Hay textos como parto de primeriza que siente las
contracciones toda la bendita noche y su hijo nace hasta dos días después. Como
esas migrañas despiadadas que empiezan como punzada en la sien y acaban conmigo
hincada en el baño vomitando hasta las ganas de recuperarme. Como noche en el
desierto: húmeda y sofocante, levantando polvo y caprichos por cada rincón y
que sólo se atreve a llover cuando ya todos están dormidos. Textos que son
despedidas anunciadas, besos prometidos, juramentos añejos. Como una tumba de
piedra sobre la que has llorado mil sueños rotos. Como un zumbido en el oído, como
una superstición, como la vista aérea de una gran ciudad. Como dormir mil horas y despertar con sueño,
como una ola que revienta contra una roca que vive harta de sentirle. Como el
día en que una señorita decide que pierde su virginidad y gana su rebeldía: como esas horas que se le alargan, como esas cosquillas que le inundan el vientre, como esa ansiedad que le crece por dentro. Como un boleto de avión comprado con tanta anticipación que se ha llenado de letargo y moho. Letras llenas de mañana,
caricias repetidas que ya no se saben, comida cocinada con cantidades exactas y
cronómetro en mano. Textos que son semillas que son deliciosas frutas en
potencia pero no... todavía son semillas: sólo promesas aún. Como lo que debe sentir
el invierno cuando tantos lo esperan, como lo que debe sentir una estrella
cuando no quiere que nadie la vea, como lo que debe sentir un recuerdo cuando
es recordado y quisiera que lo dejaran en paz. Como caer voluntariamente
en una trampa diseñada a la perfección, como escuchar la sinfónica en Bellas
Artes con los ojos cerrados, como tender la cama cada mañana y deshacerla cada
noche. Como el símbolo del infinito: tan enredado y pequeñito; tan capaz de
contenerlo todo. ¿Qué sentirá? Como un silencio que no sabe si llorar, gritar o quebrar cristales. Como el cuerpo que se empeña en sudar un deseo que no se cura. Una y
otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez hasta la locura.
Así este texto engreído y soberbio que nació despacio tras haberse anunciado todo el día. Así estas letras desesperantes y orgullosas que caminan bebiéndose las horas. Así la noche que se agota cuando lo estoy tocando. Así yo que todavía tengo el descaro de hacerlo con fe.
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