Tres cosas y dos silencios

El viernes en la noche terminé de leer una gran novela. Mientras saboreaba el excelente final, reacomodé mis almohadas y apagué la luz. No tardé más de un par de minutos en rendirme ante un profundo sueño sin sueños.

Con los ojos cerrados, todavía pensaba en Toru Watanabe (el joven japonés, personaje del libro) cuando me asaltaron tres pensamientos. Se sucedieron uno a otro en cuestión de segundos. Uno, dos, tres.

Uno: No he encontrado y, vaya que he buscado, un mejor lugar para leer en este mundo que mi cama.

Dos: Ya no me gusta este acto mecánico de hablar con "alguien" que es "algo" o viceversa, como sea... antes de dormir. Antes de dormir ya no quiero pedir cosas, ni dar gracias por cosas, ni dejar cosas en las manos de nadie (o nada) ni ponerme el maquillaje optimista en los últimos instantes de cada uno de mis días. Ya no quiero rezar. Ya no quiero hablar sola o pensar sola ni nada. Sólo quiero estar donde se supone que tengo que estar, con quien tengo que estar, haciendo las cosas que vine a hacer. No sé cuáles sean esos lugares ni esas personas ni esas cosas pero cuando se logra, creo que se sabe y se siente porque...

(Silencio)

Tres: ¿Entonces dónde he estado? ¿dónde estoy?

(Silencio)

Y me dormí.

No hay comentarios: