Regálame una noche


Regálame una noche: no vamos a dormir. 

Anda, ven.

Sólo nos tocaremos lo que pueda ser tocado con la mirada y con la voz. Me voy a morder los labios si se me quiere fugar un beso; pero si la vida no tiene garantías, yo menos. Hablaremos hasta que se nos seque la noche. La música la sirves tú. El vino lo sirvo yo. Báñame con tu voz, cúbreme con tu búsqueda, búrlate de la prisa. Y ven.

Juro decirte la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 

Ayúdame. Voy a necesitar que hagas preguntas. Hazlas todas. Empieza por las más urgentes que tengo comezón debajo de las uñas, promesas arañándome las costillas y amores viejos acariciándome la base de la espalda. Tengo cadenas de plata en los tobillos que amarran recuerdos que nunca sucedieron, ganas guardadas en el ombligo y su olor escondido detrás de las rodillas. Su risa, el bosque, el frío, los pies descalzos, el agua caliente en la regadera, el peso de su cuerpo, la cicatriz de su boca, el salmón con ensalada, el agua de piña, aquél jardín y esa pared. Tanta gente. Tantas vueltas. Tantos objetos. Tantas ciudades de piel y asfalto.

Apúrate, por favor, que me quiero confesar. Necesito abrirme la piel y contártelo todo ya, todo a ti. No voy a ocultarte nada. Será una confesión en la que nadie estará de rodillas y nadie pedirá perdón. Será sólo así. No, créeme: no es valentía, es urgencia. Vamos, carga una pregunta en el revólver y apúntame en la sien. Dispara de una vez. Que dice la luna que el reloj no se detiene. Y esta noche mañana acaba.

Regálame una noche: no vamos a dormir.

(¿De qué estarán hechas las estrellas que siempre nos quieren desnudar por dentro?)

Me volveré tinta para regarte las plantas de los pies; y de los dedos te saldrán flores de colores, ¿te imaginas? Seré el humo que respires la próxima vez que llores, el deseo que te comerás a cucharadas antes de irte a trabajar. Me voy a volver la oscuridad de tus ojos cerrados para que nunca puedas volver a dormir sin mí. Le soplaré el polvo a mil historias y te las encajaré entre el pecho y el alma. Voy a mostrarte garabatos que construyeron sus casas en otros mundos: en tres o cuatro servilletas viejas en la periferia de hace como siete años. Llévate cada palabra que me atreva a pronunciar y guárdalas bajo tu cama; ellas asustarán a los monstruos que te asustan a ti. No diré ni media mentira, pregunta lo que quieras. Los nudos en mi garganta, llévatelos. Desenrédalos y téjete un paraguas para las noches de tormenta. Voy a poner las dudas en el florero de la entrada para que cuando llegues, te reciban en la puerta. Voy a perfumar el aire con la tierra fértil que sembraré en el huequito de tu clavícula. Voy a dejar un escalofrío en el cajón de tu ropa y un secreto de arena en tus zapatos. Te va a molestar cuando camines y te vas a acordar de mí. Te conjugaré un millón de verbos en cuatro idiomas, robaré la cuarta cuerda de tu guitarra y te haré un barquito de papel con mi acta de nacimiento. Ese barco sabrá volar. De mí no quedará nada, todo lo tendrás tú.

Seré tuya cada minuto de cada segundo de esa luna y cabrán tres otoños en esas sombras. Voy a desdoblar cada centímetro de mi historia y te la pondré con cuidado sobre las piernas.

Cuando salga el sol, después de tomar café caliente y cargado, en silencio y en ayunas; me abrazas, te abrazo y nos decimos adiós. Nos vestimos de distancia y olvido. Corremos en direcciones opuestas y no nos volvemos a ver jamás. Yo fingiré que las cosas se despiden y tú fingirás que no me fui contigo. 

Si tú me regalas una noche, yo te lo regalo todo. 

Y si eso no es hacer el amor, yo ya no entiendo nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es perfectoo, hace mucho no leía algo así, estuyo?

G dijo...

Muchas gracias por leer :)

¡Sí, es mío!

Un abrazo.