Razones de sobra

Escribo porque es mi manera de llorar. Escribo porque así me río muchísimo de mí misma... ¡y me divierto tanto! Escribo porque a veces puedo componer el mundo y cuando no, por lo menos me lo hago menos denso. Escribo para sacar, para limpiar, para ordenar. Escribo porque me descubro, me conozco, esclarezco misterios de mi universo y llego al fondo de lugares impensables, a veces medio tenebrosos, a veces medio hermosos. Escribo para decir cosas que no puedo o no quiero decir con voz. Hablo con personas con las que no podría hablar de otra manera. Resuelvo, cierro, hago confesiones, agradecimientos y peticiones; lo que quiera. A veces es inoportuno, a veces es irreflexivo. A veces muy fuerte, a veces vital. Me atrevo a decir que hasta un poco sagrado. Y cansado. He llegado a correr para que no se escape la idea y capturarla antes de que siga volando y me pase. He llegado a cocinar en mi mente una sola frase por semanas hasta poder por fin soltarla. Escribo para no olvidar lo que no quiero olvidar y para reencontrarme en el tiempo. Es terapia, catarsis, válvula de escape maravillosa. Escribo porque disfruto el tiempo que me toma hacerlo, la forzosa introspección que implica y que siempre exista la opción de compartirlo...o no. Cuando escribo, estoy segura que no soy yo la que tiene todo el control y eso me gusta. Escribir es conversar conmigo misma y escuchar con toda paciencia y honestidad qué carajos tengo que decir esta vez (incluso respetar que no quiera o no pueda decir nada). Escribo para adentro, no para afuera. Escribo por necesidad, por costumbre, por instinto, por amor.

Mi incurable perfeccionismo me obliga a decir la única cosa que no me gusta de escribir: es posible, con repeticiones, puntuación, signos y otros recursos gramáticos elevar el "volumen" hasta gritar (y eso está bien)... ¿pero cómo se hace para escribir un susurro?

No hay comentarios: