Hagas lo que hagas

Dime que ya no quieres estar conmigo. Dime que te quieres quedar para siempre aquí. Dime la verdad, por brutal que sea. Miente si necesitas hacerlo. Oculta la verdad, omítela, evádela, báilale a un lado. Pasa, confiésate, llora, patalea, haz berrinche, reniega, rásgate la piel. Quítate la ropa, los zapatos, las excusas. Lárgate, regresa, pide perdón, trae flores, trae cena, ofrece disculpas, destiende la cama, usa el baño, toma mi mano, mis piernas, mi boca. Abrázame, opina lo que quieras, siéntete libre, hazme llorar, hazme el amor, dime lo que necesites decir, dime lo que necesites que sepa, escucha, pregunta lo que sea. Rómpete y derrámate por el suelo, pégate de nuevo. Derrítete, congélate, piensa en otra cosa al mirar por la ventana. Fúmate mis cigarros, bébete mis cervezas, abre el refrigerador y come lo que te apetezca. Deséame, dime que me deseas, tómame. Grita, jadea, tiembla. Ríe, duerme. Llega tarde, llega temprano, llega a tiempo, no llegues. Es más, no me hables más. Olvídate de mí, finge que nunca existí. Lo que quieras, seré tu cómplice perfecta y correré contigo hasta llegar al mar. 

Pero hagas lo que hagas, no me idealices. No me idealices, te lo pido como pocas cosas pido. Recuerda que estoy tan rota o más que tú y que cualquiera. No hagas como que no me has visto las costuras y los hilos reventados. ¡Porque los tengo! Te los puedo mostrar otra vez... si soportas verlos.

Yo no soy el repositorio de tus fantasías, no seas egoísta. No me cuelgues cosas en las que tú necesites creer; no merezco eso. Pobres árboles de Navidad con sus luces de plástico y sus esferitas de colores, con las ilusiones ajenas pendiéndoles de las ramas secas. Yo no soy ningún pino. Atrévete a verme de verdad, aunque te duela.

Hagas lo que hagas, no me pongas en un altar porque yo no sé qué tienen las alturas que me dan ganas de brincar. Será que el espíritu libre es medio suicida. Idealízame y sin pensarlo dos veces, saltaré al vacío. En segundo y medio que dure la caída te demostraré que no tengo vocación de santa ni de figurilla de porcelana. Después, me pondré de pie y así, hecha pedazos, me voy a ir de ti.

30 ironías rapiditas

Te gustan inteligentes y le quieres resolver la vida.
Te gusta que trabajen pero quieres que ya renuncie.
Te gustan honestas pero lo que dice no se vale.
Te gusta que lean pero no dejas de interrumpirle el libro.
Te gusta que escriban pero le cuestionas cada palabra
                                                           de cada historia 
                                                           de cada personaje 
                                                           de cada inicio
                                                           de cada fin de cuento.
Te gustan independientes y necesitas que te necesite.
Te gustan rebeldes y preguntas qué hay de cenar.
Te gustan auténticas pero es que a ti te enseñaron...
Te gusta que estudien pero, ¿por qué no nos podemos ver hoy?
Te gustan con gran corazón y luego le pides que juzgue algo.
Te gustan con criterio y pides que no te incomode.
Te gusta que sepan pero tú siempre sabrás más.
Te gusta que entiendan pero no dejas de aclararle el punto.
Te gusta que piensen pero es que no tiene sentido.
Te gustan guerreras pero, ¿ahora en qué te metiste?
Te gustan complejas y tú permaneces cómodo siendo uno sólo.
Te gustan intensas y no haces más que aburrirle el día.
Te gusta que tengan vida y quieres amanecer en su cama.
Te gusta que sepan soñar pero no la dejas dormir.
Te gustan urgentes pero es que estás muy cansado.
Te gustan curiosas pero espérame tantito.
Te gustan femeninas pero qué zapatos tan altos.
Te gustan delgadas y trajiste cerveza.
Te gustan con historia, ¿pero dónde aprendiste eso?
Te gustan perfectas pero la quieres de carne y hueso.
Te gustan derechas y las pides al revés.
Te gustan libres y quieres que sea tu esposa.
Te gustan las respuestas y aquí sólo hay preguntas:
                                                                  ¿Qué haces conmigo?
                                                                  Es la prinicipal.
Te gustan distintas: te gusto yo. 
Te gustan las mujeres pero, hombre, tú sigues siendo un niño.

Huelga hoy

Hoy no voy a tomar aire ni sol.
No voy a tomar decisiones,
ventaja ni partido.
No voy a tomar distancia,
no voy a tomar tu mano,
ni te tomaré la palabra.
Ésa que yo tanto quería que tú pronunciaras.

No voy a tomar vacaciones
porque tengo veintitantos meses 
sin saber qué significan.
No voy a tomar la primera a la derecha.
No te tomaré por sentado
porque estás de pie.
Estamos.

No tomaré aviones ni vino tinto.
No tomaré un taxi ni "un" tiempo.
Datos, medidas, pastillas, descansos, riesgos.
Nada tomaré.
Ni una sola fotografía.
Ni una sola molestia.

Estoy en huelga de sed de bebidas de vida.

Lo único que hoy tomaré es café
y ni siquiera me lo tomaré tan en serio
como para tomármelo en serio.
Si me muevo, me derramo.

Pero tome usted un buenas tardes:
buenas tardes.

Otro adiós

Yo no sé dónde viven los adioses pero sé que los que me salen de dentro nunca llegan por sorpresa. Antes de que uno se me salga por la boca ya se había instalado en mi pecho, en mi vientre, en las puntas de mis manos y en las plantas de mis pies que ya se van a caminar otros caminos. Ya habitaba esta sangre y se salía por estos poros. Adioses mala hierba, adioses otoño, adioses polvo que se acumulan de a poco hasta que revientan y se escurren. Antes de que uno me salga por la boca, ya olía -yo toda- a puro adiós.

Sé este adiós porque ya no soporto la voz de esta mujer, ya no soporto el color de la alfombra ni los números rojos de ese reloj que nomás no quiere despertar, ¿y para qué iba a hacerlo? Ya no soporto las corbatas, los portafolios gastados y las pláticas de elevador. La tristeza del edificio, la oscuridad del sótano, el olor del jabón del baño. Ya no la voz del policía ni al sol mudándose al siguiente adoquín cuando son las cinco y media de la tarde. No soporto los reflejos en los pisos, las ventanas y las pantallas. El olor del café y el sabor del agua.

Me tengo que ir de aquí cuanto antes porque tengo un adiós escurrido y una mirada que ya no le quiere mirar los ojos. Adiós.

Una verdad breve

Siempre volvemos a amar.
No sé si es consuelo o amenaza,
pero es verdad:
siempre volvemos a amar.

De una libreta roja



La verdad es tan grande que no necesita una hoja entera.

Al mismo tiempo

Lo bueno de tener insomnio en México es que en Europa ya es de día. Lo bueno de exista Europa es que tiene a mis amigos. Lo bueno de tener a mis amigos no cabe aquí ni en ningún lado.

¿Cómo harán los japoneses sin amigos en Brasil? Quién les acompaña las noches, las nostalgias, las distancias. Bendito mundo grande que es noche y es de día; y que es mío, tuyo y nuestro y todo lo hace al mismo tiempo... (tiempo, tiempo).

Fondos

- El "no sé" es la peor respuesta que le puedes dar a alguien cuando te pregunta algo.
- A veces, también es la más honesta.
- En el fondo siempre sabes.
- No. En el fondo nunca sabes.

Una tarde de un domingo de un octubre 
en un extremo de una mesa con dos sillas
en un departamento de una gran ciudad.

Todavía te quiero

La primera vez que dije "todavía te quiero", me miraron raro. 
Qué digo raro, me miraron mal. 

"¿Todavía me quieres?", me dijo su mirada de ego herido. 
"Sí, todavía", repliqué a sabiendas de lo que estaba disparando. 
"¡Hombre, qué honor, muchas gracias!",
contestó con coraje su orgullo hecho astillas. 

Pero honor no era ninguno, yo de lo que hablaba era de amor. Yo lo que había dicho fue "todavía te quiero". Todavía significaba que le quería sin baches, sin peros, sin altibajos. Le quería sin condiciones y sin contratiempos. Le queria todavía, sin interrupciones ni intermedios. Como un milagro que sucede todo el día cada día y llegan los creyentes testigos a ver si todavía... Le quería todavía, a pesar de sí y de mí; a pesar del pesar le quería. Le quería todavía porque le quería de verdad.

El día que dejé de quererle todavía
dejé de quererle de repente 
y para siempre. 
Así fue. Y así es todavía.

Si las palabras juegan chueco
es porque lo aprendieron del amor.
Él les enseñó las trampas del hablar.
Así fue. Y así es todavía.

Con razón

A razón de razones 
que ni razón tenían, 
un día entré en razón.
¿Qué importa la razón?
No importa.

Tuve razón y tuve razones.
Y qué razón tan rancia 
tuvimos todos
los que un dia
nos atrevimos a decir
que teníamos razón.

Comí razones 
condimentadas con sal de azúcar
de un mar de ríos
de absurdas y amargas razones.

Cuánto daño hacen las razones
cuando sobran razones
para perder la razón.
Cuánta razón
y qué sinrazón.

A punta de razones
me forzaron por la puerta de entrada
que me hizo entrar en razón.
Hoy lo único que quiero
es que me la quites.
Que me saques de aquí.
Toma mi mano
y sácame corriendo
por la puerta emergencia
de una gran razón.

No entiendo razones.
Las razones no tienen razón
para mi razón.

Si ya no tienes razón, 
si ya has perdido la tuya,
dime cómo lo logro.
Si quieres la mía, te la regalo.
Son pedazos,
son migajas,
son mentiras
pero son razones
y tus razones tendrás.
Quítamela toda.
Házmela perder.
Te la pongo en las manos.
Te la doy.

Con razón nos quieren matar,
corazón.
Hay tantas razones
con tanta razón...
que con razón.

Licor de café

Ese sonido cómplice que hacen unos hielos en un vasito de cristal nadando en un licor importado de una isla caribeña con 34% de alcohol en su sangre. Ese sonido casi insignificante y repentino que hacen en el más completo silencio de este departamento y que es escuchado por mí y sólo por mí. Se derriten porque se están entregando, están haciendo lo que vinieron a hacer: aman. Caen rápidamente unos sobre otros, se reacomodan, dejan de ser lo que estaban siendo y se ponen a ver el mundo desde el mismo lugar pero desde otro lado. Suenan para mí, tan breve y tan infinitamente. Y lo único que yo puedo hacer es terminarme el trago y venir a escribir esto.

[Truc truc truc...]
en este vaso,
en esta noche,
en esta mujer
suena como un gemido de amor.

Líneas de expresión

Lo digo sin rodeos: odio la expresión "líneas de expresión"... y valga la redundancia que aquí todo vale. No voy a perder el tiempo explicando porqué me parece un rodeo nefasto de realidad, el chiste se cuenta sólo y es muy malo. Lo que sí haré es proponer lo siguiente: que de ahora en adelante, las únicas que sean dignas de llamarse líneas de expresión sean: en primer lugar, la sonrisa; en segundo, el camino que dejan las lágrimas cuando van cayendo por el rostro de cualquier alguien; en tercera, los dibujos que quieren pintarnos las manos de destino y último; cualquier renglón del mundo que contenga palabras que contengan letras que contengan emoción. Fuera de ahí, no hay eufemismo sobre el que valga la pena hablar. Se llaman arrugas.

Tanto todo

No he podido pasar por esta tierra sin sentirlo todo. Ha sido así más o menos desde que tengo uso de memoria, quizá desde antes. Mi tránsito por acá han sido oleadas, tornados, terremotos, incendios, vendavales -a veces sucesivos y respetuosos, a veces simultáneos y caóticos- de emoción habitándome el cuerpo. No conozco otra manera de andar. Rabia incontenible, deseo alucinante, cansancio aturdido, miedo paralizante, alegría desbordada, éxtasis embriagante, asco abominable, penoso aburrimiento. Y todo lo que viva en medio. Dolor, tristeza, urgencia, desdén, rechazo, nostalgia, paz, amor. Todo, todo, ¡todo! Lo he sentido todo tanto y tantas veces que el mundo ya tiene más pedazos de mí de los que tengo yo.

Y sonrío. Es maravilloso haber vivido tanto amor antes de ti. Celebro que no sea la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que se me siembra algo así en el pecho. Imagina si no: hubiéramos corrido el riesgo espantoso que de yo, inconciente, desbordada, confundida por lo que alojaba dentro, hubiera seguido recorriendo el mundo y pasara de largo sin saber qué eras; sin sentirte ni reconocerte, amor.

Qué descaro


Hay textos como parto de primeriza que siente las contracciones toda la bendita noche y su hijo nace hasta dos días después. Como esas migrañas despiadadas que empiezan como punzada en la sien y acaban conmigo hincada en el baño vomitando hasta las ganas de recuperarme. Como noche en el desierto: húmeda y sofocante, levantando polvo y caprichos por cada rincón y que sólo se atreve a llover cuando ya todos están dormidos. Textos que son despedidas anunciadas, besos prometidos, juramentos añejos. Como una tumba de piedra sobre la que has llorado mil sueños rotos. Como un zumbido en el oído, como una superstición, como la vista aérea de una gran ciudad. Como dormir mil horas y despertar con sueño, como una ola que revienta contra una roca que vive harta de sentirle. Como el día en que una señorita decide que pierde su virginidad y gana su rebeldía: como esas horas que se le alargan, como esas cosquillas que le inundan el vientre, como esa ansiedad que le crece por dentro. Como un boleto de avión comprado con tanta anticipación que se ha llenado de letargo y moho. Letras llenas de mañana, caricias repetidas que ya no se saben, comida cocinada con cantidades exactas y cronómetro en mano. Textos que son semillas que son deliciosas frutas en potencia pero no... todavía son semillas: sólo promesas aún. Como lo que debe sentir el invierno cuando tantos lo esperan, como lo que debe sentir una estrella cuando no quiere que nadie la vea, como lo que debe sentir un recuerdo cuando es recordado y quisiera que lo dejaran en paz. Como caer voluntariamente en una trampa diseñada a la perfección, como escuchar la sinfónica en Bellas Artes con los ojos cerrados, como tender la cama cada mañana y deshacerla cada noche. Como el símbolo del infinito: tan enredado y pequeñito; tan capaz de contenerlo todo. ¿Qué sentirá? Como un silencio que no sabe si llorar, gritar o quebrar cristales. Como el cuerpo que se empeña en sudar un deseo que no se cura. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez hasta la locura.

Así este texto engreído y soberbio que nació despacio tras haberse anunciado todo el día. Así estas letras desesperantes y orgullosas que caminan bebiéndose las horas. Así la noche que se agota cuando lo estoy tocando. Así yo que todavía tengo el descaro de hacerlo con fe.

De otra naturaleza

No podemos ver el sol. No sin llenarnos la mirada de lágrimas y los ojos de ceguera y dolor. No sin saber que no estamos hechos para eso y recordar sin remedio que somos frágiles y mortales. ¡No podemos! Cosa que a nadie parece incomodarle, por cierto. Hecho que tampoco me extraña, dicho sea de paso.

¿Quién pondría en el cielo una estrella incandescente, flotante, dadora de calor y vida y luego nos encajaría a medio rostro unos ojos incapaces de voltearla a ver? ¿Qué clase de dios se burlaría de nosotros así? Uno muy inteligente, tal vez; o con mucha imaginación: uno que prefiere que veamos las sombras.

A ti te estoy hablando, figurilla escurridiza. Te pediría que vinieras pero, ¿para qué? Aquí estás pegada. ¿No te hartas? Dime la verdad. ¿Qué sientes? ¿Me odias? ¡Claro, no puedes responder! Por un momento lo olvidé. Qué patética vida la tuya. Lo sabes, ¿verdad? Siluetita irritante y dependiente, incondicional hasta el hartazgo... hasta el mío, por supuesto; el tuyo no sabe llegar. Quisiera que crecieras y te inflaras. Quisiera verte hacia arriba, furiosa, fuera de ti. Que te volvieras tres veces más alta que yo y que decidieras algo por sola una vez en tu ridícula vida. Que me tomaras de la cara con mis propias manos y que, apretando mis dientes, me explicaras cómo es vivir cosida a mí. Que me dijeras cómo es no saber ir y venir, cómo es no tener voluntad propia, cómo es no hacer nada que yo no quiera. Te escucharía sonriendo. Y quisiera que después, me empujaras con tanta fuerza que me hicieras caer al suelo y acabar ahí, con los codos raspados y la dignidad sangrando. Así como te sientes atada a mí, así me siento asqueada yo de ti, créeme. Esclava domesticada de quinta. ¿Quién te lo pidió? ¿A quién te vendiste? ¡¿Quién te creó, maldita sea?! No te creó lo mismo que a mí, tú y yo no somos iguales. 

Tendrás que pertenecerme, imitarme y seguirme. Mi último día será el tuyo también. Jamás te podrás rebelar, jamás serás dueña de nada -ni de ti-. Jamás sabrás lo que es saltar, correr, bailar, esconderte... si no es conmigo. Ni siquiera alcanzarás a comprender mis palabras porque no tienes referencia de la autonomía, no existe en ti. Te digo "independencia" y no te significa nada. Te digo "libertad" y te quedas muda. ¿Qué estarás pagando? ¿Qué habrás hecho? Si te dejara sola, morirías. Me encantaría que te fueras, amanecer sin ti, paradoja inútil. ¿O no te parece paradójico que existas gracias a una luz? ¿Que existas sólo en función de algo más? A mí sí, mucho. Es más, contigo ni voy a pelear porque no te puedes defender, no te puedes ir a ningún lado. Bueno fuera.

¿Qué quieres ser cuando seas grande, infeliz? Y ni me salgas con que quieres ser la de un árbol hermoso o la de un pájaro libre porque te juro que apago todo y te borro ahora mismo. Si tuvieras un poquito de iniciativa te invitaría un tequila. O diez. Y te llevaría a la cama; amaneceríamos juntas y enredadas. ¿Pero qué caso tiene el tequila si así será de cualquier forma?

No te necesito, no te quiero. Me arde el alma de saber que no somos iguales, de sospechar que ti te creó alguien más. Debieron crearte los demonios. Ellos fueron, ¿cierto? Unos demonios maravillosos, eternos, sublimes. Unos seductores, llenos de música, de sexo y de excesos. Despiadados, perspicaces, sarcásticos, divertidísimos. De otra bendita naturaleza. Como anguilas gigantes, hechiceras y fascinantes. ¡Unos demonios genios! Te hablaría de la envidia pero no lo haré. Me arde el alma porque a ti te crearon los demonios y a mí me creó sólo un dios con mucha, mucha imaginación que únicamente atinó a encajarme a medio rostro unos ojos incapaces de ver el sol y forzados a vivir contigo.

Flores venenosas

Ser vulnerable tiene sus riesgos,
lo sabemos todos.

Maravillosas flores venenosas.
A partes iguales,
hermosas y peligrosas.
colores seductores,
olores embriagantes
figuras hipnotizantes.
Maravillosas.
 Flores.
Venenosas.

No te acerques demasiado,
no la toques,
no la cortes,
puedes morir.

Qué importa si muero,
pero que no se diga
que no viví.

Ser vulnerable es ser humano.
Abrirse el pecho
es ser estúpida
y ser valiente.
Todo lo demás es mentira.
Y que conste:
de haber sabido, lo vuelvo a hacer.

Muérete de miedo

Muérete de miedo, me dijo.
Y yo 
-que sí entendí- 
obedecí al instante.

Pero como la rebeldía obedece a medias
y el miedo no sirve para morir,
sí morí 
pero fue de dolor.

Escapó tan rápido de sus labios la orden
que olvidó todo:
olvidó que los muertos no sienten,
no hablan, no se desnudan,
no escriben, no responden.

Los muertos no beben mezcal 
ni fuman en las ventanas.
No sonríen ni leen.
No tienen ojeras ni café.

Olvidó -ni más ni menos- 
que los muertos no viven.
Llegó temprano
el demasiado tarde.

Muérete de miedo, me dijo.
Y como los muertos son muertos
y muertos están,
no me volvió a ver jamás.

¿Qué sabe usted?

¿Que yo qué sé? Oiga, ¿pero cómo se atreve? Atrévase, pues, que para eso estamos. Le cuento:

Yo no sé mucho pero mire, cuando niña, las palabras me llamaron la atención; cuando mujer, me llamaron la pasión. De mis padres aprendí de libertad y de responsabilidad. Al sacrificio no le reconocí de inmediato porque tenía cara de entrega, pero luego supe. Bicicletas, patines, dientes rotos. Después, entendí de pisos; verá, hacerse uno no es tan fácil como parece, eh. Yo aprendí a construir nuevos porque me habían quitado el propio. Supe que el viento siempre sostiene a quien tiene las alas abiertas así que estrené las mías y volé. Opté por el respeto y por los pasos firmes. Pisé curiosidad hace como treinta vidas y todavía la traigo pegada a las suelas de mis zapatos. Se me imprimió una sorpresa en la mirada y ahí se hizo su casa en el árbol. Quería verle todos los pedazos al mundo y después de verle algunos, ahora quiero todavía más. Descubrí que la cabeza no puede abrirse si el corazón no le ayuda. Me gustó trabajar, me gustó besar, me gustó él. Pero no, al curso de enamoramientos no quise ir porque alguien me estaba enseñando cómo. Elaboré extrañamientos perfectamente redactados y justificados. Luego, regresé a México y tuve que mirar pa'dentro, ya las preguntas me gritaban mucho y tomé nota. Le escribí ensayos a dios y al cielo. Aprendí a no dormir. Luego, lo quemé todo. Aprendí que hermanas no nomás tengo dos y a respirar sin hacerme daño. Cuando viví con mi abuela en esa casa que se fue, me dejó tareas de compasión y de paciencia; aprobé el valor de una lámpara prendida a media noche al lado de la cama. Me volví a ir. Vi fuerza, generosidad y exceso. Vi el hielo desde algunos aviones. Me licencié en humanidades con mención honorífica mujer foránea. Me titulé y toda la cosa. Muchísimos cursos de amor y miedo. Aquella escuela estaba entre Rebeldía y Soledad pero yo di vuelta en Independencia y llegué al centro, ahí donde está el Monumento a la Amistad. Me estacioné para cultivarme como se cultivirían las estrellas si pudiéramos sembrarlas en tierra azul. Memoricé cómo se dan las gracias por la salud y por la urgencia. Un buen día investigué mi voz y mis letras pero la tesis de comunicación apenas la estoy retomando. El día que descubrí que mi vida era mía, me temblaron las manos de emoción y nervios. Lo recuerdo clarito. Y me puse a llorar sonriendo de una manera hermosa. Observé cómo se abren y se cierran las ventanas, las puertas y los caminos. Aprendí a pagar renta y a cocinar desayuno, comida y pena. Sé que el dinero ayuda cuando no estorba y que la locura sí es indispensable. Ahora estudio una maestría en intensidades y la siguiente no sé si será en historia o en sentido. No me voy a doctorar. Siempre sigue un curso genial. La vida, digo.

Pero a mí qué me pregunta si desde el principio le dije que no era mucho. Mejor dígame, ¿qué sabe usted?

Letras a un ladrón

No necesito tener tu rostro en mi memoria para ofrecerte unas letras. Tú me robas, yo te regalo esto. Qué cosas, ¿no? Así es la vida, así somos aquí.

No sé quién fuiste, no me di cuenta cómo pasó ni en qué momento. Pero qué importa. Robar no debe ser lo único que haces, ¡pero es que en verdad lo haces muy bien! Claro que no te felicito, sólo lo reconozco y es cierto. Estaba la bolsa cerrada y la traía por enfrente. Me he subido al metro un millón de veces y no estaba sola. Fue cuando entramos al vagón, ¿verdad? No dejo de pensar en esa mujer bajita que la gente aplastaba; tal vez era una trampa en la que yo caí por protegerla de la avalancha humana. Jamás sabré. 

No fui la primera, lo sé por tu presteza. No seré la última, lo sé por tu descaro... y porque quizá creas que no te queda de otra; que hay que arrebatar. Tampoco estoy aquí para hacerte un discurso de esperanza y una vida distinta. Venías viajando en el mismo espacio que nosotros, casi te sentía mirarme, muchos metros nos acompañaste porque el tren no se detuvo hasta Tasqueña. Íbamos juntos, ¿ves? Pero bueno, ya fue. Qué más da... ¿qué más quita? Subo los hombros y ya está.

Yo creo que tus manos tienen talento para tocar guitarras o marimbas, para sembrar flores, para hacer tortillas deliciosas o lindas mesas de madera blanca. Para prender fogatas, para construir un gran puente peatonal o para acariciarle la cara a tu madre, para jugar al trompo. Eso quiero creer: que tus manos saben hacer cosas hermosas también. Ojalá un día descubras qué.

Sólo quiero decirte que seguiré pagando lo que te llevaste durante catorce meses más. Y que pagaré otro idéntico porque no voy a permitir que cambies más nada. Lo que te llevaste se repone con trabajo, así de afortunada soy. Yo voy a trabajar de más lo que tú de menos y así nos curaré a los dos. Aunque te fuiste con fotografías irrepetibles, con notas de voz que ya no vuelven, con datos importantes, con la lista de mis libros pendientes y con problemas en los que me voy a meter por recordatorios que voy a olvidar; tú no me quitaste nada. Ni las ganas de ver futbol, ni las ganas de esta ciudad, ni las ganas de tomarlo de la mano, ni las ganas de proteger a alguien. Sí me robaste algo pero no me robaste nada. ¿Entiendes lo que te digo? 

Además esa tarde ganó el Guadalajara y esa noche gané yo. Espero nunca cruzarme en tu camino otra vez. Ni en el tuyo ni en el de nadie como tú... aunque francamente, lo dudo.

Gracias por no lastimarnos.
Adiós.

Gastando palabras

Lo que estoy pensando en estos días no tiene orden ni acomodo... como botellas vacías cuando los borrachos se van, como las venas en las manos de mi abuela cuando me toca la cara, como la gente gritando el gol un sábado de clásico en el Azteca. Pensamientos en cascada y caída libre. Sentimientos tendidos al sol de un día gris. Apretujados en soledad. No sé cómo me cabe tanta contradicción entre las costillas. Soy tan rehén de mí misma que, en señal de protesta, me he amarrado al cuerpo un chaleco de explosivos para presionar una negociación conmigo. Luego, perdí el detonador y los argumentos. Me quedaron la dinamita y la prisa. Tal vez me lo tragué todo esa noche. Ahora ya sólo queda esperar pero existe otro inconveniente: el tiempo se descompuso; le hace falta una pieza pero es muy, muy vieja y del señor que las hacía, hace muchos años que nadie sabe nada. Tal vez se fue a ser feliz.

Vivir así debería ser ilegal. "Señor, póngame tras las rejas pero haga favor de dejarme afuera porque si nos mete a todas ahí dentro nos vamos a matar una a una y después, ¿a quién acusa? ¿a quién castiga? Piénselo bien, señor juez, pregúntele a sus tantas ganas de ser muy poderoso, yo sé lo que le digo." Nadie pensó nada porque nadie sabía nada. Era todo un simulacro.

Ayer lloré un llanto rojo y enojado. Hinchado. Un llanto solo y ahogado. Lloré para adentro, para afuera y para arriba. Se me inundaron las nostalgias, me besaste los recuerdos, me preguntaste mi apellido. Molesta, harta de caminar en círculos hacia quién sabe dónde. Haciendo pactos de confianza contra quién sabe quién. Cansada de los caminos mal hechos y de los pies que se mueven solos. Que me falta la respiración desde hace años y sé perfectamente cómo llegué hasta acá. Como un náufrago desgraciado, abandonado en la paradoja de morirse de sed mientras flota en el mar. Vaya cosa. Sin saber si seguir nadando o dejarse hundir para siempre. Ya entendió que no importa lo que haga: al final será inútil. Pero la decisión es suya, se pregunta si debe seguir. Entonces, me tapé la cara con las manos para esconderme de mi casa. Por eso y porque no sé llorar de otra manera... no sea que las flores, los libros y los mundos me vieran ahí, quebrada; mojándome hasta los codos con el agua que se me escurría por las grietas bañando mis muñecas y mi suelo. Lloviendo. Irremediablemente lloví hasta que los ojos y la garganta me dijeron "basta ya". Así se siente cuando alguien te arrebata algo. "Pudo ser peor", me dije. No sé si me creí.

Ah, y hoy amaneció nublado por dentro y por fuera de aquí. Clima loco el de octubre. Frente frío número mil. Lindas lunas, eso sí. Dice la vida que los lunes fueron hechos para volver a la normalidad. Lo que no entiendo es quién querría semejante cosa. Es trágico y cómico. Cómico y trágico. Es cíclico y ridículo. Es todo tan importante y tan intrascendente que hasta me da un poco de risa. Aquí se rayarán paredes pero jamás se miente. Jamás. Fue el día que escogimos y así fuimos. Llegamos cantando, sobretodo tú.

Toma: un puñito de arena de mi pecho. Es buena, es del desierto, nació en agosto. Llévatela al norte y ponla en una maceta de colores; riégala con sopa: crecerán amores. Eres el humo que a toda velocidad escapa de la ventana que me dijo "baila conmigo"; y yo, necesitando abrazar. Té de canela con leche. ¿Cómo se abraza un humo si sólo tengo dos brazos? Respirando, supongo. Fumando, eso hago. A ver si sí. Que hay momentos en los que ya no queda más que suponer pero todo depende de qué supongas; por favor, no pienses mal, aprende a creer en el otro. Sí, pues.

Que dice la señora vendealmas que vino mucha gente a comprar mitades. Que nomás quedan las almas completas pero ésas siempre están apachurraditas porque si no dónde se pone uno tanto. "Como usted vea, güerita, ¿qué va a llevar? Hay mucha fila, dígame pronto..." Le pedí tres por si acaso. Me las envolvió en papel periódico. El titular de aquél día decía: "Se le cayó una pestaña y el deseo la pidió a ella". Le platicó sin hablar.

Brotan en torrente también las letras y la voz, no sólo el miedo y lo otro. También llenan los días, también se sienten vulnerables, también lo sacuden todo porque el suelo es blando como el de la delegación Cuauhtémoc. Y de temblores ya sabemos mucho aquí. Voy y me paso. Regreso y me pierdo. ¿Si juntamos dos pérdidas haremos un encuentro? ¿Si juntamos dos lejos haremos un cerca? No creo, la justicia existe pero tarda mucho porque no le urge; podría ser más apasionada. A mí me encantaría pero a mí nadie me preguntó. Te sentaste en primera fila a mirarme de frente y llenarme el suelo de cristales de porqués. Yo estaba descalza pero te abrí la puerta y te pedí que pasaras. Me puse a brincar. Se levantó el telón. Magistral. Tercera llamada, tercera. Comenzamos. Así es el teatro. Maravilloso. Que no hay cicatriz sin herida pero sí hay cosas que aplican al revés... y aquí tienes un ejemplo claro, ¿lo debo repetir? Tengo una máquina de escribir chorreando tinta negra, una bolsa de palomitas llena de lo que soy y la boca seca.

¿Hubiera? No sé de qué me hablas. Hubiera nada. A mí cuéntame de magia, uñas pintadas, luces del patio y del alma y miradas que todo lo llenan. Yo queriendo un poquito de sol y aquí se roban los aguacates del vecino. De haber sabido lo vuelvo a hacer. Saber bautizar gallinas y no canciones debe ser un don del cielo, pero recuerda: beber cerveza con mezcal es otra forma de equilibrar el universo. Los mapas se leen al derecho, es la cobardía la que se ve al revés.

Así las cosas por acá. Una mujer sale a caminar sola el sábado a mediodía y se compra un anillo de un metal extraño, de forma irregular y hecho a martillazos. Es amor a primera vista, lo toma porque sí. Estaba buscando otra cosa y acabó una espiral abrazándole el dedo. Cincuenta pesos mexicanos. Malditas drogas, aquí lo que sobra es dinero, ¿o era talento lo que sobraba? A mí no me sobra nada, hoy menos. Una largatija negra y una botella de vino sin abrir. Pan con mayonesa. No quiero trabajar.

Londres no es Hamburgo y el mejor compañero que alguien pueda tener siempre será un poeta. Contra toda lógica y en el fondo de algunos mares, los volcanes hacen erupción en absoluto silencio. Implotan, estallan para sí. Una servilleta no va a ser suficiente para secar este mar pero el amor al arte es la mejor razón que a mí me cupo. Gracias es una palabra muy corta. Amor más. Y tú, la favorita. Quizá cuando faltan las palabras es porque en realidad sobran. Y yo aquí, gastándomelas todas como si no hubiera mañana. Y quién sabe si lo haya, parece que no.

Un error que no lo es

Me estoy enamoré.

No.
No es error ni es descuido.
No es resbalón propio ni gramático.

El error, si fuera tal,
es de la vida y del amor.
Es del tiempo.

Así suceden las cosas:
de inmediato y de imprevisto.
Antes que podamos reaccionar,
ya hemos venir a quedar, otra vez,
como unos perfectos imbéciles.
Y nos pasa a todos.
¡A todos!, he dicho.
Por favor, tenga a bien no fingir aquí
que usted no ha nacido en otro planeta.

Cuando tenemos miedo de lo que pueda suceder, 
quizá sea porque ya ha sucedido.
Y pasó de forma tan súbita
y aplastante
que no pudimos ni siquiera
conjugarnos bien.

Me estoy enamoré 
 porque apenas el pobre involucrado
empieza a decir una cosa
y cuando ya está sintiendo otra.
Es un atropello, una sorpresa,
otro giro a la historia.

Me estoy enamoré
es una oda
a todo lo que así no se escribe
pero que así es.

Hace 92 días

Hace 92 días dije:
"todo lo que dábamos por sentado, se ha puesto de pie".
Pero lo notable no es que lo haya dicho,
lo notable es que tuve razón.

Hola

¿Qué hace el mar cuando quiere ir a la playa?,
pregunté.

Se vuelve ola,
respondió.
Tormenta, brisa y nube.
Una y otra vez.
Apenas así se curan las ganas.

Ola, dije.
Hola.
Yo quiero ser ola para irlo a saludar. 
Y así empezó el día.

A la una, a las dos y a las tres

Mujer:

Te escribo como último recurso porque es lo único que puedo. Mi inquietud es genuina e indignante: ya no sé qué hacer contigo. Y sabemos como tantas cosas sabemos... que escribir es inconveniente, desesperante, inútil. ¡Es absurdo!, pero sirve al mundo como sirve hacer el amor. 

Entonces, dicho esto, te escribo:

Tú que no puedes dormir ni despertar. A ti que te estorban el cuerpo y la ropa. Tú que te despojas de las culpas y las vas dejando con cuidado al ladito del camino. Mujer de noche, mujer fértil, mujer arena. Tú sin pedir explicaciones, extrañando las estrellas y viendo un crimen en cada juicio, ¿cómo estás? 

Mujer diosa demonio. Vives en el fondo del mar pero olvidas que no eres de agua: de vez en cuando hay que subir a tomar aire y a que el cielo te beba. Tanta profundidad ahoga, recuérdalo bien. Mujer, tú que desayunas locuras y te tallas la piel como si las respuestas brotaran de los poros. Tú que brincas, mujer valiente. Tú que dudas, mujer pregunta. 

¿Cómo es ser mujer y ser tú, rayándote te quieros en las palmas de las manos y después pensando "un te amo gastaría menos tinta"? ¿Cómo lo haces? Mujer, explícame. Qué bueno que tienes buena vista y piernas fuertes. Qué bueno que respiras bien. ¡Tú!, que te encajas en palabras y lo primero que le haces a un libro es pasearle la nariz. Mujer de sur y norte, mujer de ir y venir. ¿De dónde te sale tanta voz, te lo has preguntado? ¿Qué se siente apostarle a lo posible y no a lo probable? ¿Cómo sientes el amor? ¿Cómo sientes la vida? ¿Qué quisieras hacer mañana? ¿Tienes miedo de morir?

Mujer mirada, mujer laberinto, mujer cebolla. ¿Ya sabes a dónde caminas? ¿Segura que no te pierdes al andar en ti? Tú, te descubres con sorpresa la ternura. Tú, quieres gritar sin que nadie te oiga. Tú, que te pones de espalda al sol para que te entibie los vacíos. Mujer idiota. No entiendes, no aprendes, no escarmientas ni en cabeza propia. Mujer custodia, mujer cómplice, mujer amor, ¿qué opinión te merece este mundo? 

Tú que saliste de una mujer y entraste en todas, ¿por qué no te temes, maldita sea? ¿Por qué no te cansas? Mujer peligro, mujer amenaza, mujer rosa, gris-azul-verde-amarilla. Mujer blanca, mujer luz, mujer abrazo. Mujer necia y estúpida. Lo difícil no es oír voces sino ponerlas a todas de acuerdo y tú lo sabes, lo sabes viendo lunas en los techos de tus ganas. ¿Qué piensas cuando estás sola? Mujer que trabaja y se muerde los dedos y los labios. Mujer deseo. Tú que estiras dos meses un sólo viernes y seis infinitos un sólo sábado de octubre. Mujer desierto, mujer sonora, mujer de mujeres. Mujer partida en dos, en quince, en cien. Mujer hecha polvo y colores brillantes. Mujer que le rasca detalles a su historia y la hace sangrar para después besarla. ¿Por qué tiemblas así si ya sabes que una vida no alcanza? Mujer rebelde, yo entiendo. ¿Para qué vas a meter las manos al fuego si el fuego te arde dentro? 

Te voy a escribir a la una, a las dos y a las tres. 
Nos voy a escribir a todas las que seamos. 
¿Cómo te habitas, Gabriela? 
¿Cómo?

Chapultepec

¡Otra palabra hermosa!
Chapultepec.
Chapul...tepec.
Chapul rapidito y tepec más despacio.
Tepec.
Sonrío.
¡Tepec!
Tepec con c de casa vieja.
Tepec con c de cómo le digo.
Tepe-c.
Chapultepec me trae Guadalajara.
Chapultepec me deja en Insurgentes.
El bosque, la glorieta, las lomas y el castillo.
Cha, pul, te y ¡pec!

En Chapultepec cabe toda la historia de México
y toda la nuestra de ida
y de vuelta.

Cha-pul-te-pec.
Con c de cuánto tiempo.

Línea azul


¡¿Y cómo no te voy a querer?!
DF de mis nuevos amores.
Si aunque trate de ponerte en blanco y negro,
tú eres espejos vivos y a todo color.

El último domingo de un septiembre
entre las 7 y las 8 de la noche.
Línea azul del metro, Ciudad de México.
Dirección Zócalo — mi alma.

Pretéritos imperfectos

Quería irme a vivir al tobillo del mundo y acabé bebiéndome México en el pecho del planeta. Quería respirar aire puro, acabé sin viento en las costillas. Creía ser invencible y acabé de rodillas frente a ti. Quería hacer una carrera, terminé tomando carretera. Pretendía esconder mis letras y acabé sembrándolas en una tierra tan fértil que germinaron en las faldas de una verde montaña al ladito de un campo de flores y un árbol de tronco hermoso; sus hojas fueron mis hojas. Quería ternura, encontré violencia. Buscaba guerra, me hiciste la paz. Quería levantar una torre y dije "renuncio" tres veces. Yo ya no quería saber nada y acabé estudiando más. Planeaba ir a Costa Rica, se me atravesó Chiapas. Sentía mariposas en el estómago: eran palabras hechas ala. Decía ser incansable y terminé frente a un médico con un diagnóstico brutal y espantoso: "lo que usted tiene, señorita mía, es cansancio, ¡cansancio crónico, además!" Incansable ni la mujer maravilla. Anhelaba levantar la voz y acabé derramando el alma. Vestía de naranja y me quitaste la ropa. Quería callar y me colgué del cuello una clave de Sol. Quería saludar a la mañana y amanecí de mal humor. Deseaba besar a la luna y la noche me mojó las manos. Quería medir el suelo y vi un saxofón de cielo. Creía haber sanado y reventó la cicatriz. ¿Qué me voy a decir ahora si ya no es la excepción? ¿Ahora qué? Deseaba ser huracán y fuego; fui libro, mujer y mar. Quería besar la tierra, acabé 14 pisos arriba. Quería llorar y caminé descalza. Quería ser fuerte y me puse un vestido... azul con blanco, sin mangas y por arriba de la rodilla. Quería ser suave y me corté (de una) todo el pelo. Pedía justicia y le hablé a la policía. Exigía un paseo y se me rompió un zapato. Quería ver a mis padres y mi cumpleaños 30 cayó lejos y en viernes. Necesitaba descansar y viví sin tregua un mes completo. Tenía hambre y no cenaba. Presumía tener el control y el control me volteó la cara. Quería dormir, acabé llenando las bolsas de mis ojos de aventuras y de ti. Quería pretextos, quitaste el pre y me dejaste los textos. Buscaba silencio y me aprendí tus canciones. Todas. Rogaba al tiempo que pasara y me sorprendí cuando octubre se rompió. Quería robarte las horas y me dejas hablando sola. Quería ser grande y acabé siendo feliz. Quería ser libre y acabé siendo tuya. Quería buscar y me encontraste. Creía saber quién soy y apareciste.

Un jueves por la mañana me preguntas por qué viajo
y el domingo por la noche explotas en mis oídos.
Hablas de mi voz como si conocieras mi mirada
y te pongo las respuestas sin necesidad de preguntar.

Salí de donde salen los que no saben de dónde salieron,
"bienvenida al mundo de los valientes".  
Y a mí no me pasa un día 
sin que alguien me llame loca.

¿Pretérito imperfecto?
¿Imperfecto de dónde...
si es todo lo que yo tengo?

(...)

Quería historias y ésas sí las tuve todas.

Pero es que sí hay que ser poquito salvaje 
para estar absolutamente viva.