Deja de insistir

Somos bloques enormes de hielo polar
derritiéndonos a plena luz del día.
Poco a poco y gota a gota
cayendo con la elegancia del universo que nos mira.

Nos fundimos uno a uno
con el gran espejo de agua
con tal de que nos lleve a verle
el otro fin al mundo.

Somos torrentes, remolinos, ríos.
Tomando la forma de lo que nos vaya conteniendo.
Navegantes accidentados.
Milagros mutantes.

Somos una tímida esferita de rocío
que resbala de madrugada
sobre una flor escondida
que nadie ha visto ni jamás verá.

Somos vapor 
aprendiendo a flotar.
Elevándonos al sol,
queriéndole besar.

Nos condensamos en otros nosotros
formando algodones en escaparate,
decorando ese profundo lago
que sólo se ve si miras hacia arriba.

Jugamos a hacer barbas, ventanas y conejos
ignorando que ese lienzo hermoso que pintamos
parece, sí parece...
pero ni es cielo ni es azul.

Somos fuerza en el ojo de un huracán.
Arrojados a enfurecidas marejadas,
ansiosos por llegar a cualquier playa
y estrellarnos contra estoicas piedras
sólo para acariciarles
la sal y el tiempo.

Somos vaho, lágrimas, 
brisa, charcos de lluvia,
vapor
y sudor.

Fríos y calientes.
Dulces y salados.
Energías explotando en todas direcciones, 
promesas creciendo en espiral.
Somos todo
(y casi nada).

E insistimos,
insistimos,
e insistimos
en definirnos.

Está muy bien que hoy seas
un trocito de alfombra blanca
descansando en la cumbre
de algún majestuoso volcán.

Está muy bien que hoy seas
el humo que se escapa de la taza de café
de la comida de cumpleaños
del abuelo del niño
con los ojos más verdes del mundo.

Ahora imagina que mañana vuelas
y te vuelves la saliva
de unos labios
de una boca
de un beso
de un gran amor
secreto
que se vuelve a amar
urgentemente.

[Deja de insistir.
Yo también lo intentaré.]

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