Minucias

La sensación del volante entre mis manos, el espejo retrovisor, subirle el volumen al audio y meter quinta velocidad en una calle mucho más que conocida. Las faldas, mi cama con sus sábanas naranjas y dos almohadas, los sartenes, la cafetera y el tapete blanco del baño. El espejo que ya no existe, el clavo en la entrada para colgar las llaves, el olor de la cena en la estufa y los platos escurriendo recién lavados. Prender un incienso, andar en calzones y fumar adentro. El orden del refrigerador, el espacio de los libros y subir a la azotea por la ropa limpia. Esa salsa verde y mis pantuflas. La íntima y relajada soledad de un sábado en la mañana y el parque. Eso.

El capricho de extrañar lo insospechado a sólo dos meses de no tener hogar.

De la gente no voy a hablar. No puedo.

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