El uno y el dos

Cuando tenía 20 años viví mi primer temazcal. Si no sabes qué es, no seré yo quien te lo diga, no me atrevo. Investígalo y si puedes, vívelo.

Lo recuerdo bien. Era verano en el desierto, yo estaba delgadísima y fue en uno de esos tantos días en que tuve el cabello muy corto. Fue de noche y yo vestía una falda roja y una bulsa pequeñita, sin mangas y muy blanca. No sabía bien a qué iba pero iba. Entramos y después de un par de rituales (a los que yo me sentía ajena y no), comenzó el vapor. Mucho vapor, muy caliente y muy incómoda. Hombres y mujeres, casi todos muy jóvenes, sentados en círculo, apretujados y cantando. No sé cuánto tiempo pasó pero en determinado punto, fue tanto el calor, tan calientes las piedras y tan denso el vapor, que respirar se volvió un reto. Olvidé las piernas cruzadas y me senté sobre mis talones. Completamente mojada de agua, sudor y quizá alguna lágrima, instintivamente puse mi frente en la tierra y comencé a respirar despacio, una y otra vez. Y pude sonreír. Terminó, salimos. El aire se sentía frío lo cual era imposible. Recuerdo comer sandía y volver a casa con mi bulsa blanquísima llena de tierra. El uno: humildad.

7 años y medio después, viví mi segundo temazcal. Sabía que sería una experiencia distinta al primero y, aunque de alguna manera sabía qué esperar, la verdad es que no sabía qué esperar. Se dio porque fue un regalo. Casualmente, esta vez también llevaba una falda roja, otra. Y una blusa blanca, otra. Ahora mismo caigo en cuenta. El cabello larguísimo y otra vez en el desierto. Pero era invierno y hacía mucho frío. 5 de la tarde. Sentí un profundo respeto por los símbolos y no me sentí ajena al ritual, todo lo contrario. Entramos primero las mujeres, después los hombres y quedamos en círculo frente a frente. Piedras calientes, de 4 en 4, mucho vapor y el olor a alguna hierba que pudo ser albahaca, romero o salvia. La nariz se confunde en esas temperaturas. "Tierra mi cuerpo, aire mi aliento, agua mi sangre y fuego mi corazón"... o algo así. Empapada, sumergida, bañada. Era agua y se sentía bien. Esta vez no fue necesario cambiar de postura, sólo estirar las piernas por un momento. Estuve sentada con las piernas cruzadas, las manos sobre el regazo, la espalda recta y una sonrisa. ¡Toda una yogui! Recuerdo pensar: "es justo aquí donde quiero estar justo ahora". Terminó, salimos. Esta vez no hubo sandía pero hubo una ofrenda de tabaco y yo lo tiré al fuego. Me cambié la ropa y me puse la seca. Me dio sueño, hambre y no tenía ganas de hablar. Salí con ganas de estar sola conmigo y disfrutarme. El dos: paz.

1 comentario:

CUAUHTOR dijo...

¿Y qué habrá en el tercero?