Burbuja surreal

Tuve tanto trabajo que perdí las nociones del tiempo y del espacio.
(Y de las cosas y de la gente y de los procesos...)
Después, ese par de días de vacaciones y la ciudad desierta.
Desprogramé mi despertador con una sonrisa malvada y lo disfruté tanto (¡tanto!).
No sé descansar, me aburrí, lo confieso. Pero me sirvió.
Y encima, el horario de verano comenzó justo ayer.
Pagamos la deuda de la hora que nos prestaron en invierno.

El reglamentario insomnio de los domingos se recrudeció y hoy me despertó un hambre dolorosa y despiadada mucho antes de lo planeado. Desayuné en casa antes de irme a trabajar. ¡Se sintió tan extraño! Jamás lo hago. Llegué temprano a trabajar y también se sintió extraño porque otra vez: nunca lo hago. La mañana se fue volando, comí casi a mi hora de salida y cené tres horas después. No podía del sueño a las cinco de la tarde y casi no tomé agua en todo el día. No podía parar de bostezar hace media hora y ahora el sueño se fue.

Hoy todo volvió a la normalidad pero nada es normal. Sigo metida en mi burbuja surreal de tiempos y espacios bizarros y míos. No sé ni dónde estoy pero me sigue divirtiendo hacer lo que me da mi regalada gana y hacerme caso sólo a mí.

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