Aquí estoy... que en estos días, ya es mucho decir. Frente a la televisión silenciada, con la computadora sobre mis piernas. Pensando en una maestra que hace años no veo y acordándome de que el trapeador está colgado en el tendedero. Recordando lo que se me olvidó comprar en el súpermercado y viendo cuánto ha crecido esa planta en el rincón. ¿Será que la planta piensa lo mismo de mí? Ojalá. Hace rato se escucharon unas sirenas pasando por la calle, tal vez eran policías o alguna ambulancia, ¿qué habrá pasado? Hoy es 20, tengo que pagar la tarjeta de crédito a más tardar este viernes. Qué buen vino argentino y cuánto te extraño. ¿En qué momento decidí dejarlo todo... y qué tanto es ese todo que en algún momento se sintió como si nada? Me muero por comenzar ese libro que tengo en la recámara, si tan sólo pudiera ya terminar la tesis. Quiero y no quiero graduarme. Quinientos pesos en el sofá, el billete doblado a la mitad. ¿Quién habrá hecho el sushi que voy a cenar hoy? ¿Cuándo fue la última vez que bebí cerveza? No lo sé y no lo sé. Me encanta mi cama. Tengo tantas ganas de abrazar a mi madre. Quisiera volver a leer a Borges. Me hubiera gustado conocerte antes. Me hubiera encantado ir a tu boda. Me robé ese salero de un bar y no tengo la más remota vergüenza en decirlo. ¿Cuánto quedará en el tanque de gas? Qué bonitas se ven esas guitarras aquí. Parecemos robots. Mañana tengo junta a las 10. "Porque las cosas cambian", dice la canción. Una canción es un paréntesis o no es nada, como aquél tatuaje maravilloso. ¿Cuándo será el día en que te vuelva a ver? Tanta gente a la que extraño tanto. Ya, pues, buenas noches.
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