Caminos

Ahora estoy pensando que aventurarse a amar a alguien es como manejar por terrenos inexplorados al norte de esta ciudad... sobre aquellas calles complicadas y lejanas que ya se se hacen llamar "Estado de México". Amar a alguien se parece a meterse al metro de Tokio en plena hora pico y tratar de respetarse el espacio vital, es adentrarse a pie y descalzo en la sabana africana sin más arma que una ridícula cámara de fotos o aprender a remar una tarde de granizo en una góndola por los canales de Venecia.

¿Cómo vas a saber qué trae el camino si no lo tomas? Aunque tengas la suerte de creer que sabes a dónde te lleva -que por lo general, nadie vende mapas-, todo puede pasar. Nada más es cuestión de preguntarle al primer peatón si se quiere subir contigo. Ah, no... es que yo quería ir al sur. Ah, es que yo iba a la playa. Pero ya recorrimos 867 kilómetros. ¿No estábamos en México? Uy. ¿Se puede dar vuelta en U? La llanta ponchada. ¿Nos podemos ir en reversa? Por la libre a Cuernavaca, qué importa ya. Un poco de aire y a esperar lo mejor.

Tú y yo nos pasamos y nos perdimos. Ya se me olvidó si sabíamos a dónde íbamos. Nos pasamos porque tú me sucediste a mí y yo a ti. Nos pasamos porque no supimos dónde era la salida que nos dejaba en felices. Sólo seguimos avanzando porque si no se avanza, no se sabe. Vamos en sentido contrario. Una cosa es no saber dónde estamos y otra muy distinta estar donde queremos. Hasta pa' perderse hay modos y lo segundo no es. No sé cómo nos perdimos pero ya avanzamos mucho. Y no fue de repente, lo avanzamos todo paso a pasito. ¿Y ahora?

No hay comentarios: