Lástima

Volver a empezar en un lugar donde no conozca absolutamente a nadie y nadie me conozca a mi. Abrir la boca y descubrir que hablo español y buscar frenética un espejo para encontrar mi reflejo sin saber lo que veré. Reconocer mi cuerpo y no saber dónde ha estado ni con quién. Descubrir con sorpresa esos sueños ignorando el proceso de lento añejamiento que han sufrido. Preguntar qué día es, de qué año y en qué país estamos. Hacerlo todo sin saber que nunca lo había hecho... o que es la enésima vez. Borrar los recuerdos, el camino, el ciclo. No saber quién soy; en el sentido más literal y más libre del anonimato y la virginidad. ¿Qué haría si no supiera nada? ¿por dónde empezaría? ¿hacia dónde iría?

Puedo esconderme de todos tras el anonimato, menos de mí misma. Lástima, porque hoy realmente nadie importa más que yo.

1 comentario:

Ana Caballero dijo...

Y es que por más anónimos que queramos ser, siempre sabremos nuestro nombre.