Dos lejos

Él: Estoy volando con esta música. Escucha.
Ella: A ver.
Él: ¿Sigues ahí?
Ella: Sí, perdón. Me fui... me acordé... me... sí, aquí estoy.
Él: Ahora escucha esta.
Ella: Me dieron ganas de estar en otro lado, tomando un café y viendo al mundo girar.
Él: En un sillón en medio de un parque... abajo de un árbol grandote. Y que la rola dure unos 3 ó 4 días. Ver cómo amanece, cómo pasa el día, se mete el sol, pasan estrellas, se aclara, hay luz, amanece...
Ella: Y sin salir del sillón.
Él: Ni sentir hambre, ni frío, ni miedo, ni calor. Sólo aire.
Ella: Y la música.
Él: Y tú.
Ella: ¿Me invitas?
Él: Escucha esta otra.
Ella: Esa canción se me antoja para ir caminando por toda la ciudad hasta llegar a... otra.
Él: Y a mí para que estés aquí.
Ella: ¿Ya volviste de tu vuelo?
Él: No tanto. ¿Dónde estás?
Ella: Muy lejos, cerca del mar.
Él: ¿Y dos lejos harán un cerca?
Ella: Ojalá.
Él: Ojalá.

Lo que dijo Agrado

"Porque una es más auténtica
cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma..."

Todo sobre mi madre
Pedro Almodóvar
1:15:15

Entre las 2 y las 3

Me pediste que lo escribiera y aquí está. Lo que dije entre las 2 y las 3 de la tarde de hoy fue: "Tú y yo venimos de otro lado. Y lo que creo que venimos a aprender es que hay cosas que no se sueltan. Y no porque después no fuéramos a encontrar nada bueno sino porque no íbamos a encontrar nada mejor."

También dije otras muchas cosas pero esas no me pediste que las escribiera en ningún lado ni que te las repitiera en 10 años más. Ahora procederé a tratar de olvidarlas.

One day


- "I wonder how many rules we broke."
- "All of them... except Scrabble."
- "Tomorrow maybe."

- "Whatever happens tomorrow, he had today."

Juégatela tú

En pocas palabras, lo que dices es que este tiempo ha estado increíble, que has aprendido muchísimo de mí, que te he sacado de un auténtico purgatorio, que nos hemos divertido como si no hubiera mañana y que no cambias por nada todo lo que vivimos -que no fue poco-. Pero... PERO, que por ahora quieres estar solo. Que no has acabado de cerrar tus historias pasadas, que apenas estás disfrutando, que no estás listo para pensar en dos y que hace mucho no te concentras en ti y sólo en ti.

Luego entonces, después de cuatro meses de ir y venir, después de cuatro meses de todo lo que no voy a explicar aquí... de señales confusas, de guitarras, de agua, de carcajadas, de persianas cerradas y sábanas mojadas; la cara de tus padres, tus hermanos y tus mejores amigos, dices... "¡Quisiera! Qué más quisiera que llegar con la vida resuelta en un blanco corcel, la seguridad en la mano y una grandiosa propuesta pero no. No puedo, no hay tal y lo siento".

Y lo respeto. Duele pero lo hago y me muerdo las ganas y lo hago. Por los dos. Tú quieres estar solo, está clarísimo. Yo cierro la puerta y te dejo ir. A que estés solo. Ah, pero qué radical. Ah, pero qué pragmática eres. Ah, pero no puede ser posible, no sabía que fueras tan fría, te endureciste. ¿Qué no sientes nada o qué? ¿Por qué no me contestas el teléfono? Te extrañé en la fiesta del sábado. Estoy triste...

Entonces vuelvo a hablar contigo. Te contesto el teléfono en un impulso y escucho lo que tienes que decir. Me pides que te espere. Así de inmaduro y egoísta como suena, así es, así eres. Que me lance un clavado contigo a unas aguas oscuras y tenebrosas, en las que bien podría caer mal y lastimarme el cuerpo de por vida. Dices no tener miedo y ser muy valiente pero no te atreves a saltar de verdad. Lo que quieres es chapotear mientras dure. Me dices que hay muchísimos grises entre el blanco y el negro y te indignas por mi determinación. Me dices que no entiendes mi puerta cerrada y mi contrariedad entre absolutos. Hablas de cariño y de otras tragedias. Pero entonces inicias conversaciones y no las acabas. Pero entonces te mando mensajes que no respondes. Pero entonces te hago preguntas que evades con bromas ridículas y absurdas. Haces planes y me incluyes como queriendo decidir el lugar específico de la mesa en el que me voy a sentar en tu fiesta, pre-colocándome en tu vida. Y me haces dudar. Me haces cuestionar mi congrencia y mi respeto; mi practicidad y mi claridad. Mi resolución. Me lo llenas de niebla todo. Y me haces decir "bueno, tal vez tenga razón y..."

Me pides que me la juegue. ¡Que te espere! A ver si un día... a ver si un día decides que siempre sí quieres estar conmigo. Que ya te diste cuenta quién soy y que no te puedes permitir perderme. Que ya lo pensaste bien y que siempre no quieres salir solo en las fotos. Eso puede o no suceder, lo sé, lo sabes. Puedes resolver esto rápido o puedes quedarte ahí años. (Yo misma me quedé ahí años). Puedes conocer a alguien más mañana o puedes soñarme todas las noches y desear amanecer en mi cama. Me pides que me la juegue porque para tí es comodísimo y sobre aviso no hay engaño. Tú ya dijiste tu verdad y lanzas la bola a mi lado de la cancha. Que decida yo.

¿Pero y si yo te lo pidiera? ¿Y si yo te dijera "juégatela tú"? Que mañana conozco a alguien y acabas por no ser nadie. Que al rato se me acaba el encanto y de pronto ya no necesito verte ni me importa qué estás haciendo. Que el siguiente domingo en la mañana, le estoy preparando un café a otro alguien. Arriésgate, suéltame, juégatela. Que llegue alguien más que sí pueda verme, que llegue alguien más que sí esté seguro, que llegue alguien más que no quiera estar solo. Cualquier cabrón de la calle, cualquier extraño en el elevador, cualquier amigo del amigo el sábado en un bar de la Condesa. Juégatela tú y márcame en seis meses a ver si te contesto... a ver qué estoy haciendo y a ver con quién.

Qué irresponsabilidad, qué egoísmo, qué inmadurez. Y qué manera de hacerme dudar. Que te duele ser el olmo al que le pidan peras, ¡pero tú lo provocaste, tú querías llegar acá! Tú llegaste con tu cerveza esa noche y dijiste lo que dijiste. Y ahora dices: "no, a mí no me da miedo el golpe, a mí no me da miedo el riesgo... sólo quiero estar solo". OK, porque la miedosa soy yo, porque la que no expone soy yo. Por no seguir aguantando y por no esperar hasta que se te hinche un huevo. Qué chido lo vives.

¿Y luego? ¿Qué hago dudando? ¿Qué hago aquí escribiendo estas tonterías? Juégatela tú. Yo... ya sabemos qué es lo que puedo perder y un poco perdido ya está. De aquí te veo. Vas.

Porque es tradición

Hay algo macabro en las tradiciones. Algo oscuro y digno de profunda sospecha. Como esa materia que se quema en esos contenedores de plata en las iglesias y que agitan en monótono vaivén frente a la audiencia como con ganas de hipnotizarla. ¿Qué será lo que estamos respirando? ¿Incienso, copal, opio? ¿Mierda carbonizada y aromatizada? Quien sabe pero nadie se va, todos se lo fuman sentaditos en sus bancas porque estamos en misa y así es, ¡uno no cuestiona a un sacerdote, por los clavos del cristo! "Oiga, disculpe, ¿qué es ese humo que nos está lanzando en la cara? Estoy un poco inquieta por eso, ¿me podría explicar?..."

Hay algo macabro en eso que repetimos sin cuestionarnos y donde incluso, nos atrevemos ingenuamente a depositar nuestra identidad misma. "Es que es tradición", repetimos como autómatas sin conocer las raíces, los motivos, las tergiversaciones, ni nada. Porque perdón, pero sí hay algo weird & heavy en lo que viene repitiéndose en automático, generación tras generación, imprimiéndose en las almas herederas que empieza siendo una heróica carrera de estafetas y acaba siendo un patético juego de teléfono descompuesto.

Porque así ha sido, porque sí, no preguntes, no te metas, chingado; ¿para qué quieres saber? Hazlo, carajo, ya, y no la estés haciendo de pedo. Porque aunque posiblemente algunos incómodos y con reservas, aunque posiblemente algunos con mejores ideas, con dinámicas más acordes y más coherentes; más actuales y con más sentido propio potencial; nadie se atreve a desafiar en voz alta, nadie se atreve a proponer algo distinto, a generar algo nuevo, nadie se atreve a romper la burbuja que nos hace tribu... porque no, porque compartir la misma tradición es lo que nos hace grupo. Y sin un grupo uno no puede hacer nada en la vida entonces más vale que te calles y ni te metas, eh.

Hay unas tradiciones hermosas, no lo niego. Hay unas impresionantemente mágicas, cuando se sabe el origen y la razón y se hace con convicción y se pone el corazón en ello. Porque una cosa es lanzar piñas al aire y otra muy distinta es representar el compartir la propia cosecha de la vida. Pero también hay otras que francamente dan ganas de dejar de ser mexicana, dejar de ser católica, dejar de ser mujer, ¡dejar de ser! Dan ganas de de arrancarse el apellido paterno y el materno y lanzar el pasaporte, el certificado de bautismo y los girones de piel a una fogata en cualquier playa perdida del pacífico mexicano mientras uno se fuma algo y se caga en su linaje hacia diecisiete generaciones arriba.

El rebelde será un estúpido, un loco, un traidor. Cualquier pregunta es amenaza, cualquier protesta es blasfemia. Porque nunca ha sido cómodo alguien que levanta la mano para hacer una pregunta. Hay que neutralizar al rebelde, a como dé lugar. Porque sí, porque siempre ha sido así. Porque eso también es tradición.

Nota mental

No toda la gente sabe lo que quiere. No toda la gente reconoce lo que quiere aún cuando lo tenga enfrente pellizcándole la nariz. No toda la gente va, se acomoda los huevos, se arriesga y se apropia de aquello que quiere. No toda la gente sabe escucharse el corazón y no toda la gente sabe actuar en consecuencia. No toda la gente se pone en el lugar de otros, no toda la gente se detiene a ver cómo está por dentro y no toda la gente es congruente consigo misma. Hay procesos más tardados que los míos, hay muchos grises entre el blanco y el negro y muchas maneras de mandar algo al carajo. No toda la gente es pragmática emocional y hay de valientes a valientes. Hay agujeros negros, limbos flotantes y eras glaciales. Y sí, no es el hilo negro pero es una verdad: cada cabeza es un mundo. Y quiero aprender el idioma marciano. Creo que ya me jodí.

Una banderita en la luna

Hoy cumplo 1 año viviendo en el DF... y nada, no podía dejar pasar el día así como así. Al menos tenía que escribir esto que no tiene ni tendrá ni fondo, ni forma; ni profunidad, ni superficie; ni pies, ni cabeza; ni cola, ni rabo. Será como la banderita que dejaron esos hombres si es que llegaron a la luna. Un pequeño homenaje a todo lo que significan estas letras; una pequeña señal, de ésas que últimamente faltan tanto; una prueba de vida, de ésas que buscamos darnos diario. Un símbolo para rendirle culto. Le dejo una mentada de madre y un beso en los labios a cada uno de estos 365 días. Un manojo de sentimientos encontrados, una lucha interna, una sonrisa con lágrimas en los ojos, un par de puños apretados y un abrazo de regreso.

Gracias, (pinche) Ciudad de México. Y lo digo con cariño, con sorpresa y con coraje a partes iguales. De ese coraje que, lejos de ser todo enojo, es todo garra. Qué rápido pasa el tiempo en ti. Eres un asco y un encanto. Hueles a mierda y a futuro. Veinticinco millones de solos hechos bola. En ti, todo lo cerca es lejos y todo lo inimaginado está a la vuelta de la esquina. No sé si aquéllos llegaron a la luna, pero sí sé que yo llegué hasta acá. De mí ya nadie te saca, DF. Te quiero y no te soporto.

Ya no me gusta el frío

Ya no me gusta el frío que paraliza, que aletarga, que anostalgia. Ya no me gusta el hielo que debe romperse para empezar cada día. Ya no me gusta la lucha de quitarme la ropa ni la prohibición implícita de andar semidesnuda. Ya no me gusta dormir enrollada, tapada hasta la cabeza, reciclando mi última y tibia respiración. Ya no me gusta huir del viento porque me lastima la piel. Ya no me gustan los músculos entumidos ni los dedos torpes y adoloridos. La piel seca, los labios partidos. Ya no me gusta la piel de gallina si no es de emoción. Ya no me gusta la lengua quemada por tantas bebidas calientes en vanos intentos de quitarme la escarcha de adentro. Ya no me gusta el frío que me hace extrañar. Ya no me gusta el frío que me hace querer abrazos. Ya no me gusta el frío que vuelve inconquistables los espacios y congela y adormece las ganas. El invierno no es bueno para estar sola. Y pensar que apenas inició. Urge que sea primavera. Me urge a mí.

Yo no tengo propósitos

Yo no tengo propósitos de año nuevo. Los tuve y mientras los tuve, los cumplí o hacía como que lo intentaba. Los tuve y ya no los tengo más. Dejé de hacerlos hace 2 años en una decisión personal y conciente de cambiar la fórmula.

Y no tener propósitos también funciona. Funciona quizá más que aferrarse a estar al mando. Funciona quizá más que limitarse a una listita numerada de percepción limitada. Uno puede llegar más lejos si no se pone un tope. Y uno puede quedarse donde mismo si no se pone un rumbo. Entonces que cada quien haga lo que mejor le parezca. Yo paso de los propósitos y me dejo despeinar.

Yo no tengo propósitos: yo tengo amores. Tengo actitudes de vida. Tengo lemas internos. Tengo responsabilidades, tengo creaciones, tengo sueños. Tengo motivos que me cumplen a mí. Y tengo nudos en la garganta, lágrimas en los ojos, una vida entre las manos y mucha, mucha necedad.

Que no somos piedras, dices

Que los dos librábamos la misma batalla. Ambos nos peleábamos contra lo que sentías sin querer sentir. Ambos contra tu deseo, contra tu enojo, contra tu disyuntiva. Tú queriendo defender tu soledad y yo queriendo compartir la mía. Tú diciéndome a mí... tú diciéndome a mí que no somos piedras. Y yo sin saber si reír o llorar, me puse a llorar. Me vendiste una idea sólo para decirme que no creías en ella. Llegaste sólo para decirme que ya te ibas. Y dices que no jugaste. Con tu permiso, yo seguiré sintiendo que sí. Agradezco tu honestidad aunque fuera a destiempo; pudo ser antes, el daño pudo ser menos. Pero no fue, fue así. Hoy, esto es lo que hay. Somos lo que hay y así nos habemos.

Y hoy nos vamos, cada uno por donde llegó. Tú queriendo dejar la posibilidad entreabierta por si un buen día. Yo queriendo azotar la puerta y llenarle de clavos el marco. ¿Qué no sabes cuánto duele estar esperando que alguien vuelva? ¿Me estás pidiendo que me quede colgando de una posibilidad? ¿Y luego qué, cuando me desespere, me columpie en ella? No.

Quisiera hablarte de callejones sin salida, de espejos sin reflejo, de tierra estéril, de relojes en otros tiempos, sábanas frías, ecos de carcajadas y nudos de garganta. De oportunidades que no vuelven y de abrazos que son mundos. Quisiera hablarte de lo importante. Pero porque soy yo la que lo sabe mejor que nadie, soy la menos indicada para hacértelo saber. Ve y vívelo. Averígualo. Eso es lo que quieres. Ve y vívelo. Y hazte responsable de lo que elegiste. Respétate que yo me voy a respetar. Voy a jugar otra vez a la congruencia y no voy a explicarte las reglas del juego. No esperes que haga como si nada. No esperes escuchar mi voz intacta. No esperes miradas viejas, ni sonrisas cómplices, ni bocas que se muerden sus propios labios. No esperes que me siente a esperarte que yo no me espero ni a mí misma. Lo único que sí puedes esperar es lo que tú querías: nada. Ve y haz lo que mejor te parezca. Te creo que me quieres, yo también a ti. Te creo todo lo que me has dicho, te creo por salud propia y en defensa propia. Es cierto que sí te voy a extrañar como también es cierto que no para siempre.