No sin antes

Quiero agradecer al dios que pone cada mañana en mi taza, montones de café que me acarician la garganta al despertar. Quiero extender mi más profundo y sentido agradecimiento a las misteriosas fuerzas responsables del movimiento del majestuoso universo, por el simple hecho de haber conocido en esta vida tus ojos y tu voz. Gracias a las energías luminosas, exactas y microscópicas, por la almohada bajo mi cabeza y mi cuerpo sobre las sábanas de cada noche bajo las estrellas. Gracias por las guitarras, por las películas, por los frijoles y las tortillas. Gracias, otra vez, por las hojas de papel y gracias, otra vez, por el papel de arroz. Gracias por la absoluta indecisión de qué libro leer a continuación y por las lunas de todas formas y colores, y a propósito de eso, gracias por las flores. Gracias a lo indescifrable por las velas y por el vino. Gracias por la pasta, por el pesto y por el postre. Gracias por el jabón y por el perdón; por los abrazos. Gracias por el agua cuando es neblina y cuando es mar o hielo derretido. Gracias por dejarme verlo otra vez y por su recuerdo bajo mis pies. Gracias por el nacimiento de tantas canciones en mi presencia. Gracias por aquél jueves bendito y gracias por la lengua.

Y aunque yo sea pequeñita y las cosas que enumero lo sean todavía más, creo que es de auténtica importancia revisar con urgencia la cuestión de para qué estamos todos aquí. Y cuando digo "todos" me refiero a todos y cuando digo "aquí" me refiero al particular aquí donde cada uno se encuentre en este instante. O acaso he incurrido en la torpe equivocación de mal entenderlo todo y deducir que de eso se trataba nuestra existencia: de notar las pequeñas cosas y agradecerlas a quien sea que las haya puesto ahí, a nuestra entera disposición. Siendo así, me retiro; no sin antes ofrecer una disculpa. Discúlpenme.

No hay comentarios: