Son agua

¿Cómo se olvida lo que nunca pasó?
¿Cómo se extraña lo que nunca llegó?
¿Cómo me tallo de la piel
lo que nunca me tocó?

"¿Cómo saber que al mar 
no le duelen los golpes de la lluvia 
sólo porque los dos 
son agua?"

¿Cómo se escribe un grito
sin romper la hoja?
¿Cómo se habla para adentro
sin rasgar el alma?

Y sobretodo, sobretodo:
¿por qué no puedo respirar?

Mañana nos vamos

Venimos de los monos y las estrellas. Ésa es mi conclusión y estoy convencidísima. Empiezo por el final porque puedo y porque quiero. ¡Otra conclusión! Vaya, que estamos de fiesta. Úlima: no sabemos nada.

Cada vez entiendo menos y eso es bien sabido. Al menos por mí. Veo a los monos tan felices y a las estrellas tan en paz que me resulta inevitable preguntar qué nos pasó. Me rasco la cabeza y no sé qué contestarme. ¿Dónde estuvo la falla? ¿De dónde nos salieron tanta necedad y tanta ceguera? ¿Quiénes creemos que somos?

Nos hemos construido muros y hemos corrido a toda velocidad contra ellos. Tanto y tantas veces que ya se nos rompieron los dientes y las ganas. Nos hemos roto la cabeza al grado de no reconocernos más unos a otros. ¿Y qué hacemos después? Nos quitamos la sangre de los ojos con el dorso de la mano y volvemos a correr al bendito muro. Pum.

¿Por qué tenemos este impulso de polarizarlo todo? Esta necesidad imperiosa y estúpida de meternos en cuadritos (muy chiquitos), de pensar en absolutos, de meterlo todo en cajones de madera vieja, con olor a humedad y a podrido, llenos de polilla. Cajones que se abren y se cierran con llaves muy difíciles de usar y que todo el tiempo se están rompiendo. ¡Ya quisiéramos ser bestias! O estrellas mejor. Para brillar todos quedito sin molestar a nadie. Y volar.

Supongamos que entiendo lo de los cuadritos. Pero que alguien me explique: ¿qué pasa con todo lo demás? ¿Eh? Que alguien que siga creyendo que somos excepcionales, venga y me explique: qué con todas las superficies a las que no se les pegan etiquetas... porque el resistol también se derrite, se resbala y deja de pegar. Qué con todas las formas que la geometría no ha inventado, qué cuando arde el fuego y tiembla la tierra, qué con lo que está ahí pero nuestro oído no escucha y nuestro ojo no ve. Qué con las sorpresas, qué con la magia, qué con el misterio, qué cuando coincidimos. Qué con todo lo que no es blanco o negro, grande o chico, feo o bonito, arriba o abajo, bueno o malo. Qué con todo lo que está en medio. ¿Dónde se pone? ¿A quién se lo doy? Necesito mucha ayuda para acomodarlo todo. Tengo un par de paquetes acá y ahora mismo quiero una explicación. Ahora mismo. Seria, real y urgente. (Seguro será divertidísima, me muero por escucharla).

Aquí estamos. Tratando de cortar flores con serruchos, haciendo girones la ternura y escupiéndole los pies a la libertad. Ensuciando el agua y dándosela a beber a quien más quieras. Mordiéndonos la lengua al hablar para que nos entiendan mejor, mirando pantallas, pegándonos relojes al cuerpo, firmando papelitos, contando monedas y con plástico enterrado entre las manos. Metal enredado en nuestros dedos. Respirándonos el asco, la vergüenza y el hartazgo. ¿Quién necesita el sol si tiene un foco? ¿Quién necesita la luna si está dormido? Siempre tan ocupados, tan apurados, tan temblorosos, tan atentos a quién sabe qué y tan distraídos con cualquier cosa. Tan amarrados y contenidos en corbatitas, agujetitas, cinturoncitos, rutinitas, tableritos, jueguitos, reglitas, callecitas. Viditas... ¡viditas! Así sí, así no. "Mira, no te vayas por allá, camina mejor por acá." Viendo al suelo, susurrándonos deseos aletargados, aguantándonos los sueños y tratando de no hacer demasiadas preguntas. Si puede ser ninguna, mejor. ¿Para qué? Todos, todos. Tic, tic, tic. Todos, todos. Un, dos, tres.

(...)

Que si lo bueno, que si lo malo, que si lo mucho, que si lo poco, que si lo tuyo, que si lo mío, que tú sí, que yo no, que muy mal, que muy bien, que tú allá, que yo acá. Cierras la puerta y hasta mañana. Que así se siente, que así se hace, que así se piensa, que así se dice... ¿y todo lo que no? ¡Ah, bueno eso es muy fácil! Es la historia de la humanidad en la primera lección: todo lo que no es lo otro. Punto pelota y se acabó el corrido.

Yo digo que bendita otredad y loca ya estoy desde hace vidas. A mí que me pongan con los otros, a mí que me pongan con nosotros.

(...)

Propongo una bodega. Vamos a construirnos una bodega para guardar todo lo que no nos cabe. Para ir a aventarlo y ponerle un altar. Llevemos todo lo inconveniente, lo que nunca supimos explicar y nos incomoda hasta las pestañas. Una bodega sin techo y sin paredes. De dimensiones mundiales, por favor. Una bodega de colores increíbles y criaturas que no existen. Llena de todos. Llena de agua. Llena de viento. Vamos a vernos desnudos al espejo y vamos a decir las cosas en voz alta. Fuerte y claro. Y al que no le guste que grite, que se pare de cabeza y que se arranque las uñas... si quiere. Vamos a hacer que los adjetivos no sean indispensables. Vamos a aplaudirle al verbo. Vamos a tener coraje y vamos a sonreír más que nunca. Vamos a descansar como santos y a amanecer como nuevos. Vamos a quemar todas las cajas de cartón, toda la cinta adhesiva, lo indeleble y todas las palabras que duelen. Vamos a perder la memoria y a aprender otra vez de cero. Vamos a besarnos. Vamos a sembrar muchas plantas para contarles todo; ellas escuchan, lo hacen muy bien. Vamos a dejar de picarnos las costillas y dejar de mutilarnos la piel. Por fin. 

(...)

Almas encerradas en costalitos vivos y hermosos 
de carne, hueso y electricidad, 
pegados a una piedra de agua 
que gira a velocidades impresionantes 
mientras le da la vuelta a una
de millones de esferas flotantes... 

Y ésta a su vez 
bailando su propia música 
y hacia su propio lugar. 
¿Más loco que eso? 

¡¿Más?! 

Somos el accidente más perfecto, el experimento más absurdo y el más hermoso manojo de todo lo habido y por haber. Somos soberbios y somos ridículos. Y creemos que no somos parte y se nos caen las piezas. Somos todo y mañana nos vamos.

Tengo náuseas

El día que deje ser una imbécil
y me ponga a escribir en serio,
se me van a voltear 
el estómago,
el reloj
y la vida.
En ese orden.

Tengo náuseas.

¿Qué hacen?

¿Cómo hacen para vivir sin papel,
sin tinta y sin grafito?
¿Sin el sonido apasionante
de arrancar una hoja de golpe
y matarla dentro de un puño cerrado?

¿Sin el tac tac tac de un teclado
a media noche?
¿Sin el clic clic clic de un sentimiento
vistiéndose de letras?

¿Cómo pueden no fumar por las mañanas
ni comer con las manos y con la sal?
¿Cómo no abren las ventanas
y caminan con pantuflas?

¿Cómo andan sin dolores de espalda,
con baños de agua fría,
sin manos en los bolsillos,
sin cocinarse los antojos
y durmiendo con una sola,
triste
y anodina
almohada?

¿Cómo viven sin atar
heridas con sonrisas,
poemas con maletas,
nostalgias con canciones,
viernes con cervezas
y adioses con gracias?

¿Dónde se ponen la incertidumbre
si no en la garganta?
¿Dónde se ponen el cansancio
si no en los hombros?
¿Dónde el coraje si no en las piernas?

¿Cómo no explotan
en mil pedazos
y vuelan por los aires
los que no escriben?

¿Qué hacen 
cuando les tiemblan las manos
y
no
pueden
res
pi
r
a
r?
¡Qué hacen!
¡Qué!

¿Cómo andan por el mundo
sin amigos,
sin hermanos,
sin ojeras?
Sin cicatrices ni refugios.
Sin faldas ni perfume.
Sin pan con mantequilla.
Sin pecas en la nariz.

¿Cómo se ponen de pie
sin otoños nublados,
sin invierno en el desierto,
sin locuras nuevas, 
sin calendarios viejos,
sin distancias,
sin sopa
y con ropa?

¿Cómo viven sin pisar la tierra, 
sin arrancarse un grito,
sin subirse a escondidas a la azotea
y abrazarse de sorpresa por detrás?

¿A dónde corren?
¿Dónde lloran?
¿Lloran?
¿Con quién?

¿A dónde van si no a unas manos,
a una playa,
a una pregunta,
a un cuello,
a otro país,
a otra cama?
¿A dónde?

¿Cómo permanecen quince años en un trabajo,
veinte en una casa,
treinta en una ciudad
y cuarenta en un amor?
¿De qué están hechos?

No entiendo.
No imagino.
No alcanzo.

¿Cómo será estar
en el mundo
y no ser
yo?

Regálame una noche


Regálame una noche: no vamos a dormir. 

Anda, ven.

Sólo nos tocaremos lo que pueda ser tocado con la mirada y con la voz. Me voy a morder los labios si se me quiere fugar un beso; pero si la vida no tiene garantías, yo menos. Hablaremos hasta que se nos seque la noche. La música la sirves tú. El vino lo sirvo yo. Báñame con tu voz, cúbreme con tu búsqueda, búrlate de la prisa. Y ven.

Juro decirte la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 

Ayúdame. Voy a necesitar que hagas preguntas. Hazlas todas. Empieza por las más urgentes que tengo comezón debajo de las uñas, promesas arañándome las costillas y amores viejos acariciándome la base de la espalda. Tengo cadenas de plata en los tobillos que amarran recuerdos que nunca sucedieron, ganas guardadas en el ombligo y su olor escondido detrás de las rodillas. Su risa, el bosque, el frío, los pies descalzos, el agua caliente en la regadera, el peso de su cuerpo, la cicatriz de su boca, el salmón con ensalada, el agua de piña, aquél jardín y esa pared. Tanta gente. Tantas vueltas. Tantos objetos. Tantas ciudades de piel y asfalto.

Apúrate, por favor, que me quiero confesar. Necesito abrirme la piel y contártelo todo ya, todo a ti. No voy a ocultarte nada. Será una confesión en la que nadie estará de rodillas y nadie pedirá perdón. Será sólo así. No, créeme: no es valentía, es urgencia. Vamos, carga una pregunta en el revólver y apúntame en la sien. Dispara de una vez. Que dice la luna que el reloj no se detiene. Y esta noche mañana acaba.

Regálame una noche: no vamos a dormir.

(¿De qué estarán hechas las estrellas que siempre nos quieren desnudar por dentro?)

Me volveré tinta para regarte las plantas de los pies; y de los dedos te saldrán flores de colores, ¿te imaginas? Seré el humo que respires la próxima vez que llores, el deseo que te comerás a cucharadas antes de irte a trabajar. Me voy a volver la oscuridad de tus ojos cerrados para que nunca puedas volver a dormir sin mí. Le soplaré el polvo a mil historias y te las encajaré entre el pecho y el alma. Voy a mostrarte garabatos que construyeron sus casas en otros mundos: en tres o cuatro servilletas viejas en la periferia de hace como siete años. Llévate cada palabra que me atreva a pronunciar y guárdalas bajo tu cama; ellas asustarán a los monstruos que te asustan a ti. No diré ni media mentira, pregunta lo que quieras. Los nudos en mi garganta, llévatelos. Desenrédalos y téjete un paraguas para las noches de tormenta. Voy a poner las dudas en el florero de la entrada para que cuando llegues, te reciban en la puerta. Voy a perfumar el aire con la tierra fértil que sembraré en el huequito de tu clavícula. Voy a dejar un escalofrío en el cajón de tu ropa y un secreto de arena en tus zapatos. Te va a molestar cuando camines y te vas a acordar de mí. Te conjugaré un millón de verbos en cuatro idiomas, robaré la cuarta cuerda de tu guitarra y te haré un barquito de papel con mi acta de nacimiento. Ese barco sabrá volar. De mí no quedará nada, todo lo tendrás tú.

Seré tuya cada minuto de cada segundo de esa luna y cabrán tres otoños en esas sombras. Voy a desdoblar cada centímetro de mi historia y te la pondré con cuidado sobre las piernas.

Cuando salga el sol, después de tomar café caliente y cargado, en silencio y en ayunas; me abrazas, te abrazo y nos decimos adiós. Nos vestimos de distancia y olvido. Corremos en direcciones opuestas y no nos volvemos a ver jamás. Yo fingiré que las cosas se despiden y tú fingirás que no me fui contigo. 

Si tú me regalas una noche, yo te lo regalo todo. 

Y si eso no es hacer el amor, yo ya no entiendo nada.

¿Cuánto mides?

De altura, 1.69. 
Pero depende; 
si estoy triste, un poco menos.

Estupideces

Un día alguien me dijo que celebrar la fecha del propio nacimiento era absurdo y ridículo porque qué mérito tenía un hecho meramente biológico como nacer. Que no se pide, que no se busca, que no se logra. Nomás se llega. ¿Por qué me felicitas por haber nacido? No seas estúpida. ¿Por qué me regalas algo 30 años después de un suceso que jamás recordaré? No es más que reproducción desafortunada y sistemática, sólo sucede. No hay razón para celebrar nada. No seas estúpida. Felicita a mis padres, en todo caso, ¿yo qué?, prácticamente no estaba ahí... no seas estúpida.

Le hablé de magia y de misterio y le dije que lo que se celebraba no era el nacimiento sino la vida, el encuentro, estar aquí... (o allá, pues). Naturalmente, no lo convencí. Ni en un millón de vidas lo hubiera logrado. Pasaron unos meses más y jamás lo volví a ver.

Jódete y feliz cumpleaños. Vive, no seas estúpido.

La primera escala

Me iría contigo al fin del mundo, guapo.
Pero me invitaste a Tepoztlán.
Y claro que vamos.
Tal vez sólo sea la primera escala.

A partes iguales

No me pasa nada, pero absolutamente nada que no le haya pasado a alguien alguna vez. Y es medio decepcionante y medio liberador a la vez. A partes iguales.

Ficción absurda y ridícula

Hoy hubiera querido cenar con mis padres. Un martes cualquiera. Yo hubiera llegado antes que ella pero él ya hubiera estado ahí. Llegar de la oficina y dejar el hartazgo al lado de los zapatos, por ahí, muy cerca de las escaleras. Aventar la bolsa, escuchar el silbido y sentir su beso tibio... que me preguntara cómo fue el día y que me viera la mirada al responder. Yo haría un comentario sarcástico y él sonreiría como niño sorprendido. Veríamos un ratito la televisión, uno que otro comentario aspaventoso de cómo es que el mundo se nos vino al carajo... algo del campo, algo del consultorio, algo de la universidad y escuchar sus llaves sortear la chapa... "ya llegó tu madre". "¡Hey!", diría ella. Llegaría jugando con su respiración y zapateando su ritmo retumbando todos los ecos de la casa. Algo arreglaría en el camino: un cuadro, una vela, algo fuera de lugar. Contaría un par de aventuras y luego diría que todo está bien. Él comenzaría con los preparativos en la estufa como si nadie hubiera comido en meses. Él de pie y nosotras sentadas atacando el plato. El ruido de los hielos, del agua, de la puerta, de todo. El perro del vecino. El vaivén de sus rostros, los olores familares, la escena que nunca sucedió. Los dos me besarían en la frente antes de irse a dormir y yo me quedaría leyendo. Apagaría la lámpara y después de lavarme el día de la piel, me metería en las sábanas tensas, frescas y deliciosas.

Cosas hoy indispensables

Un tubo de metal para meterlo entre los engranes del reloj.
Un machete recién afilado para cortar la masa de tiempo en pedacitos.
Una caja de madera, clavos y un martillo;
para meter todos los pedacitos
y enterrarlos en la arena de algún mar.
Un cerillo para prender la mecha
que prenda una bomba
que haga estallar por los aires
el montón de mentiras que compré.
Una botella de vino para beberla un jueves por la mañana.
Un foco fundido para cumplirme un capricho.
Plastilina para volver a jugar.
Un costal para guardar las estrellas que alumbraban el cielo
el día que nací.
Un riesgo, para pegarlo con saliva a una moneda
y todo jugármelo en un volado.
Otra vez.
Una copa de cristal para ponerla en el altar
donde van los sueños.
Silencio, para romperlo a gritos y carcajadas.
Agua caliente para tallarme lo triste de la piel.
Unos huaraches que me lleven al camino que me lleve a mí.
Mucho papel y mucha tinta para estar conmigo.
Mucho verde y mucho azul para curarme un golpe.
Una película para verla ahora.
Y tres noches sin sus días para ti.

Es vacío

Ahora estoy pensando que, a veces,
uno se va y se queda.
Se va sin llevarse.
Se queda aunque ya no esté.

Porque sí.
Porque hay muchas maneras de estar
y tantas más de irse.
Porque las cosas empiezan a acabarse
antes de que acaben de terminar.

Es fácil.
Es vacío.

¿Entonces cómo me despido
si ya no estoy?
¿Cómo digo "adiós"
si ya me fui?