A Paola
Creo que no voy a ir, no tengo ganas de nada. Físicamente estoy bien, es sólo que me estrellé contra los muros de este día. Me recuerdo antes, leyendo, escribiendo, investigando, sacándole murmullos a las heridas más añejas de mi pasado y tratando de entender de qué polvo están hechas las estrellas. Es campo minado mi pecho: por un lado, quiero acostarme al borde del abismo de mi cama y despertar en una vida que doliera menos; por otro, los cuadros del calendario empiezan a ser tan pequeños que he de buscarlos con microscopio, son tan diminutos que no alcanzan para nada, como una moneda falsa de 1 centavo en plena revolución armada. Respiro y siento a borbotones entrar las dudas en mi garganta. El sentido de la gravedad ya no es hacia abajo, las cosas tienen otro color. Tengo un hijo, un perro, un libro qué escribir y un espejo que no para de anunciarme que una nueva arruga se desgarró las vestiduras. Es como si la pólvora de la muerte hubiera hecho volar su cañón de tiempo directo hasta mi pecho. Me ha hecho un hueco del tamaño de su ausencia. Aunque lo sienta, aunque a ratos me parezca olerlo a mi lado, no puedo correr a abrazarlo ni a decirle gracias, amor. No sé quién hace a quién, si trabajo a mí o yo él, pero distrae, como jugar dominó en una alberca olímpica distrae. Sé que hoy no es para siempre y que no siempre será así, pero hoy, hoy 14 de febrero, viernes, y no otro día, precisamente hoy que tengo esta ropa puesta... fue terrible. El día diluía mis fuerzas como se diluye con mezcal un plato de nostalgias. Y no se acaba de ir, está sin estar y da sin ofrecer. No pude despedirme de él como yo hubiera querido pero sí nos dijimos adiós como quiso él. Y me arden las ganas. Ojalá supiera cómo o cuándo se cierra esta corriente de dolor pero para esto nadie te pone un salvavidas. Qué lindo escribes, leerte me reconforta. He regado con agua de sal el desierto del desconsuelo, lágrimas rojas, moradas, grises, pintadas de hubieras. Yo no sé en qué dios creas, pero ojalá te bendiga y te cuide. Vamos a comer el próximo sábado para que me cuentes, ¿que te ha sucedido a ti?
¿Vas a ir a clase mañana? ¿Cómo crees? ¿Te sientes bien? ¿Estás enferma? ¿Puedo ayudarte en algo? ¡Ay! Creo que te entiendo bien. No puedo más pero tampoco menos que tratar de imaginar por lo que estás pasando. Así como imagino si fuera yo y no tú, la que está atravesando por este proceso de deshidratación del alma. Ve cómo te sientes mañana y si te puedo ayudar en algo, sólo échame un grito. Lo bueno es que mañana no entramos tan temprano, alcanzas a dormir un poquito más o descafeinar los recuerdos tantito más tarde. El reloj, maldito inquisidor, te ha perseguido sin tregua y quiere la pena máxima: que notes su paso. Inexorable, inconmovible. La prisa siempre tiene prisa, abandónala, acompáñate. No sé si festejar o hincarme a rezar: tienes tanto trabajo. Por una parte, lo bueno es que te distrae; por otra parte, lo malo es que te distrae. No sé si uno pueda distraerse cuando tiene el agua de sal a la altura del cuello. No sé cómo lo haces, el hijo, el perro, el libro qué escribir y el espejo que a mí tampoco deja de anunciarme que un día seré yo en tu lugar. No sé qué decirte excepto que tienes que saber que no siempre será así. Que nunca vas a dejar de sentir este dolor pero que vas a aprender a vivir con él, a domesticarlo, sólo a domesticarlo porque aunque ahora sea todo, van a pasar nuevas cosas en tu vida, fechas importantes, recuerdos deliciosos. La historia no acaba aquí, ahora te cuesta creerlo, pero este no es el fin de cuento. No se van a prender las luces del cine aún. Claro que te sientes diferente, absolutamente nadie queda intacto después de un temblor como el que estás pasando. Se te han derrumbado los muros de una historia hermosa. ¿Y que eso qué significa? Que si eso te cimbró, es que tú sí estás viva. Yo también tengo cosas qué contarte. Me han sucedido cosas lindas, muchas de ellas desconcertantes. Gracias a ti. Próximo sábado es comida. Seguro. Será como ir a clase pero más divertido, ¡y con mezcal! Un abrazo. No quiero verte mañana en la escuela, quiero saberte tranquila. Otra vez, gracias a ti.
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