Un inconveniente

Entré poco después de las 12 a la escuela y unos minutos después, alguien me indicó que ya podía pasar al salón. Estaba completamente vacío a excepción de él.

Lo primero que llamó mi atención fue la boina color camello en su cabeza, después su barba con destellos grises. Nos presentaron. Iván, Gabriela. Buenas tardes. Extendió su mano derecha y yo hice lo propio, las estrechamos saludándonos. Él regresó a su escritorio y yo me dirigí a ocupar el rincón más lejano, en la justa contraesquina de donde estaba él. "Una escuela con pupitres así, algo lindo debe tener", pensé.


En vista de que mi llegada había interrumpido su intento de conectar los cables de unos aparatejos, yo tomé mi celular entre las manos y comencé a teclear. 

Estuvimos en perfecto silencio por algunos segundos hasta que me hizo una pregunta mágica: "¿cómo llegaste aquí?

Lo miré y sonreí como sólo pueden sonreír las personas a las que les han hecho demasiadas veces preguntas dificilísimas de contestar. "¿Aquí a dónde? ¿Aquí a la ciudad? ¿Aquí a la escuela? ¿Aquí al salón?" Todas preguntas que se agolparon en mi diálogo interno en fracciones de segundo. Preguntas que pensé pero no dije.

Interpretó mi sonrisa y la interpretó bien. "Me refiero a qué formación académica tienes", aclaró. Le resumí en 30 palabras los hitos de mi trayecto escolar. Abrió los ojos, levantó una ceja y esbozó una sonrisa. Me fijé en sus botas de trabajo perfectamente aseadas, en su camisa café chocolate de botones impecablemente planchada y en un archivo que de pronto se proyectó desde el cañón en el techo, iluminando la blanca pared frente a mí titulado "hermeneútica". Tenía unos lentes de marco dorado -a través de los cuales me miraba con cierto dejo de ternura- sobre la nariz.

Me dijo: "bueno, no te puedo culpar, yo he hecho lo mismo. Curiosa e intuitivamente he ido estudiando un poco de esto y un poco de aquello durante toda mi vida. Pasé muchos años en la UNAM, estudié después en España, en Cuba, en Colombia, aquí mismo en varias ciudades en provincia. Nunca encontré una Licenciatura en Iván así es que yo me la hice. Y ya lo sabrás: tampoco hay una Licenciatura en Gaby, pero algo me dice que vas por buen camino."

"Yo no sé si por un buen camino pero por uno propio creo que sí", le dije entre carcajadas que rebotaron haciendo eco entre los dos. Le hablé de que mi verdadero aprendizaje empezó cuando terminé la universidad y de cómo la vida me ha puesto tantas veces en tantos lugares maravillosos. De cómo he ido reconociendo grandes pasiones en mí y de que intuyo -aún sin tener la menor idea de cómo- que ya va siendo momento de condensarlas en un sólo algo.

- ¿A qué te dedicas?
- De 9 a 7 trabajo en Telmex.

Volvió a sonreír.

- Telmex es una gran empresa... en el sentido más obvio de "grande". Yo trabajé en Grupo CARSO durante más de 10 años. Fui asistente de Sumi... Soumaya, la esposa del Ingeniero. Durante ese tiempo se me comió la vida, me absorbí impresionantemente en mí mismo y me dediqué a hacer más rico al hombre más rico del mundo. Colaboré en el lanzamiento del museo. Recuerdo una vez que cometí un error en un calendario que me pidieron y pregunté: "¿Entonces mi error va a repetirse 1,000 veces en los calendarios?"A lo que me respondieron: "No, no 1,000, sino 32,000 veces, ese calendario es para todo el corporativo del grupo." No puedo resumirte ahora todo lo que aprendí pero no nos hagamos tontos, la verdadera independencia inicia con la independencia económica. 

"Ya lo dijo Woolf", pensé.

Nos hemos volcado seriamente hacia lo material, la tecnología es maravillosa pero puede volvernos patéticos. Conozco hombres que quieren y respetan más a sus coches que a sus mujeres, me dijo. En fin, cuando salí de CARSO, volví de lleno a los estudios; a impartirlos y a recibirlos. Viajé a 40 países y escribí 12 libros.

No podía creer tener frente a mí a semejante personaje. Hizo una pausa que no quise interrumpir. Me parecía que un hombre estaba viajando en el tiempo frente a mis ojos y no quise violentarlo a regresar. Mientras esperaba pensé: "¿cómo se apellidará este Iván, qué tipo de libros habrá escrito? ¿y a qué países fue?"

Volvió. "¿Ya formas parte del corporativo o estás de manera temporal?", me preguntó.

- Me acaban de dar la plaza esta semana. Ya formo parte del corporativo.

- Es un gran lugar para construirte una carrera y el día que salgas, vas a salir con todas las de la ley. Es una de las empresas más sólidas del país y me atrevo a decirte que hasta del mundo. Trabajar ahí fue lo que me permitió después estudiar tanto y tener hoy una casa propia. Si me permites darte un consejo, aunque suene payaso -que a estas alturas de mi vida no me importa sonar payaso-, rodéate de un halo de misterio. No vas ahí a hacer amigos, vas a trabajar y a construrite algo. Involúcrate personalmente lo menos posible, no te excedas en los eventos de la empresa, habla de tu vida personal lo menos posible. Estás en aguas peligrosas y siempre a los más amigables y sociables los truenan primero. Es mejor ser percibido como alguien comprometido con su trabajo, serio y andar debajo del radar. Te lo digo porque lo vi.

Yo asentía sabiendo perfectamente de lo que me hablaba. No es un lugar para hacer amigos, me queda clarísimo.

- Entiendo. Lo sé... yo no sé cuánto me quede en Telmex pero algo me dice que estoy de manera temporal. Puedo durar ahí un año, o dos o quién sabe. Es un buen puesto y pretendo sacarle jugo a mi estancia -empezando por la maestría- pero ahora estoy tratando de descubrir para qué estoy acá. Y mis pasiones... aunque pueda ser muy emocionante generar estrategias de mercadotecnia para México y Latinoamérica no es algo que me mueva, dije poniéndome la mano derecha sobre el corazón.

Me regaló una sonrisa imposible de olvidar. Una sonrisa de alguien a quien no se le tiene que explicar mucho más porque ya había entendido desde antes de entender.

- "Maestro, ¿me permite un momentito?" Él se levantó de un brinco de su silla y se encaminó a la puerta. Una mujercita osó suspender nuestro intercambio de palabras y él tuvo que salir del salón. Después entró un hombrecito a pedirme que lo acompañara al salón de al lado. Estuve 3 horas ahí, recibiendo una clase de protocolos para la investigación, que seguramente me servirá el día que me siente hacer mi tesis pero hoy por la mañana yo lo que quería era atravesar la pared, conseguir dos cafés y reanudar la plática con Iván. No fue posible.

Cuando fueron las 4 de la tarde salí y la puerta del lugar donde estaría Iván estaba firmemente cerrada. No me atreví a tocar, ni siquiera para despedirme pues no tenía la certeza de que él estuviera ahí y en caso de que sí estuviera, estaría dando clase, posiblemente diciendo algo valiosísimo. No quise pagar con la misma y molesta moneda de la interrupción así que me seguí de largo hasta la recepción con la esperanza de obtener aunque fuera un dejo de explicación. "Hubo un inconveniente" fue lo que me dijeron... "un inconveniente con los alumnos". Bueno, a mí tampoco me convino el inconveniente. ¡Nos interrumpieron, maldita sea! Una plática tan rica, tan empática, tan memorable. Tan de dos iguales. 

No sé cómo se apellida Iván, ni qué clase da, ni a quiénes. Sólo espero volverlo a ver, en calidad de alumna alguno de estos cuatrimestres y tender un puente para que transiten tantas palabras que se quedaron no-dichas entre los dos.

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