Palabras de carrusel

A John

La cosa es que nos entendemos, mucho más de lo que fuera evidente (entonces y ahora). La cosa es que sabemos tener el corazón en la mano y cuando nos saludamos así -aunque sea a años y océanos de distancia-, no tenemos otra cosa que darnos que no sea justo eso. La cosa es que creemos, creamos y estamos absurdamente vivos. La cosa es el significado que le damos a algo tan absurdo y tan etéreo como estar aquí. Algo ya entendimos, algo ya hicimos bien. Somos felices por costumbre, porque no podemos ser de otra manera. Yo, su pecho colombiano, lo traigo acá, en éste mexicano... "y hágale como quiera." A mí, su mochila naranja cruzada no se me olvida, porque yo tenía una igual y nunca se lo dije hasta hoy. Sólo que la mía era azul, pero eran idénticas: contaban un millón de historias. El eterno inconforme, el espejo rebelde. Lo que no supo usted, fueron las historias completas de los que lo seguimos. Y la mirada que teníamos al recordarlo en aquella acera, lo que sentimos el día que se fue.

Le reclamo un poco al tiempo que no fuera antes, que no fuera en vivo y a todo color. Que no fuera en ese jardín, en esa mesa y en ese vértigo bendito que nos encontró. Que no nos reconociéramos antes para que la complicidad llegara. Yo estaba muy ocupada estando incómoda y usted estaba muy ocupado... haciendo lo mismo. Retando al reloj y al camino. Respetándolos. Abriendo las alas y rascándolas para que no se entumieran. Poniéndole signos de interrogación a los muros que nos rodeaban. Le reclamo un poco al tiempo que tuviera que poner tanta agua entre los dos. ¡Las pláticas que tendríamos por las tardes! ¿Nos imagina tomándonos un café cualquier miércoles cercano? Yo creo que nos perdimos de mucho. Y también creo que no pudo ser de otra manera. Y ahí me peleo conmigo.

¡La cantidad de recuerdos que tengo de usted! Como destellos, como postes de luz que se encienden con el tiempo y que se conectan con cables de complicidad y talento. Entre líneas, entre letras. Su despedida. Inolvidable. Borracho como pudo estar. Y yo... también ahí.

No sé ni qué más decirle, oiga. Es como si una vez más, sobraran las palabras, esas que nos dan o dieron o darán de comer. (Amén.) Es como si otra vez, me dijera con sus 20 años de experiencia y mis 20 minutos de la misma, que admira lo que escribí. Y yo con la piel de gallina sin saber qué decirle. Y usted en cuclillas. Seguramente no se acuerda pero yo sí. No me importa quién hable el mismo idioma, importa quién hable el mismo lenguaje y usted lo hace. Nunca ha faltado ni ha sobrado una sola palabra entre los dos, un sólo saludo, una sola carcajada a distancia, una sola mirada sin mirarnos. Y aunque esté a ciento catorce países de distancia -o los que chingados sean-, sepa que en éste, se le recuerda a diario. Y así es.

Con la absoluta certeza de volver a encontrarlo, sepa que mi sofá naranja está por cumplir tres años. Está hecho un desastre. Aplastado, manchado, sucio y orgulloso. Tengo que retapizarlo. Pero jamás he olvidado que usted tiene uno casi igual, allá en Varsovia. Al menos, del mismito color.

Sus palabras siempre se quedan dando vueltas por acá. Son de carrusel, me acompañan por semanas. Rondando. Todas y cada una. Hasta me dan ganas de pensar que no soy la única estúpida que está tan absurdamente así, viva.

Hasta mañana, pues... cuando mis buenos días sean sus buenas tardes. O mis buenas tardes, sus buenas noches. Le dejo aquí casi toda mi admiración. La demás, la iré dosificando por el camino que nos queda. Que es bastante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que tu yo vivimos una historia similar y es que no es de sorprender ya que las vidas una sola son, sin importar quien eres y quien soy hablaste por mi y yo hablaré por ti... Bendita palabra y bendito don a quienes logran exhibir sus más hermosas sensaciones aun cuando sean retoricas.

Anónimo dijo...

Ro:

Amen.

Anónimo dijo...

Hoy releí esto en mi café, hoy fueron coincidencialmente oportunas, no dejo de asombrarme y admirar la fuerza de sus pensamientos cuando se convierten en letras; me mueve usted, me recuerda que hay mucho por hacer... se lo he dicho muchas veces y sé que muchas veces no me lo ha creído... pero gracias por inspirar a muchos (entre ellos a mi) y demostrar que se puede ser feliz viviendo.
se le quiere, se le admira.
John