Te confieso que había pensado en cómo sería el sexo contigo. Me confiesas que tú también. Ni siquiera nos tomamos la molestia de adoptar un tono solemne y tímido, mucho menos ruborizado. ¿Para qué? Al contrario, nos causa gracia y alivio decirlo. Es más bien una plática casual y fresca: un tema más entre los tantos.
- Claro que lo había pensado, ¿tú?
- ¡Claro que también! ¿recién?
- ¡No! ¿qué pensaste?
- Que sería como las primeras veces: llena de tensión y vergüenza, ¿tú?
- Que no.
¿Qué clase de relación tan absurdamente joven, honesta y deliciosamente dual llevamos?
Me gusta.
Ella lo dijo primero, él después.
Ella escribe en primera persona.
(La expectativa es el aire. Gran descubrimiento.)
- Claro que lo había pensado, ¿tú?
- ¡Claro que también! ¿recién?
- ¡No! ¿qué pensaste?
- Que sería como las primeras veces: llena de tensión y vergüenza, ¿tú?
- Que no.
¿Qué clase de relación tan absurdamente joven, honesta y deliciosamente dual llevamos?
Me gusta.
Ella lo dijo primero, él después.
Ella escribe en primera persona.
(La expectativa es el aire. Gran descubrimiento.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario