Letras a un ladrón

No necesito tener tu rostro en mi memoria para ofrecerte unas letras. Tú me robas, yo te regalo esto. Qué cosas, ¿no? Así es la vida, así somos aquí.

No sé quién fuiste, no me di cuenta cómo pasó ni en qué momento. Pero qué importa. Robar no debe ser lo único que haces, ¡pero es que en verdad lo haces muy bien! Claro que no te felicito, sólo lo reconozco y es cierto. Estaba la bolsa cerrada y la traía por enfrente. Me he subido al metro un millón de veces y no estaba sola. Fue cuando entramos al vagón, ¿verdad? No dejo de pensar en esa mujer bajita que la gente aplastaba; tal vez era una trampa en la que yo caí por protegerla de la avalancha humana. Jamás sabré. 

No fui la primera, lo sé por tu presteza. No seré la última, lo sé por tu descaro... y porque quizá creas que no te queda de otra; que hay que arrebatar. Tampoco estoy aquí para hacerte un discurso de esperanza y una vida distinta. Venías viajando en el mismo espacio que nosotros, casi te sentía mirarme, muchos metros nos acompañaste porque el tren no se detuvo hasta Tasqueña. Íbamos juntos, ¿ves? Pero bueno, ya fue. Qué más da... ¿qué más quita? Subo los hombros y ya está.

Yo creo que tus manos tienen talento para tocar guitarras o marimbas, para sembrar flores, para hacer tortillas deliciosas o lindas mesas de madera blanca. Para prender fogatas, para construir un gran puente peatonal o para acariciarle la cara a tu madre, para jugar al trompo. Eso quiero creer: que tus manos saben hacer cosas hermosas también. Ojalá un día descubras qué.

Sólo quiero decirte que seguiré pagando lo que te llevaste durante catorce meses más. Y que pagaré otro idéntico porque no voy a permitir que cambies más nada. Lo que te llevaste se repone con trabajo, así de afortunada soy. Yo voy a trabajar de más lo que tú de menos y así nos curaré a los dos. Aunque te fuiste con fotografías irrepetibles, con notas de voz que ya no vuelven, con datos importantes, con la lista de mis libros pendientes y con problemas en los que me voy a meter por recordatorios que voy a olvidar; tú no me quitaste nada. Ni las ganas de ver futbol, ni las ganas de esta ciudad, ni las ganas de tomarlo de la mano, ni las ganas de proteger a alguien. Sí me robaste algo pero no me robaste nada. ¿Entiendes lo que te digo? 

Además esa tarde ganó el Guadalajara y esa noche gané yo. Espero nunca cruzarme en tu camino otra vez. Ni en el tuyo ni en el de nadie como tú... aunque francamente, lo dudo.

Gracias por no lastimarnos.
Adiós.

No hay comentarios: