Yo no quise ser escritor

Yo no quise ser escritor porque es malo para el cuerpo.
Esas posturas encorvadas, nostálgicas, pensativas
que adoptan los que escriben… melancólicas, dramáticas,
no pueden ser buenas para la columna ni para la cadera.
Ese pasarse el día pensando en gente que no existe,
ese pasarse la noche soñando cosas que no suceden,
no puede ser bueno para el corazón ni para la memoria.

Yo no quise ser escritor porque es malo para el cuerpo.
Aquellas figuras literarias, acrobacias y danzas
que logran los que escriben… suspensos, puntos y aparte,
no pueden ser buenos para la lengua ni para las rodillas.
Ese andar en carne viva sintiéndolo todo,
ese andar sueltos queriendo exprimir historias,
no puede ser bueno para la piel ni para la garganta.

Yo no quise ser escritor porque es malo para el cuerpo.
Esas maletas llenas de papeles, esas expediciones a las librerías
que hacen los que escriben… tardes absolutas en silencio completo,
no pueden ser buenas para los brazos ni para el oído.
Ese andar disimulado, coleccionando palabras en secreto,
ese estar hablando otra vez de madrugada con los muertos,
no puede ser bueno para las piernas ni para la cabeza.

Yo no quise ser escritor porque es malo para el cuerpo.
La angustia de montarse al mismo caballo siempre por primera vez
que sienten los que escriben… un abismo pidiéndoles revancha,
no puede ser bueno ni para la espalda ni para los nervios.
Ese quedarse colgado de una sola frase,
ese andar justificando la propia cobardía,
no puede ser bueno para los huesos ni para el ombligo.


Yo no quise ser escritor porque es malo para el cuerpo.