Aprendí mucho de mi inseguridad a través de la tuya.
Mucho de mi grandeza a través de tu exageración.
Mucho de mi transparencia viendo tus dos caras.
Mucho de mi soberbia gracias a tu afán por decirme cómo.
Mucho de mí gracias a ti.
Hoy siento por ti respeto,
(no es lástima, como tal, digamos "compasión")
y cariño cuidadoso, nunca ciego.
Tampoco confianza absoluta, para qué mentir.
Sí sé que nos teníamos que cruzar
y te agradezco por todo esto y más.
Me resulta gracioso y muy irónico
que, al cabo de los años
(de todos estos años),
sigas en mis días y que seas tú quien abre,
un nuevo camino.
Qué interesante cómo se acomoda todo.
Nunca sabemos cuándo empezamos a terminar.
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