Te regalé el silencio más grande del mundo para que hicieras con él lo que quisieras. Te regalé el berrinche, el desayuno, el primer sinsentido de cada día. Las letras, los dolores de estómago, la comezón en los brazos, las obsesiones estúpidas y arrebatadas. Lo que me digo cuando hablo sola y mis primeros recuerdos. El olor del café del fin de semana y aquél ruido de noche que nunca supe de dónde venía. Los estados de cuenta, las dudas, las ganas, los susurros, los abrazos a la almohada y mi ropa interior. Mi primer beso, mi primera vez y mi última. La ansiedad incontrolable, el monólogo interno, todos los boletos de avión. La emoción de cuando truena el cielo y comienza a llover. Lo que siento al oler la tierra mojada, las mudanzas, las caricias. Te regalé cada cosa que pensé y no dije, cada vez que salí a comprar cigarros a deshoras y cada vez que me metí las manos al bolsillo. Cada cumpleaños que no quise celebrar y celebré. Los abrazos de todos mis amigos, cada sonrisa nueva, cada desconfianza, cada cristal de cada ventana. Dos chispas: la perdida y la encontrada. Cada vista de cada departamento en el que he vivido. Te regalé los hubieras, los vinos en viernes y la sed del sábado. El arrepentimiento más grande y el secreto que nunca sabrás; te los di. Cada beso que me guardé. El mal humor de cuando tengo hambre. Cada mosquito que me picó, el color del Caribe, las fotos de Europa y las pecas de mi nariz. Mi ceño fruncido, cada vez que dije "no importa" y el día que aprendí a manejar. Las carcajadas, los apretones de mandíbula, las lunas menguantes en el balcón, los accidentes. Lo primero que escribí en mi vida, las llaves de mi camioneta. La razón de cada vez que me mordí las uñas, el encanto absoluto de tropezar con las piedras, la sensación de montar a caballo y la de amanecer en la playa. La fragilidad, el suspenso, los nudos marineros en mi garganta, las pasiones encajonadas y los talentos que no encuentran lugar. Te regalé mi voz quebrada y todas las películas que me han hecho reír. Lo que nunca creíste que haría y eso que piensas de mí; es tuyo ya. Los brazos abiertos, mi aire asfixiado, mi no tener puta idea de nada y mi querer hacerlo todo en una sola vida. Las peleas con papá, mi respiración, el brillo de mi piel contra el sol. Te regalé mis costillas, mi ombligo, mi única muela del juicio y mis pies. Lo que aprendí de francés en la universidad y olvidé antes de graduarme, mi cuaderno de preguntas, mi lista de pendientes y mi buena memoria. Te regalé Roma, La Habana, Oaxaca y el Atlántico. Toda mi música, mis libros, mis caricias, mi guitarra, mis tres años sin comer carne y toda mi ropa blanca. El olor de mi departamento, mi maleta y el fondo de mis ojos.
Y lo hice porque quería que supieras quién soy.
Hoy sólo quiero regalarte un par de cosas más: un mareo y un porqué.
El mareo de entender que jamás supiste y jamás sabrás.
Y el porqué, así, sin explicaciones.
Pero qué mas da, si ya es todo tuyo.