Un perro sabueso policía

Tengo un olfato tan incómodo que a veces me desespera. Me entero de cosas que no debería. Y sin querer y sin poder evitarlo. Quién suda, qué perfume o desodorante trae quién, quién se acaba de lavar los dientes, quién comió gengibre y quién venía en un taxi aromatizado artificial y nefastamente a coco.

Tan sólo en mi camino del estacionamiento a la puerta de mi departamento, me enteré que en el primer piso, alguien se acaba de bañar; olía a shampoo por todo el pasillo. Subo las escaleras y en el segundo alguien cenó pescado con mantequilla, cebolla y ajo. Sigo subiendo y en el tercero, prendieron un incienso; estoy casi segura que es el Nag Champa, el del paquetito azul. Mi vecina en el cuarto piso, fuma más que yo y no precisamente tabaco. Y a ese perro le urge un baño.

Ir caminando por la calle en la Ciudad de México. Que Dios me bendiga.

Aquí donde no conocen el espacio vital. Aquí me vine a vivir.

Es sólo por esto que aún no dejo de fumar.

Se agudizará y no lo soportaré.

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