Todavía te quiero

La primera vez que dije "todavía te quiero", me miraron raro. 
Qué digo raro, me miraron mal. 

"¿Todavía me quieres?", me dijo su mirada de ego herido. 
"Sí, todavía", repliqué a sabiendas de lo que estaba disparando. 
"¡Hombre, qué honor, muchas gracias!",
contestó con coraje su orgullo hecho astillas. 

Pero honor no era ninguno, yo de lo que hablaba era de amor. Yo lo que había dicho fue "todavía te quiero". Todavía significaba que le quería sin baches, sin peros, sin altibajos. Le quería sin condiciones y sin contratiempos. Le queria todavía, sin interrupciones ni intermedios. Como un milagro que sucede todo el día cada día y llegan los creyentes testigos a ver si todavía... Le quería todavía, a pesar de sí y de mí; a pesar del pesar le quería. Le quería todavía porque le quería de verdad.

El día que dejé de quererle todavía
dejé de quererle de repente 
y para siempre. 
Así fue. Y así es todavía.

Si las palabras juegan chueco
es porque lo aprendieron del amor.
Él les enseñó las trampas del hablar.
Así fue. Y así es todavía.

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