Pero perdóname

Porque el polvo no deja de crecer por los rincones. El polvo es como la nostalgia. Si me distraigo, me ahogan en un sinaire que sólo me recuerda lo que ya no es. Porque los volcanes no están tan dormidos como creemos. Porque las máquinas se han vuelto lentas y desobedientes. Porque las moscas muertas. Porque se enfrió el café que preparé anoche. Porque se me han acumulado las mismas palabras que hoy se me desbordan por los dedos. Porque no tengo casa, porque el piso es una ficción, porque floto y porque soy hija postiza y vagabunda de la gran ciudad: la de los edificios, la de las banderas, las mañanas grises y los ríos de gente a toda prisa y contra corriente. Porque las bifurcaciones tocan a mi puerta y dejan en el buzón invisible, sobres de papel llenos de preguntas escritas a mano que nadie hará jamás. ¿Cómo fue que estoy sentada bajo este techo de mentira escribiendo estas palabras de verdad? No lo sabemos. Porque mis amigos son todos adultos y El Principito a nadie le importa. Porque si ahora salgo a la calle y pregunto si el borrego se comió o no se comió la flor, me lleva la policía.  Porque desde las tres comenzaré a ser feliz. Porque a unos nos urge irnos y a otros les urge llegar; de cómplices están los aviones que no dejan de cruzar el cielo. Porque ser cómplice es más que ser testigo. Porque ya quiero que pase abril, porque ya quiero abrazar mayo y ya quiero que llueva todas las tardes. Porque no me sirve el oído izquierdo y mis cervicales insisten en chocar. Porque eres una esponja seca que se expande en la humedad de mi garganta y porque se rompió la tubería que me conduce la confianza. "Fuga", le llaman los plomeros. Los no plomeros también. Porque estoy cansada de sentir que podrías hacerme pedazos y que, de hecho, a veces lo haces. Porque exploto en silencio y junto los pedazos antes de que te des cuenta. Porque no me doy cuenta. Porque tuve calor todo el día. Porque lastima que el silencio sea una respuesta. Porque guardé un secreto y perdí la llave. Porque he estado mirando por una ventana que no me pertenece e imaginándome entre tus brazos que mucho menos. Porque mis padres. Porque los celos. Porque estuve todo el día acariciándole la espalda a un hubiera y empiezo a creer que ya no se quiere ir a casa. Porque tal vez he muerto y nadie tuvo la decencia de avisarme. Porque me preguntas por qué ya no he escrito. Porque el amor se nota cuando sí y cuando no. Porque el desamor siempre es tema. Porque pareciera que competimos con nuestras heridas. Porque sigues queriendo saber. Porque estoy lejos de donde estoy. Porque el camino acumuló tanta bruma que ya no me puedo ver los pies. Porque hay ropa en el suelo y basura en el pasillo y en las lenguas. Porque se prenden más luces y más historias de las que puedo contar. Porque no sé lo que digo ni quiero saber. Porque sigo sin saber qué hace el mar cuando quiere ir a la playa. Por todo esto y sobretodo, porque no estás. Pero perdóname. No sé si fue el polvo o la nostalgia. Ya sólo estoy pensando en lo que ya no es.

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