¿Qué sabe usted?

¿Que yo qué sé? Oiga, ¿pero cómo se atreve? Atrévase, pues, que para eso estamos. Le cuento:

Yo no sé mucho pero mire, cuando niña, las palabras me llamaron la atención; cuando mujer, me llamaron la pasión. De mis padres aprendí de libertad y de responsabilidad. Al sacrificio no le reconocí de inmediato porque tenía cara de entrega, pero luego supe. Bicicletas, patines, dientes rotos. Después, entendí de pisos; verá, hacerse uno no es tan fácil como parece, eh. Yo aprendí a construir nuevos porque me habían quitado el propio. Supe que el viento siempre sostiene a quien tiene las alas abiertas así que estrené las mías y volé. Opté por el respeto y por los pasos firmes. Pisé curiosidad hace como treinta vidas y todavía la traigo pegada a las suelas de mis zapatos. Se me imprimió una sorpresa en la mirada y ahí se hizo su casa en el árbol. Quería verle todos los pedazos al mundo y después de verle algunos, ahora quiero todavía más. Descubrí que la cabeza no puede abrirse si el corazón no le ayuda. Me gustó trabajar, me gustó besar, me gustó él. Pero no, al curso de enamoramientos no quise ir porque alguien me estaba enseñando cómo. Elaboré extrañamientos perfectamente redactados y justificados. Luego, regresé a México y tuve que mirar pa'dentro, ya las preguntas me gritaban mucho y tomé nota. Le escribí ensayos a dios y al cielo. Aprendí a no dormir. Luego, lo quemé todo. Aprendí que hermanas no nomás tengo dos y a respirar sin hacerme daño. Cuando viví con mi abuela en esa casa que se fue, me dejó tareas de compasión y de paciencia; aprobé el valor de una lámpara prendida a media noche al lado de la cama. Me volví a ir. Vi fuerza, generosidad y exceso. Vi el hielo desde algunos aviones. Me licencié en humanidades con mención honorífica mujer foránea. Me titulé y toda la cosa. Muchísimos cursos de amor y miedo. Aquella escuela estaba entre Rebeldía y Soledad pero yo di vuelta en Independencia y llegué al centro, ahí donde está el Monumento a la Amistad. Me estacioné para cultivarme como se cultivirían las estrellas si pudiéramos sembrarlas en tierra azul. Memoricé cómo se dan las gracias por la salud y por la urgencia. Un buen día investigué mi voz y mis letras pero la tesis de comunicación apenas la estoy retomando. El día que descubrí que mi vida era mía, me temblaron las manos de emoción y nervios. Lo recuerdo clarito. Y me puse a llorar sonriendo de una manera hermosa. Observé cómo se abren y se cierran las ventanas, las puertas y los caminos. Aprendí a pagar renta y a cocinar desayuno, comida y pena. Sé que el dinero ayuda cuando no estorba y que la locura sí es indispensable. Ahora estudio una maestría en intensidades y la siguiente no sé si será en historia o en sentido. No me voy a doctorar. Siempre sigue un curso genial. La vida, digo.

Pero a mí qué me pregunta si desde el principio le dije que no era mucho. Mejor dígame, ¿qué sabe usted?

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