Aprender es recordar

Que las ciudades han girado alrededor de las iglesias durante siglos. Qué cosa es una tlayuda, una memela, un molote y un agua de chilacayote. Que la magia se respira y no vuelvo a ser la misma. Que es mejor viajar ligera y que lo mío, lo cargo yo. Que entre los cerros, ni quien me alcance. Que extrañaba tanto que me despeinaras (más) cuando recién despierto. Que no todas las lágrimas se entienden pero que todas se respetan. Que las carcajadas inundan el aire para que las palabras no tengan que caber. Que con los años, se cambian los papeles. Que tenemos tus ojos pero es nuestra mirada. Que cuando preguntas "¿a qué hora?", la sabia respuesta puede tomarte por sorpresa. Que la prisa no es del tiempo. Que hay mole y corazones de todos sabores. Que la paz hace cosquillas. Que el verde es muchos verdes y las nubes nunca sobran. Que vale la pena subir... y también bajar. Que es tan importante verlo todo de lejos como ver sólo una cosa de cerca. Que los indígenas sabían. Que nadie inventó los colores, siempre estuvieron ahí. Que los rincones tienen más vida cuando ellos me ven que cuando yo los veo. Que sí se puede escuchar a un árbol. Que la tierra me está sosteniendo. Que hay que mirar hacia arriba más seguido. Que amo los mercados, la comida recién hecha y hablar con extraños. Que beber atole blanco es beber tortillas de maíz. Que también se marcha para compartir alegría. Que hay cosas que no tienen precio, por eso, no se venden... y regalar es una fiesta. Que, entre tú y yo, una sonrisa es el puente más inmediato. Que toda la canela del mundo cabe en una taza de café. Que las siestas de lunes por la tarde son maravillosas. Que la lluvia no moja tanto. Que no se puede compartir un sombrero que se tiene puesto. Que la sal de gusano sí es de gusano y que el mezcal no está tan mal. Que sólo si se mira hacia allá, construir pirámides tiene toda la lógica del mundo. Que en un pedazo de madera, ya vive un conejo. Que existe un hombre llamado Jacobo que pinta sueños y refleja llantos. Que soy águila. Que las azucenas y los frijoles son de otro color. Que muy poco fuego te hace frágil y demasiado, también. Que las ventanas cuentan historias y los globos son para todos. Que el limón y la cal lo pintan todo. Que nadie se repite y entre todos, un león. Que los zapotecos no pueden pronunciar la ñ pero que pueden ingeniárselas. Que ningún hilo en un telar es menos importante que el siguiente. Que hay fotos que se toman solas y que cada quien ve lo que ve. Que sí se puede dar paso sin huarache. Que compartir cinco minutos con un niño de cinco años es compartir toda la vida... y que cinco horas no es tanto. Que tengo cuerpo y alma de viajera. Que siento que un día volveré a ser campana. Que no se necesita mucho para tenerlo todo. Que no me quería ir de ti. Gracias, Oaxaca.

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