Ojos llorosos

De andar en bicicleta rompiendo charcos enormes a mi paso. De cuando me corté la pierna con un pedal. De jugar basket hasta que llegaran por mí. De bailar ballet. De beber ron contigo hasta las 8 de la mañana. De pensar en ti sin saber quién eras. De estar al aire. De los pisos blancos de aquél departamento. De carcajearme sin pudor. Del invierno en Boston y la nieve hasta las rodillas. Del verano en Milán y el sin-tiempo hasta la garganta. Del otoño en la base de tu espalda. De no tener prisa ni miedo al caminar por la calle. De cruzar la ciudad todos los días sólo para darte un beso. De meditar la tierra mojada. De los buenos días de mi mamá y la fruta en el refrigerador. De escribir a mano y esconder los cuadernos bajo el colchón. De estar rodeada de amigos, compañeros de vida. De fingir una migraña y no ir a trabajar. De circular la ciudad cantando. De andar por el mundo con una mochila a cuestas. De no dejar de estudiar. De saludar al sol bajo la luna. De dejarme conocer. De amanecer en la universidad. De hacer lo que me daba mi chingada gana todo el chingado tiempo. De estar con mis hermanas. De que 2000 pesos bastara y sobrara para todo el mes. De fumar toda la tarde hablando de los "problemas". De no tener nada que demostrar. De llorar sin esconderme. De sentirme en casa.

La nostalgia se refugia en los rincones más insospechados para hacer a los ojos llorar.

No se puede ser sin ser lo que se fue. Se sigue siendo. También lo que aún no se es. Y así es.

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