Juégatela tú

En pocas palabras, lo que dices es que este tiempo ha estado increíble, que has aprendido muchísimo de mí, que te he sacado de un auténtico purgatorio, que nos hemos divertido como si no hubiera mañana y que no cambias por nada todo lo que vivimos -que no fue poco-. Pero... PERO, que por ahora quieres estar solo. Que no has acabado de cerrar tus historias pasadas, que apenas estás disfrutando, que no estás listo para pensar en dos y que hace mucho no te concentras en ti y sólo en ti.

Luego entonces, después de cuatro meses de ir y venir, después de cuatro meses de todo lo que no voy a explicar aquí... de señales confusas, de guitarras, de agua, de carcajadas, de persianas cerradas y sábanas mojadas; la cara de tus padres, tus hermanos y tus mejores amigos, dices... "¡Quisiera! Qué más quisiera que llegar con la vida resuelta en un blanco corcel, la seguridad en la mano y una grandiosa propuesta pero no. No puedo, no hay tal y lo siento".

Y lo respeto. Duele pero lo hago y me muerdo las ganas y lo hago. Por los dos. Tú quieres estar solo, está clarísimo. Yo cierro la puerta y te dejo ir. A que estés solo. Ah, pero qué radical. Ah, pero qué pragmática eres. Ah, pero no puede ser posible, no sabía que fueras tan fría, te endureciste. ¿Qué no sientes nada o qué? ¿Por qué no me contestas el teléfono? Te extrañé en la fiesta del sábado. Estoy triste...

Entonces vuelvo a hablar contigo. Te contesto el teléfono en un impulso y escucho lo que tienes que decir. Me pides que te espere. Así de inmaduro y egoísta como suena, así es, así eres. Que me lance un clavado contigo a unas aguas oscuras y tenebrosas, en las que bien podría caer mal y lastimarme el cuerpo de por vida. Dices no tener miedo y ser muy valiente pero no te atreves a saltar de verdad. Lo que quieres es chapotear mientras dure. Me dices que hay muchísimos grises entre el blanco y el negro y te indignas por mi determinación. Me dices que no entiendes mi puerta cerrada y mi contrariedad entre absolutos. Hablas de cariño y de otras tragedias. Pero entonces inicias conversaciones y no las acabas. Pero entonces te mando mensajes que no respondes. Pero entonces te hago preguntas que evades con bromas ridículas y absurdas. Haces planes y me incluyes como queriendo decidir el lugar específico de la mesa en el que me voy a sentar en tu fiesta, pre-colocándome en tu vida. Y me haces dudar. Me haces cuestionar mi congrencia y mi respeto; mi practicidad y mi claridad. Mi resolución. Me lo llenas de niebla todo. Y me haces decir "bueno, tal vez tenga razón y..."

Me pides que me la juegue. ¡Que te espere! A ver si un día... a ver si un día decides que siempre sí quieres estar conmigo. Que ya te diste cuenta quién soy y que no te puedes permitir perderme. Que ya lo pensaste bien y que siempre no quieres salir solo en las fotos. Eso puede o no suceder, lo sé, lo sabes. Puedes resolver esto rápido o puedes quedarte ahí años. (Yo misma me quedé ahí años). Puedes conocer a alguien más mañana o puedes soñarme todas las noches y desear amanecer en mi cama. Me pides que me la juegue porque para tí es comodísimo y sobre aviso no hay engaño. Tú ya dijiste tu verdad y lanzas la bola a mi lado de la cancha. Que decida yo.

¿Pero y si yo te lo pidiera? ¿Y si yo te dijera "juégatela tú"? Que mañana conozco a alguien y acabas por no ser nadie. Que al rato se me acaba el encanto y de pronto ya no necesito verte ni me importa qué estás haciendo. Que el siguiente domingo en la mañana, le estoy preparando un café a otro alguien. Arriésgate, suéltame, juégatela. Que llegue alguien más que sí pueda verme, que llegue alguien más que sí esté seguro, que llegue alguien más que no quiera estar solo. Cualquier cabrón de la calle, cualquier extraño en el elevador, cualquier amigo del amigo el sábado en un bar de la Condesa. Juégatela tú y márcame en seis meses a ver si te contesto... a ver qué estoy haciendo y a ver con quién.

Qué irresponsabilidad, qué egoísmo, qué inmadurez. Y qué manera de hacerme dudar. Que te duele ser el olmo al que le pidan peras, ¡pero tú lo provocaste, tú querías llegar acá! Tú llegaste con tu cerveza esa noche y dijiste lo que dijiste. Y ahora dices: "no, a mí no me da miedo el golpe, a mí no me da miedo el riesgo... sólo quiero estar solo". OK, porque la miedosa soy yo, porque la que no expone soy yo. Por no seguir aguantando y por no esperar hasta que se te hinche un huevo. Qué chido lo vives.

¿Y luego? ¿Qué hago dudando? ¿Qué hago aquí escribiendo estas tonterías? Juégatela tú. Yo... ya sabemos qué es lo que puedo perder y un poco perdido ya está. De aquí te veo. Vas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uff, uff y re-que-te me lleva la capirocha. Que manera de escribir. Que forma de poner en palabras las voragines del hemisferio derecho o izquierdo del cerebro (que mas dá cual lado sea). Gracias ro por esos ganchos a mi hambre por leer algo que me cimbro por completo.

Miedo me dá empezar a leerte, y al terminar entiendo porque ese miedo.

Gracias de nuevo ro, por hacerme sentir esto que me llena de algo que no se que sea. Tal vez sea no sentir miedo a la vida y sus chingaderas.

Nos vemos.