piel de gallina

Lo dijiste sin decirlo y lo entendí sin poder creerlo. Le atribuí al frío mi piel de gallina pero los dos sabemos que no hacía tanto. Un escalofrío me recorrió completa y, aunque mis brazos me delataron, lo impactante fue que la expresión de mi rostro no cambiara en absoluto. Casi sobra decir que no esperaba esas palabras ni esa mirada ni esas lágrimas ni esa confesión ni nada. No esperaba nada. Me tomaste totalmente por sorpresa y mi intervención tan indirecta y tan involuntaria me petrifica sin una sola explicación.

Qué curioso el engranaje cuando me deja más cerca de lo que jamás pensé estar.

Sí sé cómo se siente la desesperación. Sí se cómo se siente la angustia. Sí sé cómo se siente el dolor. Sí sé cómo se siente que el mundo se cierre, se caiga, se apague, se vacíe. Sí sé lo que es tener la idea. Sí sé cómo es no querer. Basta con ser una persona y andar por este planeta para saber esas cosas. Pero nunca he recorrido ese camino. Creo que debe pesar, creo que debe arder, creo que debe aplastar. Creo que debe ser el único para considerarlo. Creo que debe ser el último. Y fuera de ahí, ya no creo nada. No me atrevo.

Si puedo hacer algo, lo que sea, por ayudarte en algo, lo que sea; escuchar algo, lo que sea, o decirte algo, lo que sea, o escribirte algo, lo que sea... para que te sientas un poco bien o mejor o diferente, ¡o lo que sea! Por favor, por favor, házmelo saber. No tienes ni que pedirlo, sólo entérame. Y si de alguna manera, la que sea, ya lo he hecho, pues entonces reitero: no tienes nada que agradecer y yo lo único que tengo es piel de gallina.

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