Que no somos piedras, dices

Que los dos librábamos la misma batalla. Ambos nos peleábamos contra lo que sentías sin querer sentir. Ambos contra tu deseo, contra tu enojo, contra tu disyuntiva. Tú queriendo defender tu soledad y yo queriendo compartir la mía. Tú diciéndome a mí... tú diciéndome a mí que no somos piedras. Y yo sin saber si reír o llorar, me puse a llorar. Me vendiste una idea sólo para decirme que no creías en ella. Llegaste sólo para decirme que ya te ibas. Y dices que no jugaste. Con tu permiso, yo seguiré sintiendo que sí. Agradezco tu honestidad aunque fuera a destiempo; pudo ser antes, el daño pudo ser menos. Pero no fue, fue así. Hoy, esto es lo que hay. Somos lo que hay y así nos habemos.

Y hoy nos vamos, cada uno por donde llegó. Tú queriendo dejar la posibilidad entreabierta por si un buen día. Yo queriendo azotar la puerta y llenarle de clavos el marco. ¿Qué no sabes cuánto duele estar esperando que alguien vuelva? ¿Me estás pidiendo que me quede colgando de una posibilidad? ¿Y luego qué, cuando me desespere, me columpie en ella? No.

Quisiera hablarte de callejones sin salida, de espejos sin reflejo, de tierra estéril, de relojes en otros tiempos, sábanas frías, ecos de carcajadas y nudos de garganta. De oportunidades que no vuelven y de abrazos que son mundos. Quisiera hablarte de lo importante. Pero porque soy yo la que lo sabe mejor que nadie, soy la menos indicada para hacértelo saber. Ve y vívelo. Averígualo. Eso es lo que quieres. Ve y vívelo. Y hazte responsable de lo que elegiste. Respétate que yo me voy a respetar. Voy a jugar otra vez a la congruencia y no voy a explicarte las reglas del juego. No esperes que haga como si nada. No esperes escuchar mi voz intacta. No esperes miradas viejas, ni sonrisas cómplices, ni bocas que se muerden sus propios labios. No esperes que me siente a esperarte que yo no me espero ni a mí misma. Lo único que sí puedes esperar es lo que tú querías: nada. Ve y haz lo que mejor te parezca. Te creo que me quieres, yo también a ti. Te creo todo lo que me has dicho, te creo por salud propia y en defensa propia. Es cierto que sí te voy a extrañar como también es cierto que no para siempre.

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