De lo que hablo cuando hablo

Hablo de la pelusa blanca pegada en la ropa negra, de las manchas que no se quitan y de las bolitas que se le hacen a los calcetines con el pasar del tiempo. Del pleito eterno con el polvo de siempre, del escándalo de esta ciudad, del cabello que se nos cae, del olor de nuestro aire. Últimamente estoy perdiendo cosas: una revista, una tarjeta y un par de estupideces. Hablo de la manía de tocarme la cara y verme el trasero en los espejos. De las personas que son lugares y los abrazos que son mundos completos. Espero un sí que tiene fecha y hora. De intuiciones que resultaron ciertas y de las otras que resultaron miedos. Hablo de jitomates podridos, recuerdos añejos y escupitajos en las aceras. Necesitas que te necesite, ¡cuánto ruido me hace eso! Hablo de palabras escritas en código, de mensajes que no eran para nadie, de lenguajes de miradas. Hablo de los lugares en los que nunca estaré y de las personas que jamás conoceré. Hablo de humedad, de pereza, de frío, de voltear a ver al cielo de vez en cuando. Hablo de que mi guitarra me toca a mí, nunca al revés. De relojes que se descomponen, de zapatos que se rompen y de objetos que se olvidan. Hablo de silencios incómodos y de todo lo que dicen sin querer ni evitar. De cruzar la mirada con un extraño y voltearla de inmediato, de torcerse el tobillo en plena calle, de gente que nunca volveré a ver pidiéndome un peso pa' un taco. De que hay veces que el cuello no es lo suficientemente fuerte para sostener la cabeza y qué ganas de pararme de manos para que el corazón quede por encima. De la gente que me quiere decir qué hacer. De la gente en la que me da la gana confiar. De la gente que quiero tanto. De ausencias, de incertidumbres absolutas y ganas de lanzar algo por la ventana. De cómo vamos chocando y hacemos de cuenta que no pasa nada. Del camino a la oficina y del peligro mortal en cada costumbre. Hablo de las rutinas en las que nos acomodamos y la gente que vamos olvidando. De lo que tiro a la basura, de lo que doy por sentado, de esas voces que revientan recuerdos. De esclavitudes disfrazadas de putas y maquilladas de normalidad. De lo pronto, de lo tarde, de lo nunca. Del desperdicio de la comodidad. De abrir las puertas, las piernas, la garganta. De que a veces, dormir me da miedo y lucho contra el sueño como si fuera la última cosa que voy a hacer. De dolor de sienes y las ganas de vomitar, de volverse loco. De focos fundidos, de pasta de dientes y saliva, de grillos a media noche. De paredes frías, resacas insoportables y escalofríos que no paran. De lo que no hace falta, de lo que no se extraña, de lo que nunca se debió comprar porque nunca se necesitó, de lo que es como si no hubiera sucedido porque jamás lo recordaré. Y de la prisa instalada en el pecho. La tierra prometida es la tumba. De eso hablo.

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