un taxista y tres meseros. Me arriesgué a caminar hasta la esquina en una tarde lluviosa y sí, regresé empapada. Soy testigo mudo de dos grandes secretos. Un jueves a las 6 de la mañana, me desperté del ruido que hacían mis propias carcajadas, nunca me había pasado. He dado más abrazos que de costumbre, me he reído más que de costumbre (y quien me conozca sabrá la dimensión; quien no, pues no sabrá). Abrí un blog (¡cosa que es enorme para alguien que dice que "no escribe"!) y tengo un amigo nuevo en una tierra lejana llamada Argentina. He escuchado canciones que antes sólo había oído y tengo como 15 discos nuevos de grupos que no sabía que existían. Me fumé un cigarro en piyama con un amigo que vino a hacer una temprana visita dominical. Comienzo a despedirme concientemente de un espacio. Por fin, cociné ese platillo que sabía que me quedaría lejos del de mi madre y confirmé mis sospechas. Te vi a ti y a ti y a ti. Y hablé contigo y contigo y contigo. ¡Y contigo también! Dije un "va" cargado de nervios, emoción, pasión y miedo. Y menos de una semana después recibí un "va" cargado de nervios, emoción, pasión y... más pasión.

Nada mal para 19 días. Estoy sorprendida y desvelada. Con una sonrisa enorme y unas ojeras que no puedo ocultar. Con sueño pero con ganas de salir. Quiero decir "gracias".

Hace apenas 19 días, harta de las forzadas y frustradas listas de propósitos, me atreví a decir: "ahora no quiero tantos propósitos, voy a experimentar la apertura, nada más..." ¿Nada más? ¡ja!

Todavía

Todavía eres un sueño, lo sé,
pero no te voy a soltar.

He tenido muchos, como tú, en la bolsa
y sólo los suelto cuando caminan solos
y me devuelven la sonrisa viéndome a los ojos.
Cuando son un hecho, como yo.

Definición de diccionario

Me sentí tan trascendental hace rato. Tan profunda, pensativa, inspirada. Tan sola. Una introspección deliciosa, un momento de calma en medio de tanto más, una pausa pequeña, de esas que te llevan a otro lugar (ahí donde las cosas realmente tienen sentido y razón de ser). Por un momento, pensé que el hilo negro no tardaba en manifestarse y revelar su identidad. Hasta había empezado a emocionarme ante la intuición de que una gran respuesta iba a golpearme con su sabiduría.

Esperando dicho golpe tuve una mala idea: ser literal. Quise saber el significado exacto. Descuartizar una palabra hasta encontrar su alma. Si mal no recuerdo, mi último pensamiento antes de esto fue: "sé y siento que las cosas se están acomodando". No ajustando, no moviendo: acomodando. Buscar una definición de diccionario puede ser un doloroso error. Y más si ni siquiera se tiene la delicadeza de buscar el infinitivo acomodar. En fin.

acomodo
s.m.
Hecho de acomodar o acomodarse

¿Quéee? ¿Esa es la definición que me vas a dar? (¡!) ¿De verdad? Aquí estoy yo con mi vida en el aire, con las manos vacías. A la expectativa de que las cosas pasen, esperando que esas monedas que he lanzado, caigan por su propio peso y me hagan ganar alguna apuesta. Por demás lista para lo que sea. Pensando en destinos, en karmas, en pasiones, en explicaciones cuánticas, vocaciones y demás enormidades. Tratando de creer que todo se va a arreglar pero sin saber ahora mismo a qué atenerme: si seguir esperando, si tomar acción, si arriesgarme o ser prudente, si hablar o escuchar, si seguir confiando o darme por vencida (y bien servida), si irme y no volver... o regresar y no volverme a despegar. Con una sed insoportable y de "acomodo" existencial supremo ¿y vienes tú y me dices "hecho de acomodar o acomodarse"? No me jodas, maldito diccionario.

¡Busqué el significado de la palabra "acomodo" y encontré el de la palabra "burla"! Me caí de mi barata nube socrática de un solo resbalón. En lo que duran dos pestañeos, yo ya había azotado de nalgas al suelo y me pareció que el sonido que escuché fueron unas carcajadas, y no mías. Me arrebataron mis intenciones filosóficas y metafísicas. No pude más que rendirme y reírme. Eso me gano.

Lo siento por todos. Por mí misma más que por nadie: otra vez, no encontré el hilo negro y me retiro derrotada. Pero algo me quedó claro: sabemos qué es el "acomodo" pero no sabemos cómo funciona. Si le preguntamos directamente no nos lo va a decir, sólo nos susurrará: "espera y verás, sólo te diré que sí existo".

Con eso basta.

It takes one

No todos los días te dicen dos veces "eres una gran mujer".
Por lo menos a mí, no me sucede diario.

Una, desde "cerca".
Otra, desde "lejos".
Sí, así con comillas.
La que estaba cerca no lo estaba tanto
y la que estaba lejos, tampoco.

Gracias y gracias.
A las dos.

It takes one to know one.
Más directamente: ustedes también lo son.

Enero 7, 2010

Amanecer despacio

Despertar.
Ser conciente de las sábanas que me abrazan.
Las temperaturas.
Las sensaciones.
Abrir los ojos... tranquila.
Reloj.
Reacomodar la almohada y la cabeza.
Regresar a ese lugar donde estoy y no.
Dejarme llevar y unos momentos después,
volver a volver...

Reloj.
¿Cuánto me fui?
Recibir el azul que se mete por la ventana.
Jugar a adivinar el clima: ¿frío, humedad, calor?
Intentar descifrar ese sonido a lo lejos.
¿Será un pájaro?

De pronto, recuerdo quién soy y que día es.
¿Qué hay que hacer hoy?
"Ah, sí... levantarme."
Una honda inspiración.
Reloj.
Si no quiero correr, tengo unos minutos más.

Cambio de postura.
Me cubro los ojos, la frente, la boca...
sólo para confirmar que siguen ahí.
Todo en orden.
"No te dejes vencer por la confianza,
por la flojera,
por la comodidad,
por el cansancio,
ya no duermas... no cierres los ojos".
¡Qué ojos tan pesados tengo!

Estiro las piernas, la espalda, los brazos.
Algo tronó, creo que fue un tobillo.
Lanzo un suspiro, un quejido,
un "¡aaah!" que nadie escucha.
Reúno valor y, de un golpe, estoy sentada.
Rasco mi cabeza, termino de alborotar mi cabello.
Un pie descalzo, el otro no.
Perdí un calcetín.
Soy inquieta hasta para dormir.
Reloj.
¡De pie, de pie, de pie!
¡Vamos, tú puedes!

Arrastrando los pies y el alma
hasta ponerlos debajo del chorro de agua caliente.
Ojos cerrados, se moja el cabello
y llevo las manos a la cabeza.

Buenos días.

(Odio perderme esto.
Quedarme dormida y tener que brincar,
asustada, desconcertada, acelerada.
¡Es violencia!
Es ser abofeteada por un día que no ha llegado para mí.
Debería despertar 5 minutos antes para vivirlo diario...
¡debería! pero
¿a quién quiero engañar?)

cómo me divertí(ste)

Necesito decirlo: ¡cómo me divertí(ste)!
Escribo sonriendo todavía.

No te creí ni una sola palabra.
Nunca te creo. Ya no.
Tu caminar, tu hablar, tu voz, tu aire.
Tu mismo discurso de mierda de siempre.
Palabras más, palabras menos.
Es un refrito barato, ¿no te parece?
¿No te cansas... o será que no se te ocurre nada más?

Me reía de tu mirada y de tu ceja levantada,
de tu risa pausada y "sensual",
de tu hablar como si fueras...
no sé quién demonios crees que eres.
De tu mérito que no es tuyo,
de tu "improvisación" mal hecha.

Espera, despacio...
quítate el ego para entrar por la puerta.
No cabes y, cuidado... no te vayas a lastimar.

Es que eres irresistible, indispensable.
Todo sabiduría y talento espontáneo.
¡No seas ridículo, (mamón)!

¿De verdad crees que te creo?
(Me quedo con la duda).

Lo nuestro es mero trámite.
Nos saludamos por cortesía, por protocolo.
Si te puedo evitar, mejor.

Un mérito sí es tuyo y no pienso quitártelo:
las carcajadas y la diversión que me regalas
porque mientras otros te admiran y te adulan
yo me río, pero no contigo:
de ti.

Pequeñito tributo

Por todas las veces que ya no podía más y me diste fuerza.
Por todas las veces que, exhausta, me empujaste hacia adelante.
Por todas las noches en que no dormía pero sí escribía.
Por todas las lunas que vi y por los amaneceres que estrené en ti.
Por todas las mañanas que llenaste de sentido y de sabor.
Por no permitir que me venciera y hacerme abrir los ojos.
Por todos los ratos que estuve alerta contigo y por ti.
Por acompañarme mientras aprendía lo nuevo de la vida.
Por asesorar mis pensamientos y decisiones durante todo el día.
Por ser testigo de tantas y tantas conversaciones.
Por confortarme y sanarme después de mis excesos.
Por hacer que me deleitara en inviernos y tardes lluviosas.
Por mi carrera universitaria y también por la profesional.
Porque siempre he sabido que existes y que cuento contigo.
Cuando no te he tenido, he sido un desastre sin control.
Mi vida no sería igual sin ti: sería un fracaso.
Gracias, cafeína.
Decir "te amo" me resulta penosamente insuficiente.

Nunca ciego

Aprendí mucho de mi inseguridad a través de la tuya.
Mucho de mi grandeza a través de tu exageración.
Mucho de mi transparencia viendo tus dos caras.
Mucho de mi soberbia gracias a tu afán por decirme cómo.
Mucho de mí gracias a ti.

Hoy siento por ti respeto,
(no es lástima, como tal, digamos "compasión")
y cariño cuidadoso, nunca ciego.
Tampoco confianza absoluta, para qué mentir.
Sí sé que nos teníamos que cruzar
y te agradezco por todo esto y más.

Me resulta gracioso y muy irónico
que, al cabo de los años
(de todos estos años),
sigas en mis días y que seas tú quien abre,
un nuevo camino.

Qué interesante cómo se acomoda todo.
Nunca sabemos cuándo empezamos a terminar.

Desafío a la “sabiduría” popular

Hace como 20 minutos llegué al departamento. Abrí la puerta, vi unos zapatos que ayer dejé por ahí, solté mis cosas en el sillón naranja, prendí una lámpara y entré al baño. “Tengo hambre y mucha flojera, vamos a dar un poco más de tiempo a la batalla y a ver cuál de las dos gana; le voy al hambre”, pensé. Prendí la televisión pero le quité el volumen. No puse música, cosa rara. Me senté en el sillón, descalza, subí los pies al taburete y observé las cosas de mi casa. Es que este lugar es mi casa. Vi que dejé una salsa en la mesa, que allá hay un vaso vacío, recordé que no todos los platos están limpios, vi que las llaves no las dejé donde siempre y que mañana seguramente las estaré buscando, que debería de una buena vez comerme esas tostadas que están arriba del refrigerador, vi el reloj en la pared pero no vi la hora. Y de frente, una foto de familia arriba de lo que “a ojo de buen cubero”, parecen unos 25 libros. De izquierda a derecha: Papá – hermana – mamá – yo – hermana. Una toga, un birrete y 5 sonrisas.

Me senté en silencio y en soledad. Un largo respiro. Cómoda, tranquila y muy acostumbrada a estar exhausta. Así, sin más, de sorpresa, de bienvenida y de golpe… empezó a llover.

Primero, unas pocas gotas tímidas… tan tímidas que muy pronto pensé que ya había terminado la sorpresa y que sólo había servido para que ahora sí tuviera que lavar el carro mañana mismo. Abrí la cortina y después la ventana, como para gritarle al cielo que siguiera y que no me dejara con estas ganas y con este calor. Mi reclamo fue tan genuino que el cielo cedió y ahora sí, empezó a llover en serio. Sonreí satisfecha y me dieron ganas de cerrar los ojos y escuchar llover. Fue exactamente lo que hice: disfrutar. ¡Era lo menos que podía hacer cuando el mismísimo cielo había escuchado mis súplicas! No me importa que se moje el piso, vale la pena por este aire delicioso.

Las primeras gotas son pocas y caen sobre el suelo seco. Se parece a cuando tocas (sin ganas de que te abran) una puerta muy, muy vieja, sucia y fea. Lo que sigue es una fiesta. Empieza a caer más y más agua y aquello se vuelve un espectáculo de movimiento sonoro. Se parece a cuando el maestro viene 10 minutos tarde a su clase de química a media mañana en una secundaria. Todos los adolescentes embriagados de hormonas hablan a gritos al mismo tiempo en el salón, se levantan, bromean, se sientan, se molestan, lanzan algo, van y vienen todos a la vez. Así sonaba...

Lluvia, lluvia. Agua, agua. Yo estaba feliz y con los ojos cerrados hasta que, por estar tan cerca de la ventana recibí una leve brisa y pensé “el que sí me importa que se moje es el tapete”. Una cosa es el olor a lluvia y otra muy distinta el olor a humedad. Abrí los ojos y vi que no había peligro: el tapete estaba seco y a salvo. Apenas había mi espíritu descansado de esta situación, me disponía a cerrar los ojos otra vez, cuando un trueno me sacó un buen susto y una gran grosería. No me lo esperaba, me hizo brincar. Como cuando llega alguien por detrás y te pica las costillas. Esa persona se divierte, tú no. Me levanté y me di cuenta que la televisión por cable se había quedado sin señal. No importaba, ni la estaba viendo.

Desconecté de un jalón y con prisa la barrabasada eléctrica donde están enchufados juntos prácticamente todos mis aparatos de entretenimiento, que no es que sean muchos pero quemados no sirven y a mí me gusta ver películas. ¿Vi una chispa en la pared o la imaginé? Ni tú ni yo lo sabremos jamás.

La luz iba y venía, bajaba, subía, se quedaba a medias. La pequeña lámpara no se decidía. No sabía si rendirse y dejar vencer ante semejante aguacero o seguir luchando para que yo no tuviera que ir a mi cuarto por unas velas. Siguió luchando y ganó. La luz no se fue. Mi flojera aplaudió desde el fondo de mi corazón porque bien me hubiera quedado en la penumbra con tal de no levantarme.

A estas alturas y con los ojos bien abiertos, mis oídos comenzaron a distinguir entre el alboroto de la lluvia y los primeros chorros de agua que caían de la azotea. Luego percibí como esos chorros crecían y se apresuraban para caer. Como cuando tienes tantas ideas en la mente y tanto que decir, que la lengua no conecta con el cerebro y terminas por trabarte.

Truenos, relámpagos, uno tras otro… Afuera en el pasillo de los departamentos, el viento azotó una puerta. Unos segundos después alguien abrió otra (o la misma, no lo sé), dijo: “hasta mañana” y después se alejaron sus pasos no con poca prisa. Qué bueno que yo no tengo que salir y que no tengo nada más que hacer que haberte oído despedirte, seas quien seas… Hasta mañana.

Comienza a dejar de llover poco a poco y yo sigo en el sillón junto a la ventana. Sentada, cuasi acostada; justo como me dijeron que era una pésima postura para la espalda y con la cabeza echada hacia atrás. El alboroto disminuye, se vuelve más lento. Cada vez caían menos gotas pero yo ya me daba por bien servida, había sido una buena lluvia. Relativamente breve pero maravillosa. El sonido del final de esta lluvia me hizo comparar gotas de agua con besos de amor. Ojos cerrados, a punto de quedarme dormida, entre las sábanas, sumamente relajada y dándole los últimos besos del día a quien duerme abrazándome. Tan cerca que ni siquiera me tengo que mover para besarte. No quiero dejar de estar pero el sueño me vence eventualmente.

Silencio. Ni una gota más. Me queda el olor, la humedad en el aire y la limpieza que hizo la lluvia, la frescura, el cambio de energía. Yo nací en un desierto a mediodía, un agosto que no marcaba menos de 45 grados de seca temperatura. No me parece un evento fortuito que yo disfrute a estos niveles una simple lluvia.

“Óyelo como oír llover” es una desgracia, una ironía, una estupidez. ¡Una lástima! La gente lo cita, lo decía mi abuelo, en México todos lo entendemos y no significa otra cosa que mandar algo (o alguien) al reverendo y mismísimo carajo. Es ignorar. ¡Qué pena! De lo que me hubiera perdido hoy si hubiera sido lo suficientemente “inteligente” como para no echar en saco roto la “sabiduría” que llevamos en la sangre. Ese dicho, refrán, proverbio… lo que sea, hoy en Guadalajara y en mí simplemente no aplica.

Y sólo voy a decir una última cosa después de haberme detenido así a escribir mi experiencia de esta noche: creo firmemente y defiendo contra quien sea que hoy estoy más loca que nunca en mi vida… y vaya que no es poca cosa. Sí lo sé, ¿y sabes? Está bien. Hoy llovió.

Mayo 14, 2009

Dormir tan poco

Que cómo puedo dormir tan poco, me preguntaste.
No lo sé pero me dejaste pensando.

Estar dormida, ¿no es una especie de desperdicio?
Si pudiera dormir aún menos, lo haría.
Que lo pague mi piel no mi alma.
¿Una tercera parte de mi vida? No.
Estoy tratando de negociar la cuarta.

La vida es para estar despierta.

Ya fue

No lo voy a tirar a la basura, sería incapaz.
No lo voy a perder en el agua, sería negarte.
No voy a regresártelo, ya no estás.
No me lo quiero quedar, lo sigo viendo y ya no cabe.
No lo voy a enterrar porque siempre sabré dónde está.
No lo voy a vender... hay cosas que, venderlas, sería bajo.
Y menos usarlo, ¡ya no es!
Esa promesa ya fue... y no la cumpliste.

¿Qué hiciste con el tuyo?
¿Qué hago con el anillo que me diste?

Rastros

Hoy encontré en mí, rastros de ti.
De lo que fuimos... una evolución.
Huellas de todo lo que caminaste en mí.

Y me temblaron las manos porque los encontré sin querer,
no recordaba que estaban ahí.
Comencé a sudar en un día terriblemente frío
y me puse roja pero nadie me vio.
Mi corazón se fue corriendo a la garganta
y ahí se quedó más de una hora.
Mi estómago se puso de cabeza, quise vomitar.

Ni siquiera pude abrir los recuerdos.
Sólo los tomé de prisa e intenté borrarlos,
sacarlos de aquí, de mí,
como quien se talla la piel intentando quitarse un olor de años.
Y no estuve segura de poderlos eliminar.

Y todavía no lo estoy.

Hay dos maneras

Hay dos maneras de vivir la vida,
de buscar respuestas, de preguntar porqué.

Una, francamente estúpida, necia, vacía, automática.
Defendiéndose.
Retando a la vida ante la ausencia de respuestas
y dándose de golpes porque no las hay.

La otra, francamente sabia, humilde, plena, curiosa.
Sorprendiéndose.
Admirando la vida ante la ausencia de respuestas
y dándose de golpes porque no las hay.

El curioso "afecto"

¡Ah, qué palabra tan interesante esta del “afecto”!

¿No es curioso que usemos la misma palabra
para sentir cariño y para hacer daño- en primera persona?

(Creo que)

¿Por qué siempre, siempre, siempre
tengo la sensación de que alguien me está observando?
(Creo que) no es paranoia.
O soy demasiado conciente de mi “mirada interna”
o no me he dado cuenta de qué tan grande es mi fe.

Martillazos

Prefiero caminar el mundo con lágrimas inexplicables y semi ridículas en los ojos que ir por los días y por las noches y por las tardes y por las madrugadas sintiendo que un cristal blindado, polarizado, horrible y espeso me separa de mi propio llanto.

Siendo impotente testigo de cómo mi mente, ¡enorme!, somete con su pie en el cuello a mi disminuido corazón. Creyendo genuinamente que hay algo mal en mí, conmigo.

Mucho más que un cotidiano malfuncionamiento lacrimógeno: una incapacidad fundamental crónica de empaparme: de vida y de lágrimas.

Cuando has no-llorado tanto, tanto, tanto las lágrimas son liberadores martillazos contra aquél cristal que antes parecía tan imponente, tan invencible, tan… ajeno.

Llorar es hacerlo pedazos en una sacudida de coraje, orgullo y alegría.
Es destrozarlo convirtiéndolo en los residuos de otra batalla ganada.
Es doblegarme contra mí en un abrazo de protección, de consuelo.

Es tierno, sorprendente, divertido, hermoso, incómodo.

Es bueno llorar.
Sigo viva.

Diciembre 18, 2009

Punto

El punto es que nos la pasamos buscando un punto.
Según algunos, el punto existe y debe estar en algún lugar.
Es su tarea obsesiva encontrar el punto.
Están muy convencidos del punto del punto
y se les va en ello, la vida.
Dicen que no pueden vivir sin un punto
(pero de no haber podido
no habrían llegado hasta aquí sin el punto, ¿o sí?).

Otros, ponen en duda la existencia misma del punto.
Para ellos el punto no tiene punto puesto que no hay punto.
Lo cierto es que nadie tiene el punto: el definitivo punto.
Y los unos y los otros van viviendo sin el punto.
Sólo que a unos les importa el punto y a otros no.
Triste punto.

Quizá el punto esté en un poco de perspectiva.
Después de todo, ¿quién necesita un punto?
¿No somos todos puntos ya?
¡Basta con subirse a un avión!
¿No vivimos en un punto?
¡Basta con salir al espacio!
Grande, enorme, majestuoso… pero un punto al fin.
¿O quién dijo que el bendito punto era pequeño?
Somos puntos tratando de dejar un punto en el punto.
Buen punto.

Punto.

¿Perder?

Nadie pierde la virginidad.
Todos sabemos perfecto dónde la dejamos.

Diciembre 18, 2009

Dicen

Dicen que me he convertido en una cínica.
Yo digo que son unos distraídos.
Siempre lo fui.

Increíble

No estoy aquí para ser humano sino para ser rentable.
(Y se preguntan porqué me quiero ir, ¡increíble!)

Ni a ti

Las cosas que nadie sabrá son mágicas… por eso.
Porque son "las-cosas-que-nadie-sabrá".
Sólo yo y para siempre yo.
Sí pesan pero no tanto:
me hacen sonreír de complicidad (conmigo).
Me hacen sentir más viva y más mía.
Vale la pena cargarlas, ¡cómo no!

Y no es que no pueda
es que no quiero hablar, confesar... ¡ja!
That’s it! as simple as it gets!
Entonces se vuelven más especiales y más ciertas;
más reales porque nadie nunca podrá llegar ahí jamás.

Juega con mis ganas, mis recuerdos, mi mirada.
Arrebátame mi historia, mis palabras, mi dignidad, si quieres.
Pero nunca mis secretos, ¡no puedes! ¿no es mágico?

Las cosas que viví y las que decidí no vivir.
Las que hice o no, las que dije y no.
Las mentiras que me cuento a mí misma
y me las creo como verdades.
Las historias que, de tanto repasarlas en mi mente, ya son otras.
Aquello que ya no es lo que fue.
Todas esas imágenes que, acumuladas, me hacen ser yo.
Son ellas las que me ahogan y hacen que no pueda respirar.
Pero son ellas las que me dan respiración de boca a boca
y me hacen sobrevivir una y otra vez.

Jamás las soltaré.
Ni anónimamente, ni en voz de alguien más… y me divierte.
Ni en una botella en altamar. Ni escritas en la arena.
Nunca.
Ni a ti.

La Ñ

Ñ, decimoséptima letra de nuestro alfabeto. Y solamente del nuestro.

Hay quienes ven en esto, una N cualquiera sólo que con una curiosa curvatura encima. Símbolo caprichoso que algo debe significar.

Nosotros sabemos que es una eñe. Tan parte de nuestro idioma, que no podemos escribir "español" sin ella.

En la Ñ descubrimos al niño pequeño que año tras año le pega a la piñata, a la niña que le pone con cariño un moño a su muñeca y al albañil que, con ese guiño, le coquetea a aquella señorita dueña de esas largas pestañas, piel trigueña y hermoso cabello castaño.

Sin la Ñ, no habría compañía, no habría mañana.
Sin la Ñ, no podríamos soñar.
Hablamos español.

Abril, 2006

Mujeres tomando café

Un día, compartí una mesa y un buen rato con cuatro mujeres: una, felizmente casada; otra, felizmente divorciada; una más, empedernidamente soltera; y la última, soltera con pareja. Y yo, claro. Las cinco.

En mi mente repasaba a muchas mujeres que también estaban ahí de alguna manera, sin estar: la dolorosamente soltera, la triste viuda, la eterna enamorada, la divorciada y vuelta a casar, la que no quería ser mamá, la que lo fue sin querer, la que lo fue sin saber, la que iba a serlo y no lo fue, la amante, la infelizmente casada, la infiel, la recién comprometida. En fin, a todas.

Independientemente de las distintas edades, lugares de nacimiento, estados civiles, brechas generacionales y demás datos demográficos que no vienen al caso, supe que, por lo general, a la vida le valen madre nuestros planes. Y supe que, pasara lo que pasara con la mía, yo estaría bien.

Las dos manos

En la mano izquierda, todo el respeto que siento por ti y por lo que decidas, aunque me duela. El respeto a tu sentido, a tu dolor y a tu rutina, aunque la odie. Respetar tu mirada cada vez que me grita que no eres feliz.

En la mano derecha, toda la esperanza. Pensar que tal vez no es demasiado tarde. Que sería triste verte morir revolcándote en la misma cantaleta. Sentir que si hay tan sólo una, por más pequeña y lejana que sea... ¡ah, yo no voy a ser quien pierda la esperanza en ti! Yo no, no podría.

No sabía qué hacer, no me decidía. ¿Cuál de las dos? El silencio podía ser más largo sin problema y las palabras no importaban, las había pensado tanto que lo de menos era decirlas.

El tiempo me juntó las manos
y terminé haciendo las dos cosas.
Respetándote en esperanza.
O esperando con respeto.
Y hablé contigo.
¿Cómo? Todavía no lo sé.
Y tú no sabes el trabajo que me costó.

Una duda

No miento.
Cuento pedazos de verdad a todos,
pero la verdad completa... sólo a mí.
¿Es trampa?

Condiciones climáticas

- ¿Nos conocemos?
- No. ¡Hola!
- ¡Hola!
- ¿Cómo fue tu día?
- Mi día fue lindo y la noche también. ¿El tuyo?
- También, mucho.
- Contáme cómo llegaste.
- Por accidente: brincando.
- Qué loco.
- ¿Eres feliz?
- A veces sí, a veces no.
- Eres normal entonces.
- Supongo.
- ¿Por qué volviste?
- Un día dije: "estoy cansado".
- Lástima que ya no estás aquí.
- Estuve lejos 4 años.
- ¿Puedo decirte algo?
- Podés decirme TODO.
- Un día sí nos vamos a conocer.
- Yo también lo sentí pero frené: es mejor no frenar.
- Hice trampa.
- ¡Yo lo intuía pero vos lo sabías!
- Te mando un abrazo, vamos a dormir.
- Y yo te mando otro. No, no puedo cortar.
- Ni yo.
- Me gusta tu estilo.
- Y a mí me sudan las manos.
- Sos un flash.
- No es para tanto.
- Primera sonrisa con sonido.
- ¿Apenas una?
- Parece la trigésima vez que hablamos y sólo van 2 horas.
- "Hola, mudo".
- "Hola, vaca".
- Mañana te acompaño en tu paseo.
- Y vos despertá con una sonrisa.
- Es una promesa.
- Son mis 5.
- Son mis 2.
- Leyendo, no me pude resistir.
- Cuidáte, con acento en la a.
- Y tú cuídate, con acento en la i.
- Si volvemos a hablar, será menos difícil cortar.
- Dormiré muy poco, pero fue hermoso.
- Sí lo fue, buenas noches... o días.

Me fui a dormir nostálgica, sorprendida y feliz.
Y por la mañana, hubiera sonreído aún sin promesa.

Dijimos que era mágica, femenina, intuitiva,
que era cíclica y que sabía vivir.
Tú la viste, yo no: las nubes lo taparon todo.
Sólo pude traerte dos detalles:
era una noche hermosa y el olor de esta ciudad.

Me quedé con ganas de verlos:
a la luna y a ti.
Ya será.

Buenos aires:


Guadalajara:

Casi igual

Escribir, para mí, equivale a desnudarme frente al espejo.
Dejarte leerme equivale dejarte verme.

(Que lo sepas, nada más.)

Pequeño problema

La gran mayoría de nuestros problemas,
(como personas y como especie)
es que no tenemos la más mínima -puta- idea
de quiénes somos en realidad.

Descarto una

¿Cuál es la naturaleza de los sueños?
De toda la cantidad de opciones posibles
he comenzado por descartar una:
la humana.

Afortunado Joaquín

¡Qué afortunado Sabina!
Sólo le robaron el mes de abril.
¿Qué esperanza me deja
de reclamar mi vida entera de más de 320 meses?
Si él aún sigue preguntando quién fue,
¿qué me deja a mí?

Diciembre 14, 2009

Un pip

Si mi corazón hubiera sido creado para seguir las órdenes de mi mente
caprichosa, distraída, irregular, maleducada e hiperactiva,
mi paso por este planeta jamás hubiera tenido esperanzas
más allá de un eterno y monótono piiiiiiiiiiiiip.
Qué bueno que tú si, corazón, puedes trabajar independiente(mente).
¡Alguien nos conocía antes de crearnos!

Diciembre 14, 2009

Bueno...

Me atrevería a catalogar a la mayoría de la gente que conozco
como gente “buena”.
¿No nos pasa a todos lo mismo?
¿Entonces por qué el mundo apesta?
Si todos somos “buenos”,
una de dos:
o hay una confabulación masiva, invisible y transnacional de gente “mala”
que, admirablemente y con mucho éxito,
están llevándose todo este mundo al carajo
o todos somos unos hipócritas.

Diciembre 14, 2009

El inventor

El inventor del miedo ha sido el más creativo
en toda la historia de la humanidad.
Y no sólo eso, el más persuasivo también.
Nos hemos jodido la vida comprándole su... invento.

Diciembre 14, 2009

Es eso

No tener prisa es hacerle el amor al tiempo.

Diciembre 11, 2009

Serían 100

Después de casi 10 años de vivir en un drama
(inventado y alimentado por mí -como todos-)...
Ese de "si no soy de aquí ni soy de allá entonces, ¿cuál es mi casa?",
entendí que tengo 2 hogares.
Dejé de sentirme ajena en los dos lugares
y me adueñé de ellos, de ambos.
Y me sentí afortunada porque pude ver que serían 3, 5, 10, 100.
Los que yo quiera.
Y sonreí porque me sentí un poco menos infantil,
un poco menos berrinchuda y trágica,
un poco menos estúpida.
Porque sí soy de aquí y sí soy de allá.

Artículo 164

Vuelvo a infringir el reglamento
en su artículo número 164, fracción sabe-qué:
estacionada en camellón.
Conductor: no presente.
Y me vuelven a multar.
Lo único que dije fue: "ah, mierda".
Y sonreí porque,
aunque me molesta que me reprendan,
nunca he pagado una multa.
Nunca en esta ciudad.
La despegué del cristal, prendí el auto y me fui.

Extraño extraño


Extraño el micrófono. No lo voy negar. En tres meses se cumple un año de haber escuchado a mi corazón gritar: "esto me gusta, esto es lo que quiero". Y seis meses pasaron volando.

No voy a hablar de lo que es la radio. De lo que implica estar en una pequeña cabina, hilando ideas e imaginando que mi voz vuela hasta encontrar a alguien... a alguien. Ni voy a hablar de lo que fui. Sólo diré que es una de las mejores cosas que me ha sucedido en la vida y que hoy que no lo tengo, lo extraño profundamente.

Pero lo extraño raro. ¡Lo extraño extraño! Chistoso. Sin nostalgia. Tranquila. Suelta. Segura de que un día dejaré de extrañar.

La última vez que cerré el micrófono fue duro, sí, pero no podía cargar con una pérdida más. El alma no me soportaba ni un alfiler ya. Nada. Me faltaban las fuerzas y entonces no lo cargué, sólo lo solté. Y no me desgarré, no lloré, no hablé más de eso, no sé si no dolió pero simplemente me despedí y lo cerré.

No me cabe la menor duda y lo digo en serio, que un día volveré a abrir un micrófono. No porque haya una espina que sacar sino porque me resisto a creer que la vida sea capaz de mostrarme una gran pasión sólo para arrancármela para siempre. Eso no puede ser y punto. No sé cuál "micro" ni dónde o cuándo lo abriré pero entonces y por unos breves segundos, el aire será mío otra vez. Y yo del aire.

¿Y qué?

Me ha dado por escribir.
Mucho.
Mi cabeza es un hervidero de ideas
y todo me resulta inspirador.
Mis dedos escurren palabras
y la velocidad no me alcanza.
Tengo diarrea creativa.
¿Y qué?

Polvo de estrellas

Soy polvo de estrellas.
Y como tal, viviré.

Milenaria acupuntura

No sé en qué lugar del cerebro se aloje la "actitud". Hipotálamo, hipófisis, pituitaria, pineal... da exactamente igual. Yo no tengo que saber porque mis botas lo saben. Un buen par de botas estimulan, como si fueran milenaria acupuntura, ese preciso punto en el cerebro y entonces es como si se fuera otra persona.

Pisando el mundo con aquella seguridad y firmeza, sintiéndome tan dueña de mí misma... ¡o de algo! Tan fuerte, tan invencible, tan grande... mezclas perfectas de reto y seducción. Pasos bien dados, uno tras otro. Obviamente no importa que el capital en mi cartera ascienda a la asombrosa cantidad de 22 pesos mexicanos (en puras monedas) pues yo tengo mis botas y con eso llego a donde me da la gana -caminando-, claro está.

Simplemente no quiero que se termine el día y tener que quitármelas. La aventura termina, el personaje se esfuma y la magia me deja sola. Me atrevo a decir que si no fuera tan incómodo dormir con ellas, lo haría. Pisar el mundo con y sin, es definitivamente distinto... muy. Es más, quizá la "actitud" no esté en el cerebro sino en los pies.

Cómo me gustan mis botas cafés, qué buenas son.

Quiero agua

Hoy desperté de sed.
Y sin alcohol de por medio, que conste.
Vi por la ventana: oscuridad.
¿Qué hora será? No tengo idea.
No me quiero levantar, hace mucho frío.
Intenté negociar conmigo misma,
me di la vuelta en la cama
como dándole la espalda a la boca seca.
Quiero agua, quiero agua y quiero agua.
Cierra los ojos y duérmete ya.
Quiero agua.
Mi otra yo no cedió y no esperaba menos de ella.
Es necia.
No me pude volver a dormir
y me enfrenté al frío del piso que,
sin problema, traspasó mis calcetines.
Un vaso enorme de agua,
me lo bebí en 2 tiempos.
Sólo porque se me acabó el aire la primera vez.
Glú, glú, glú y glú.
Volví a la cama.
Las sábanas me recibieron tibias aún.
6:29 de la mañana.
Bonita hora para despertar de sed.
Pero qué hermoso que todavía me quede un rato:
volví a dormir.

Y no tengo idea de porqué lo escribí
y tampoco me importa.

El uno y el dos

Cuando tenía 20 años viví mi primer temazcal. Si no sabes qué es, no seré yo quien te lo diga, no me atrevo. Investígalo y si puedes, vívelo.

Lo recuerdo bien. Era verano en el desierto, yo estaba delgadísima y fue en uno de esos tantos días en que tuve el cabello muy corto. Fue de noche y yo vestía una falda roja y una bulsa pequeñita, sin mangas y muy blanca. No sabía bien a qué iba pero iba. Entramos y después de un par de rituales (a los que yo me sentía ajena y no), comenzó el vapor. Mucho vapor, muy caliente y muy incómoda. Hombres y mujeres, casi todos muy jóvenes, sentados en círculo, apretujados y cantando. No sé cuánto tiempo pasó pero en determinado punto, fue tanto el calor, tan calientes las piedras y tan denso el vapor, que respirar se volvió un reto. Olvidé las piernas cruzadas y me senté sobre mis talones. Completamente mojada de agua, sudor y quizá alguna lágrima, instintivamente puse mi frente en la tierra y comencé a respirar despacio, una y otra vez. Y pude sonreír. Terminó, salimos. El aire se sentía frío lo cual era imposible. Recuerdo comer sandía y volver a casa con mi bulsa blanquísima llena de tierra. El uno: humildad.

7 años y medio después, viví mi segundo temazcal. Sabía que sería una experiencia distinta al primero y, aunque de alguna manera sabía qué esperar, la verdad es que no sabía qué esperar. Se dio porque fue un regalo. Casualmente, esta vez también llevaba una falda roja, otra. Y una blusa blanca, otra. Ahora mismo caigo en cuenta. El cabello larguísimo y otra vez en el desierto. Pero era invierno y hacía mucho frío. 5 de la tarde. Sentí un profundo respeto por los símbolos y no me sentí ajena al ritual, todo lo contrario. Entramos primero las mujeres, después los hombres y quedamos en círculo frente a frente. Piedras calientes, de 4 en 4, mucho vapor y el olor a alguna hierba que pudo ser albahaca, romero o salvia. La nariz se confunde en esas temperaturas. "Tierra mi cuerpo, aire mi aliento, agua mi sangre y fuego mi corazón"... o algo así. Empapada, sumergida, bañada. Era agua y se sentía bien. Esta vez no fue necesario cambiar de postura, sólo estirar las piernas por un momento. Estuve sentada con las piernas cruzadas, las manos sobre el regazo, la espalda recta y una sonrisa. ¡Toda una yogui! Recuerdo pensar: "es justo aquí donde quiero estar justo ahora". Terminó, salimos. Esta vez no hubo sandía pero hubo una ofrenda de tabaco y yo lo tiré al fuego. Me cambié la ropa y me puse la seca. Me dio sueño, hambre y no tenía ganas de hablar. Salí con ganas de estar sola conmigo y disfrutarme. El dos: paz.

Es simple

Me muero por besarte despacio y mucho.
Y que cuándo me preguntes dónde estaba,
decirte "esperándote".
Ya llega, guerrero.

Pereza alimentaria

"Pereza alimentaria" he denominado a la condición que padezco. No sé en qué consista, porqué se da ni si a alguien más en este mundo le pasa lo que a mí. Siempre me toma desprevenida, eso sí.

Cada cierto tiempo, he notado, podré decir quizá cada par de meses, me da una pereza terrible el simple, natural e indispensable acto de comer. No se me quita el hambre, de hecho, sí me da y mucha. Normal. Lo que desaparece es el apetito. Nada, absolutamente nada se me antoja. Repaso mentalmente y dependiendo de la hora mis opciones: quesadillas, huevos revueltos, una ensalada, pasta, arroz, pescado, una sopa, una rebanada de pastel de algo, pan, galletas, fruta, pizza, sushi... ¿un sandwich? Mmm, no. Nada se me antoja, maldita sea, nada me provoca.

A veces como. En un acto meramente funcional y mecánico, termino metiéndome algo a la boca y adiós hasta la próxima que el estómago reclame. Pero otras veces no. La pereza me domina, me resisto a comer sin disfrutarlo y me brinco las comidas como si no me hicieran falta. Prefiero no.

Dura dos o tres días ésta pereza pero con un metabolismo como el mío, no puedo darme semejante lujo. El primer día no pasa nada. El segundo día quizá me duela la cabeza por andar por ahí sub-alimentada. Y al tercero, los pantalones se me comienzan a caer y la báscula se ríe de mí en mi cara. Inevitable, un par de kilos abajo. Para el cuarto día, asunto olvidado, buen provecho y a comer se ha dicho.

¿Qué es esto? No sé pero yo lo llamo así: pereza alimentaria. Lástima que haya empezado ayer, mañana toca burla. Espero el viernes para comer en santa paz.

Las noticias

Las noticias me están volviendo loca. Y no me refiero al noticiero de la televisión sino a las noticias de la gente que me rodea.

Gente que se compromete, gente que se casa, bebés en camino, bebés que ya llegaron, una cocina en remodelación, un cambio de oficina industrial, boletos de avión, un nuevo trabajo, una renuncia a un viejo trabajo, otro departamento, alguien vendió su carro y compró otro, alguien se va a otra ciudad a hacer una maestría y empieza otra vez de cero, un par de amigos ahora son novios -y es mucho más extraño de lo que suena-, alguien se va de viaje. Esas son las noticias que me están volviendo loca.

Me da gusto porque es gente a la que quiero y gente que se merece todo eso bueno que le está pasando y más. Y brindo por eso y los abrazo y los felicito y los despido y los ayudo. Pero también debo reconocer que, últimamente, cuando alguien me da una noticia así, no puedo no pensar en mí. ¿Y dónde están mis noticias? ¿Cuándo finalmente voy a poder anunciar los grandes cambios que busco en mi vida? ¿Cuándo se van a dar? Peor: ¿Se van a dar?

No es envidia lo que siento. Es la desesperación de sentirme tan estancada y a la merced de un universo que no responde, que no trae mis noticias... todavía.

Mía

El sábado en la noche lloré y no entendí porqué hasta hace unos 10 minutos... y ya es miércoles en la tarde.

Estaba allá, en casa de mis papás, y como era el último día que estaríamos los 5 juntos, mi mamá propuso una plática familiar, de ésas que le gustan tanto. De poner en común que esperamos, que queremos, que estamos haciendo y cómo. En general, compartir dónde está cada quién en su camino de vida y de ser iguales los 5, sin los roles de papá, mamá, hermana mayor, hermana del medio y hermana menor.

Hablaron todos y yo fui la última. En cuanto empecé a hablar, la voz se me cortaba. No entendía porqué, no estaba triste, no había razón aparente. Me hice la fuerte porque lo sé hacer muy bien y más o menos dije lo siguiente: que había sido un año incómodo, de grandes lecciones, de un difícil cambio de rumbo. Que no creo que la gente crezca sólo porque pasa el tiempo, la gente envejece, eso sí, pero sólo unos pocos logran crecer, evolucionar. Que quiero ser de esos pocos, que no puedo evitar vivir tan intensamente, que ésa soy yo y que no lo quiero hacer de otra manera. Que tengo un gran proyecto de trabajo en puerta y que lo estoy esperando con toda el alma. Que me encanta estudiar y nimodo, lo haré de por vida, que cada cosa que aprendo me hace querer saber más. Que había disfrutado muchísimo el tiempo de vacaciones con ellos, que había fluído, que había descansado y que me sentía renovada.

Volteé a ver a mis papás, que estaban sentados juntos en el sillón y les dije de frente y como si lo hubiera tenido preparado: gracias por haberme educado en la libertad, por haberme dicho siempre que mi vida es mía y por dejarme vivirla, hasta el día de hoy, como yo he creído. Creo que ese es el regalo más grande que me podían dar y gracias por dármelo. Es la mejor herencia que jamás tendré. Me he construído una forma de ser, de vivir y un sistema de creencias que yo inventé para mí. Me enseñaron a no comprar automáticamente lo pre-establecido y a cuestionar... aunque terminara cuestionándolos a ustedes. El día en que me di cuenta que era cierto que yo tenía mi vida en mis manos y que podía hacer lo que quisiera con ella tuve mucho, mucho miedo. El día que entendí que absolutamente nadie en este planeta había transitado por mi mismo camino tuve mucho, mucho miedo. Tuve ganas de no equivocarme nunca y de conocerlo todo antes de hacer una elección. Y ninguna de las dos cosas se puede. No quiero desperdiciar nada. Ser una mujer más grande a cada respiro. Tengo mucho trabajo porque continuamente tengo que crear mi vida, hacerla mía, mía... No pude decir un tercer "mía" porque el llanto me ganó... y a todos. No entendía porqué lloraba, pero lloraba(mos) y mucho.

Cuando mi hermana pudo hablar, me preguntó porqué lloraba y lo único que pude decirle fue: "porque estoy exhausta"... y seguí llorando. Empezaron como en cascada a caerme palabras hermosas y me di cuenta que esas personas jamás han permitido ni van a permitir que se me olvide quién soy.

Hace unos minutos y sin buscarlo, acabo de comprender que lloraba de miedo. Lloraba porque tengo mucho miedo de que lo que estoy creyendo y creando no sea verdad y todo se me derrumbe. Supongo que es parte de ser un ser humano que se muere por vivir y por sacarle hasta la última gota de jugo a esta vida deliciosa.

Hoy me da más miedo y me parece mucho más vacío no tener nada que creer. Y afortunadamente, no es mi caso. Lo que sí, es que ya no quiero tener miedo. No sirve tanto miedo: pesa demasiado.

Un poco más

Encuentro en mi fuerza interior y la pasta de dientes una similitud sorprendente: justo cuando pienso que ya no puede haber nada ahí dentro, obtengo justo la cantidad necesaria para ese momento.

Noviembre 26, 2009

Las luchas frustradas

Ayer me puse muy borracha. Llegué a mi departamento a las 4:10 de la mañana sólo para ver el reloj y no poder creerlo. De verdad, pensé que era mucho más temprano. Comenzamos a beber alrededor de las 8 de la noche. 8 horas: toda una jornada. Íbamos, según esto, a darnos un baño de pueblo: ver un folclórico espéctaculo de lucha libre (yo iba a perder mi virginidad -en ese aspecto-). Estaba lista para mi primera vez en las luchas pero las intenciones se frustraron cuando encontramos la arena cerrada, apagada y vacía.

Entonces decidimos ir a un bar cercano para ahogar nuestra tristeza y no desperdiciar la oportunidad de estar. Todo iba bien con la cerveza, aprovechábamos felices el 2x1 hasta que apareció el tequila. Creo que eran dobles, estaban muy grandes esos caballitos. Y tequila blanco, como si se me fuera a olvidar que vivo en Guadalajara, carajo. Agradezco a Dios internamente que no tuvieron mezcal.

Jugamos dominó porque no tenían baraja. No gané ni perdí porque al final del juego yo sólo tenía esa fichita graciosa a la que más le valdría no existir: la mula de nada. No cabe duda que más vale pedir perdón que pedir permiso: cuando preguntamos al mesero si se podía fumar en la mesa, nos dijo que no. Que si volver a empezar, que si no... que si eres la misma, que si no... que si no lo haces ahora, ya no lo hiciste nunca. Guacamole con chipotle, cosa rara pero rica. Después de tener que ir al baño y a la calle para poder fumar, decidí que era momento de una pequeña apuesta: el cubilete. Si ganaba, el mesero nos dejaba fumar en una mesa cerca de la ventana. Si perdía, no podía fumar ni en el baño, ni en la calle, ni en ningún lugar. Y una borrachera de ese tamaño sin fumar era en definitiva un coitus interruptus insoportable. Todo o nada. Lo valía. 5 dados, full de reinas con ochos. Dije la verdad, no me creyó, gané, trato cerrado con mano y fumamos.

Disfruté mi borrachera. Creí que me la merecía y entonces me la puse y bien puesta. Disfruté la plática, la noticia, la decisión, la confesión, las carcajadas y las "coincidencias". Hacer a un lado al par de hombres que nos acompañaban y buscar el espacio, aunque fuera, para mi diversión personal, en el baño de mujeres. Irremediable plática femenina. Disfruté hasta lo incómodo de morder naranjas con chile piquín y tener que vivir con la paranoia de tener algo entre los dientes. Los temas espinosos que hablamos. La confianza. La apertura. Qué mas daba, ahí estábamos. La idea sobre la mesa de trabajar juntas alguna vez. Somos bastante parecidas en realidad. En algún momento, llegué a preguntarme qué tanto podrían tener en común un veterinario de 21 años y un publicista de 36 que en su vida se habían visto. Pues para mi sorpresa nunca se les terminó la conversación. Apuesto a que hablaron desde perros hasta... perras. Cada quien lo suyo.

Las niñas invitamos y nos regresamos a una mesa los 4. Dejó de ser tan divertido cuando se me entumeció la sonrisa, señal inequívoca de que estoy francamente mal. Además, había comido muy poco en el día y el tequila se fue por la libre sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Flojita y cooperando, eso sí lo cumplí. Todavía no sé si nos despedimos ahí o después. En tierra de ciegos el tuerto es rey: cambio de conductor. Tengo borroso el recuerdo de la mitad del camino, quizá me dormí. De la otra mitad me acuerdo bien: cuando me subí al carro, me tardé en cerrar la puerta porque por un momento, pensé que iba a vomitar y me dio mucha risa. Gracias al cielo, no vomité: odio vomitar. Un buen martes 5 de enero en la madrugada, borrachísimos, muriendo de frío y de sueño afuera de mi departamento, hablábamos del gran año que estaba comenzando. Entré a casa, fui tirando la ropa en mi recorrido y me dormí.

Obviamente y como era de esperarse, desperté terriblemente cruda, o bueno: creo que aún borracha. "Voy tarde, no me siento muy bien" fueron las palabras a mi jefe. Cinismo sí, mentira no. Dormí otro rato. Cuando volví a despertar, encontré en mi bolsa el voucher firmado por más de 500 pesos que tenía que haberse quedado el mesero, no yo. Todavía no sé si me hicieron el cargo en la tarjeta o si me regalaron la experiencia. Dudo lo segundo, ya me enteraré. Un par de aspirinas, casi un litro de agua y un buen baño con agua calientísima. Llegué tarde a trabajar con un pretexto muy barato pero bastaba con verme la cara para creer que sí estaba enferma.

A pesar del dolor de cabeza, el asco, la temblorina de manos y la sed, ha sido un buen miércoles y ayer indudablemente fue un buen martes, en el que las luchas frustradas nos llevaron a una cantina donde la perdición nos acorraló entre 4 vicios: el juego, el alcohol, el humo de tabaco y las palabras honestas. ¡Salud... por las que faltan! Las 2 de 3 caídas, pueden seguir esperando.

Un viaje

"La vida es viaje más íntimo y más público que jamás haremos", fue lo más inteligente que dije ayer.

El maestro

Es año nuevo y no puedo evitar empaparme de la reflexión que inunda el ambiente. De la nostalgia de ver hacia atrás y hacia adelante, muchas de mis neuronas se quedaron de vacaciones y reconozco que no he tomado suficiente chocolate caliente. Me resulta muy cómico como en enero, todos somos superman. Basta que sea enero para que creamos que ahora sí, lo podemos todo y veamos al mundo como una pequeña canica azul. Me causa mucha gracia eso. Una y otra vez, ¡cada año es lo mismo!

2009 fue un año maestro, un año difícil, intenso y absurdamente incómodo. Trajo grandes, enormes lecciones.

Fue un año maestro porque me mostró de frente quién soy. Cuando uno tiene el valor de ver hacia adentro con honestidad, encuentra de todo. Encontré una enorme pasión, ese fue el gran regalo de 2009. Encontré mucha fuerza... tanta, que a veces se convirtió en rigidez. Encontré perseverancia... tanta, que se convirtió en obsesiva terquedad aferrada. Encontré mucha impaciencia, me cuesta mucho trabajo esperar, confiar. Entender que las cosas no van a pasar cuando a mí me de la gana o cuando yo decida que es el mejor momento, que todo tiene su tiempo y su espacio. Sentí muchas veces que, en ese lugar a donde sea que lleguen las peticiones más genuinas del corazón, mi archivo se había traspapelado y estaba perdido en el limbo del olvido. Tuve mucho miedo de que el universo me hubiera "olvidado" y de ser la excepción a la regla de: "lo que se siembra, se cosecha". Entendí a la mala que no puedo olvidarme de mí, de descansar, de detenerme. Me va mal, muy mal cuando me dejo sola, cuando no me alimento el alma. Fumé como histérica todo el año, estaba incómoda, frustrada, desesperada. Hice muchas tonterías también. Muchos días, demasiados, mis primeras palabras del día fueron "la puta madre, no quiero ir". Me resistí, dejé de disfrutar, de confiar y sólo pensaba "esto también pasará". Encontré gente valiosísima conmigo. Personas que con sus palabras, con sus miradas, con su compañía, su cariño me demostraron lo afortunada que soy. Descubrí que amo la vida, que tengo unas ganas insoportables de vivir, de ser, de experimentar. Y también descubrí que no todos lo tienen. Soy incansable en la búsqueda de mi crecimiento, tomé las riendas de mi vida y no solamente pude vivir sola sino que lo disfruté. Volví a descubrir que me gusta comunicar y resulta que puedo hacerlo muy bien. Agradecí de frente a mis papás haberme educado en la libertad. Agradecí de frente a mis hermanas ser tan, pero tan distintas a mí. Este año lloré mucho más que otros años. Lo cual, lejos de ser triste, es un logro personal. Lloré de coraje, lloré de tristeza, lloré de dolor, lloré de emoción, lloré de soledad, lloré de risa. Y finalmente entendí que soy una gran mujer.

El 2009 me dejó exhausta, con un una gran moneda al aire y con una sonrisa hermosa de puras ganas de vivir.

En el 2010 francamente tengo muy pocos planes. Ese será el reto: dejar de planear y empezar a fluir. Me encantaría que pasaran ciertas cosas, claro, pero más que propósitos y objetivos específicos, quiero tener actitudes distintas. Y serán dos: la confianza y la apertura. Que pase lo que tenga que pasar, aquí estaré intensamente viva, para recibirlo.

Ayer, como cuando era niña, solté un globo al aire con un papelito amarrado del listón y lo vi elevarse y perderse en el cielo. Escribí en el papel un propósito, un deseo, una intención. Solamente 3 palabras: ser estúpidamente feliz.

Quizá alguien lo lea

Hoy decidí crear un blog. No se porqué, simplemente pensé que sería bueno. No es (o no era) un propósito de año nuevo ni nada de eso. Sólo quise tener un "lugar" para mí. Para que esas cosas que hago, que pienso, que observo puedan hacerse más reales porque están escritas. Y regresar al cabo de un tiempo a leerlas otra vez y que no se me olviden tan fácil. Esas tonterías que pasan todos los días o esas grandes cosas que nos cambian eso que nos gusta llamar "la vida". Y también para compartir esto con alguien. Quizá te conozca, quizá no y eso me resulta fascinante.

Haré de éste un espacio real. No puedo prometer grandes palabras, poesía, sabiduría, chistes, recetas; ni siquiera puedo prometer algo valioso. No sé qué haré con este espacio, ya lo iremos viendo juntos. Sólo puedo prometer honestidad. Lo que pase, lo que vea, lo que viva, lo que quiera... aquí lo escribiré con toda honestidad porque quizá alguien lo lea.