Después de las 10 p.m.

Ayer -una vez más- me preguntaron: "¿y por qué te vas?". No pude más que sonreír y suspirar... y volver a sonreír con la mirada encendida. Abandonada por toda posible explicación lógica, me quedé sin palabras y me encogí de hombros. No porque no supiera la respuesta sino porque no sabía cómo expresarla.

Por suerte, estaba ahí una mujer maravillosa, mi maestra del alma, que al ver que la pregunta me rebasaba, dijo: "valiente mujer que sigue su corazón". Clarificó mucho más que el aire.

Recibí tres abrazos y me fui... prometiendo que volvería un día como llegué la primera vez. Tocando la puerta sin ser esperada, haciendo preguntas y con el corazón abierto. Esa no fue una despedida. Me alegro. Y supe que es cierto: las grandes verdades no pueden ser entendidas desde la razón.

No tengo argumentos sólo una enorme libertad. Es ella la que me lleva y me seguirá llevando.

Nos pasamos

Qué bueno que pasara todo lo que pasó.
Que me pasaras tú y que te pasara yo.
Y que nos pasáramos.

De cuando...

De cuando el mejor día de la semana era el lunes... el jueves, el viernes, el sábado y el domingo. De cuando no podía escuchar una sola risa tuya más. De cuando todo era una incógnita. De cuando me estaban esperando en dos ciudades. De cuando me arrancaba de esta ciudad. De cuando sólo faltaba un cheque. De cuando mi cama estaba envuelta en plástico y mis sábanas olían a limpio. De cuando mi primera vista de la mañana eran casi todas mis cosas. De cuando tenía un par de boletos de avión que ya quería usar. De cuando ya nada me detuvo. De cuando estaba en casa pero era visita y de cuando era visita pero estaba en casa. De cuando ya todo era cuestión de días, no meses. De cuando no sabía cuándo iba a volver. De cuando me sentí tan segura, tan fuerte y tan libre como hace mucho no me sentía. De cuando no me alcanzaron los adioses, los abrazos, las sonrisas... las gracias. De cuando tenía vacíos los cajones y lleno el tanque de gasolina. De cuando recolectaba miradas llenas de intenciones llenas de todo. De cuando entendí la envidia de quien quiere pero no puede. De cuando dejó de importarme la urgencia de lo ajeno. De cuando nada tuvo más sentido que ir a buscar un sentido. De cuando amanecí con un nosotros en la almohada. De cuando sabías que te quería y que me costaba trabajo irme. De cuando no supe cómo despedirme y entonces abracé y dije: "ya nos veremos otra vez algún día". De cuando fui a mi última clase de yoga donde conocí yoga. De cuando volví a escuchar un disco nuevo y volví a escribir. De cuando todo el poder estaba en ser congruente conmigo misma y nada más. De hoy.

Inundación

Estoy tan inundada de palabras que no puedo escribir. La voz de mis dedos está callando. Lo siento. Todo lo siento.