Una mujer -sola-

Ha llegado el momento de quedarme sola. En el más absoluto silencio... o bueno, lo que se pueda lograr a fines de semana y de diciembre en medio de este barrio bullicioso, vivo y desordenado, que si bien no es silencio absoluto, me llena los oídos y me vacía los rincones. 

A lo lejos, alguien pasa a toda velocidad en una motocicleta rechinando sus llantas dejando firmas perennes sobre nuestra calle; alguien más, ríe a carcajadas y grita celebrando dios sabe qué; un perro ladra solo y desquiciado; suena la alarma de un automóvil una y otra vez; y otro alguien, rebota un balón sobre un muro de ladrillos despellejados y rojos... como quedaba mi piel cuando iba y me tendía tan solo unos minutos bajo el sol de alguna playa por ahí.

A lo cerca, una mujer -sola- sentada en una silla frente a una mesa, intenta ignorar los ruiditos insistentes de su teléfono y las mágicas pelusas que se multiplican como conejos en su piso; que bebe sorbo a sorbo un vino que compró para la ocasión; que le pide a su piel que se lo diga más quedito cuando murmura que extraña y que posterga una llamada que, bien sabe, le girará la vida. Una vez más. ¿Cómo hace el mundo para vivir dando vueltas sin detenerse a vomitar de mareo? A veces se antoja... 

Y lo hice. Lo logré. Soy ésa que decidió estacionarse en el acotamiento de la vida, prender las luces intermitentes y saludar con la mano y con la sonrisa a todo el que pasara a toda velocidad rebasándola por la izquierda. A mí la prisa siempre me sobró... hasta que ya no. Tuve para dar y repartir. Entonces, me quité los zapatos, subí los pies al tablero de mi auto y me dediqué a observar mis calcetines y a descifrar el azul del cielo. ¿Que si pasa una nube? Que pase. ¿Que si empieza a llover? Que llueva. ¿Que si se hace de noche? Bienvenida es.

Que me atraviese la vida. Que me vuelva una red trasparente y hermosa flotando en un mar lleno de vida por la que fluya todo sin resistirme a nada. Y lo digo llenándome el cuerpo de lo que no vengo a decir aquí. Pero juro que es verdad, conste que lo he hecho. Sin entender casi nada he llegado hasta acá. Y estoy conmigo.

Los cuerdos mandan en esta tierra y yo no quería poder.

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