Qué lindo sería saberlo, sentirlo, jurarlo así: que estamos aquí por algo, que tenemos una tarea especial qué hacer, que sí existe el rumbo y que inevitablemente lo seguimos. Que hay una misión -como un trofeo dorado con polvo de estrellas- y que alguien nos eligió para estar aquí.
Qué lindo sería entender a los músicos como artistas matemáticos; a los políticos como protectores de las tribus; a los maestros como maratonistas de la sabiduría; a los arquitectos como constructores de refugios; a los ancianos como oráculos blancos; a los médicos como sanadores de pieles tristes; a los escritores como hacedores de universos; a los agricultores como alumnos del tiempo y del suelo; a los sacerdotes como orejas para el alma; a los filósofos como creadores del destino.
Qué lindo sería no haber visto nunca policías robando, soldados matando, estudiantes llorando y madres solas. Qué lindo sería no haber visto nunca sacerdotes juzgando sin ley, médicos vendiendo veneno, escritores sintiéndose vacíos o campesinos muriendo de hambre. Qué lindo sería no haber visto nunca niños pidiendo limosna, genios construyendo bombas, guerras de ventas, hombres prohibiendo amores, poetas pintándose un tiro entre las cejas o ingenieros dinamitando montañas en paraísos perdidos. Qué lindo sería que, algunas cosas, no las aprendiéramos nunca. Qué lindo sería, también, jamás haber mirado al mundo sin poesía.
2 comentarios:
Tu capacidad literaria es inmensa como tu corazón.
So so sooo cute.
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