No te pierdas un chapuzón en mar abierto. No te pierdas los temazcales ni los mezcales. No te pierdas un atardecer en la playa. No te pierdas un amanecer sin dormir. No te pierdas los abrazos que duran galaxias ni el chocolate caliente de fogata en el bosque. No te pierdas una plática entre mujeres con tu madre, con tu hermana, con tu abuela, con tu diosa. No te pierdas las almendras tostadas y la piel quemada por el sol, ni la neblina. El coco, el tabaco, el hielo. El amor. Temblar de miedo. Llorar de alegría. No te pierdas reír hasta que duela la vida ni correr hasta que muera la noche. No te pierdas las preguntas sin respuesta ni las sopas de letras o los palillos chinos. La comida casera, el olor de un libro viejo, un viaje solo, un vino, un "fue". Respirar profundo, el amigo de la infancia, aprender a nadar. No te pierdas.
Piérdete entre sus brazos y un buen día en la gran ciudad. Piérdete la pista de vez en cuando y las tradiciones que no respetas. Pierde los caminos para que encuentres la aventura. Piérdete la envidia y los amores a distancia. Piérdete de en el encuentro más fortuito de tu vida. Piérdete la soberbia, la superficialidad, la estupidez, los periódicos, las cárceles. Piérdete el lujo de que te digan que sí y vuelve cuando menos lo quieras al lugar de tus cicatrices. Piérdete la mentira y el beso de Judas, piérdete los sermones del sacerdote en domingo y la violencia de alguien que no sabe golpear. Piérdete de los polícias y de los políticos. Piérdete la importancia y el asco. Piérdete perder de vista que todos somos uno.
No te pierdas. Piérdete. Como si algo tuviera sentido. Como si algo no lo tuviera. Como si hubieras de llegar a un lugar distinto a la muerte. Como si fueras único, como si fueras esclavo, como si fueras dios, como si fueras otro. Haz lo que quieras, entrégate: para nada más (y no te confundas en esto), para eso y nada más estás aquí.
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