Que es hora de dormir, de despertar, de comer o cenar. Que el desayuno es la comida más importante del día y que el tabaco mata más personas que la guerra. Que hay que bañarse, que hay que vestirse y peinarse. Maquillarse y ponerse desodorante, crema y perfume... algo para las ojeras. Que las frutas, las verduras, que las vitaminas y el calcio. Que un cepillo de dientes y unas pinzas para sacar las cejas. Un cortauñas y papel de baño. Algo -además de unas tijeras- para gobernar a este cabello en plena revolución. Lentes para leer, lentes de sol. Bronceador y bloqueador. Talco y aspirina. Que la luna, las hormonas y lo que hay debajo del ombligo. Que forzosamente hay que tener ombligo. Que hay que dormir y que me haces falta entre los viajes y cosquillas entre las piernas. Que hace frío o que está lloviendo. Que hace calor. Que me siento mareado o asqueado. Que se me secan los ojos o los ánimos. Que me lastimé en la bicicleta o en el amor. Que los rastrillos o las navajas. Que el pediatra, el ginecólogo y el dentista. Que te dejes secar los pies pero que no te dejes enfriar el pecho. Que el escote, la falda y el pantalón. Que los besos, los orgasmos, las caricias. Que aparte de un sombrero y más de cuatro ideas, hay que poner un techo en tu cabeza y un espejo frente a tus ojos. Que tuve pesadillas. Que la respiración, la sed y la angustia no tienen sosiego y que más te vale tener una risa que se les enfrente. Que tardaste nueve meses en llegar aquí y te vas a ir con un suspiro y una chispa. Que estoy borracha. Que estás embarazada.
Es trabajo de tiempo completo el solo hecho de tener un cuerpo. Creo que, tal vez en otro mundo, no necesitamos tanto.
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