El maestro

Es año nuevo y no puedo evitar empaparme de la reflexión que inunda el ambiente. De la nostalgia de ver hacia atrás y hacia adelante, muchas de mis neuronas se quedaron de vacaciones y reconozco que no he tomado suficiente chocolate caliente. Me resulta muy cómico como en enero, todos somos superman. Basta que sea enero para que creamos que ahora sí, lo podemos todo y veamos al mundo como una pequeña canica azul. Me causa mucha gracia eso. Una y otra vez, ¡cada año es lo mismo!

2009 fue un año maestro, un año difícil, intenso y absurdamente incómodo. Trajo grandes, enormes lecciones.

Fue un año maestro porque me mostró de frente quién soy. Cuando uno tiene el valor de ver hacia adentro con honestidad, encuentra de todo. Encontré una enorme pasión, ese fue el gran regalo de 2009. Encontré mucha fuerza... tanta, que a veces se convirtió en rigidez. Encontré perseverancia... tanta, que se convirtió en obsesiva terquedad aferrada. Encontré mucha impaciencia, me cuesta mucho trabajo esperar, confiar. Entender que las cosas no van a pasar cuando a mí me de la gana o cuando yo decida que es el mejor momento, que todo tiene su tiempo y su espacio. Sentí muchas veces que, en ese lugar a donde sea que lleguen las peticiones más genuinas del corazón, mi archivo se había traspapelado y estaba perdido en el limbo del olvido. Tuve mucho miedo de que el universo me hubiera "olvidado" y de ser la excepción a la regla de: "lo que se siembra, se cosecha". Entendí a la mala que no puedo olvidarme de mí, de descansar, de detenerme. Me va mal, muy mal cuando me dejo sola, cuando no me alimento el alma. Fumé como histérica todo el año, estaba incómoda, frustrada, desesperada. Hice muchas tonterías también. Muchos días, demasiados, mis primeras palabras del día fueron "la puta madre, no quiero ir". Me resistí, dejé de disfrutar, de confiar y sólo pensaba "esto también pasará". Encontré gente valiosísima conmigo. Personas que con sus palabras, con sus miradas, con su compañía, su cariño me demostraron lo afortunada que soy. Descubrí que amo la vida, que tengo unas ganas insoportables de vivir, de ser, de experimentar. Y también descubrí que no todos lo tienen. Soy incansable en la búsqueda de mi crecimiento, tomé las riendas de mi vida y no solamente pude vivir sola sino que lo disfruté. Volví a descubrir que me gusta comunicar y resulta que puedo hacerlo muy bien. Agradecí de frente a mis papás haberme educado en la libertad. Agradecí de frente a mis hermanas ser tan, pero tan distintas a mí. Este año lloré mucho más que otros años. Lo cual, lejos de ser triste, es un logro personal. Lloré de coraje, lloré de tristeza, lloré de dolor, lloré de emoción, lloré de soledad, lloré de risa. Y finalmente entendí que soy una gran mujer.

El 2009 me dejó exhausta, con un una gran moneda al aire y con una sonrisa hermosa de puras ganas de vivir.

En el 2010 francamente tengo muy pocos planes. Ese será el reto: dejar de planear y empezar a fluir. Me encantaría que pasaran ciertas cosas, claro, pero más que propósitos y objetivos específicos, quiero tener actitudes distintas. Y serán dos: la confianza y la apertura. Que pase lo que tenga que pasar, aquí estaré intensamente viva, para recibirlo.

Ayer, como cuando era niña, solté un globo al aire con un papelito amarrado del listón y lo vi elevarse y perderse en el cielo. Escribí en el papel un propósito, un deseo, una intención. Solamente 3 palabras: ser estúpidamente feliz.

1 comentario:

Ana Caballero dijo...

Amo las reflexiones de año nuevo, tienes tanta razón y sinceridad en tus palabras...