Las cosas siguieron su curso natural y,
como era de esperarse,
se diluyeron.
Se fueron la sorpresa, la expectativa y la necesidad.
La emoción, las ganas.
La urgencia dejó de urgir.
Nada había ganado y nada perdí;
no hay vacío ni tristeza.
Sólo se diluyó otra ilusión...
pero ilusión al fin.
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