Después de las 10 p.m.

Ayer -una vez más- me preguntaron: "¿y por qué te vas?". No pude más que sonreír y suspirar... y volver a sonreír con la mirada encendida. Abandonada por toda posible explicación lógica, me quedé sin palabras y me encogí de hombros. No porque no supiera la respuesta sino porque no sabía cómo expresarla.

Por suerte, estaba ahí una mujer maravillosa, mi maestra del alma, que al ver que la pregunta me rebasaba, dijo: "valiente mujer que sigue su corazón". Clarificó mucho más que el aire.

Recibí tres abrazos y me fui... prometiendo que volvería un día como llegué la primera vez. Tocando la puerta sin ser esperada, haciendo preguntas y con el corazón abierto. Esa no fue una despedida. Me alegro. Y supe que es cierto: las grandes verdades no pueden ser entendidas desde la razón.

No tengo argumentos sólo una enorme libertad. Es ella la que me lleva y me seguirá llevando.

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