Far beyond

No soy una persona de las mañanas y jamás lo he sido. "Not a morning person", diría cualquier anglosajón. Eso de abrir las ventanas y saludar con una enorme sonrisa al señor sol para recibir sus primeros rayos de luz y escuchar los pajarillos trinar... nomás no es lo mío. Yo, todo lo contrario. El esfuerzo más grande que hago cada día es salir de la cama y arrastrar el alma hacia el chorro de agua tibia que sale de la regadera. Es hasta después de las diez -y con la correspondiente dosis de cafeína paseando por mi sangre- que me siento completamente activa, despierta y lista para enfrentar al mundo. Nunca antes.

Mientras, ando por ahí, limitando el número de palabras que pronuncio, la expresión de mi rostro se vuelve toda neutralidad y las demostraciones de afecto o cortesía son prácticamente nulas hasta pasada dicha hora. Si dormir fuera negro y estar despierta fuera blanco, yo me paso dos o tres horas grises cada día. En fin, culpo a mi madre -y que conste aquí- por heredarme su neurosis matutina. Por poner en mis genes esta cosa de necesitar el silencio, de que el cerebro no arranque, de que la piel no despierte, de valorar hasta niveles incomprensibles el espacio vital y además de todo lo anterior, defender este derecho humano de amanecer nefasta.

Ese jueves, como todos los demás días de mi existencia, amanecí con resaca vital. Pero era un jueves especial, uno testarudo y mucho más fuerte que yo. Pasaban las horas pero no pasaba la sensación. Ya tenía toda la mañana lejos de las tibias sábanas de mi cama y seguía igual... o peor. Ya había desayunado y bebido café. Estaba en el trabajo, sonaban teléfonos, llegaban correos, había que ir a junta y mucho qué hacer. El mundo demandaba de mí y yo con la vida entumida. Sin reaccionar, sin sonreír, hablando lo menos posible y sin establecer ningún contacto aceptable con ser alguno que rondara mi existencia.

Lo que quería era llorar. Lo que quería encontrar una canción y quedarme a vivir en ella todo el día. Lo que quería era un abrazo y después quedarme sola. Meter mi cara entre mis manos y que nadie me viera a los ojos. Postergar todos mis quehaceres ejecutivoficinescos y dedicarme a deshacer el nudo que cerraba mi garganta. Y a pesar de que todo estaba "bien", yo tenía ganas de que alguien me dijera que todo iba a estar bien. Y tenía ganas de creerle.

This goes beyond not being a morning person...
Far beyond.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Asi me siento desde hace tres años.

sigue siendo un infierno.