Un desayuno, dos omelettes

Puse despertador en domingo. ¡Así de grandes eran mis ganas de verte! Nueve de la mañana, en nombre sea del santito piadoso de los perezosos desmañanados.

Y te encontré en la Condesa un poco más tarde de lo acordado y desayunamos... no solos pero juntos. No nos bastó un abrazo de reencuentro, tuvieron que ser tres sólo para comenzar a recuperar el tiempo vacío. Apenas nos separábamos y ya nos volvíamos a abrazar. Me agarrabas los cachetes y yo sobaba tu séptimo chakra ya sin pelo y otro abrazo, ¿por qué no?

Hablando contigo durante esas horas me di cuenta de todo lo que he soltado, de todo lo que han cambiado los escenarios y de todo lo que hemos limpiado las superficies... los dos. Me dijiste viente veces que me veías muy bien. Había un dejo de sorpresa en tu voz (y otro de nostalgia y otro de genuino cariño y otro más de una paternidad-adoptiva-amistosa). ¡Y es que sí estoy bien, de verdad! ¿Por qué todos se sorprenden? Estoy contenta, sin mayor pedo que eso. Esta ciudad no es tan mala como la pintan. Lo que pasa es que esta ciudad es la materialización de los miedos de muchos, nada más. Pero yo aquí, ahora... y re bien. Sin tener una mínima idea de lo que pasará después, como todos los presentes.

Me sirvió verte. Me reflejaste, como espejo, todo lo que ha pasado en tan poco tiempo. Apenas seis meses y yo tan así y tan aquí. Llegaste y me invitaste sin querer a ver todo el camino que he recorrido. Recordé quiénes éramos cuando nos conocimos y me hiciste sonreír por dentro y por fuera. Toqué la ligereza con la que he venido viviendo. Los rompecabezas que ya no son más, las cargas que ya no son mías porque nunca fueron, la valentía de hacer lo que hice y estar donde estoy. Romper la barrera del debería es mucho más duro de lo que parece y no se puede cantar victoria pero yo voy cantando. Lo duro que fue y sigue siendo. Y la paz pseudo-valemadrista que últimamente me inunda la existencia. Tantos lazos, tantas coincidencias, tanto "pues" cariño. Tanta bronca tirada al mar.

Hoy puedo decirlo: esta próxima mudanza, que no lejana, será por mucho, la más ligera de todas. Ligera en pertenencias físicas, en muros mentales y en trabas de corazón. Y qué alegría y qué mas da.

Yo pedí un americano, el omelette con flor de calabaza y robé tu rol de manzana. Tú, otro café americano, el omelette con huitlacoche y todos los panes dulces que te pudiste comer. Después, me puse a caminar tomando fotos alrededor del Parque México, leí un ratito una gran novela y me regresé caminando al depa muchas horas después. Tú, te fuiste con tus budistas a Polanco más temprano que tarde. Y nos volvimos a abrazar muchas veces.

Qué lindo desayuno dominical.

Gracias por avisarme que venías.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué gusto G... ¡haste de cuenta que los estoy viendo a los dos: a ti y al Rodo! ¿Será?