La guerra a tu guerra

Culpo al desierto por las tormentas y al suelo firme por los naufragios.
Culpo a los tesoros en el fondo del mar porque nadie los ha encontrado.
Culpo a la luna por lo que muere y al sol por lo que no nace.
Culpo al diablo que sopla el fuego y al niño que lo genera. Porque se saben dios.

Culpo al destino, al destiempo, al deseo.
A las estrellas, a las semillas, a las batallas.
A lo de siempre: a la comedia, al terror, al drama.
A lo de nunca: al dos más dos es cuatro y al un dos tres por mí.

Culpo a la jaula y al oro. Al famoso futuro fantástico y falso.
De cielos que nunca atravesaste para ser huracán en el país de los enfermos de locura
que escuchaban música y bailaban.

Culpo a la memoria, a la euforia. A la escapatoria ilusoria.
Culpo a la cobardia, a la rebeldía y a cada página arrancada de la historia.
Culpo a los ojos que se abren para llorar y a los sueños que se mueren de pereza,
como frutos podridos en el suelo de una selva.

Culpo al tiempo que despeina desengaños y al amor que nos trata a todos como extraños.
Culpo a mi piel que da y quita, que une y separa. Que se quema y se cura y me guarda.
Cupo a la culpa que me desnuda y que soborna a mis demonios para que levanten laberintos
y vuelen sobre mi cabeza sin dejarme respirar.

Culpo a lo que no te vas a ahorrar: explicaciones, tentaciones, decepciones.
Culpo al orden del desorden y a la energía del caos.
Culpo a la sangre que te regó los miedos. A las ventanas y a tus hermanas.
Culpo a las coincidencias, los accidentes, los abismos. A todo lo que culpan todos.

Dos carcajadas y medio llanto después, culpo al absurdo y al ridículo.
A la risa contagiosa y al vacío de cinco letras y un refrán al sur del mundo.
Porque nada iba a ser y fue, todo es ganancia sin garantía.
Y entonces:

Que dejes en paz el sentido y le hagas la guerra a tu guerra.
Que te hinches de alegría como madera húmeda y abandonada.
Que elijas el rumbo pero no el paisaje. Que llueva.
Que te pierdas en las fronteras y tu mirada te traiga de vuelta.
Que las caricias te dejen cicatriz y que el amor te deje entero.
Que rompas espejos y esperes milagros.
Porque si todo es azar, el juego ya está acabado.

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